El estudio publicado en la revista Science detalla que una ola de calor marina sin precedentes en el noreste del Pacífico, conocida como "el Blob", que ocurrió entre 2014 y 2016, resultó en la muerte de aproximadamente cuatro millones de murres comunes (Uria aalge). Este fenómeno afectó a cerca del 50% de la población de esta especie en Alaska y se considera la mayor mortalidad documentada de una sola especie en la era moderna.
El "Blob" se extendió desde California hasta el Golfo de Alaska y se caracterizó por un aumento de la temperatura del agua de entre 2.5 y 3 grados Celsius (4.5 a 5.4 grados Fahrenheit) por encima de los niveles normales. Durante este periodo, se encontraron más de 62,000 cadáveres de murres a lo largo de la costa del Pacífico de América del Norte, aunque los científicos estiman que la cifra real de muertes es mucho mayor debido a que muchos cadáveres no llegaron a la orilla.
El efecto de esta ola de calor en el ecosistema fue devastador. Afectó la calidad y cantidad de fitoplancton, fundamental para la dieta de los peces, como el arenque, las sardinas y las anchoas, que a su vez son esenciales en la alimentación de los murres. Entre 2013 y 2017, hubo una disminución del 80% en las poblaciones de bacalao del Pacífico, lo que intensificó la escasez de alimento para estos pájaros marinos. Durante este periodo, también se estima que hasta 7,000 ballenas jorobadas murieron.
La investigación examinó 13 colonias de murres en el Golfo de Alaska y el mar de Bering, constatando una disminución de entre el 52% y el 78% en comparación con el periodo de 2008 a 2014 y el periodo posterior de 2016 a 2022. A pesar del paso de casi una década desde la ola de calor, no se han observado signos de recuperación en estas poblaciones, indicando un cambio duradero en la red alimentaria del ecosistema marino afectado.
Antes de la ola de calor, Alaska albergaba aproximadamente el 25% de la población mundial de murres comunes. La estrategia de supervivencia de estas aves, que implica la formación de grandes colonias para proteger sus huevos de depredadores, ha sido seriamente comprometida debido a la reducción drástica en su número.
Este evento recalca la gravedad y el impacto del cambio climático en las aves marinas y los ecosistemas marinos en general, poniendo de relieve la necesidad urgente de monitorear y entender estos efectos, así como de implementar esfuerzos de conservación adecuados para mitigar los daños.