En diciembre de 2023, en el golfo de Hauraki frente a las costas de Nueva Zelanda, un equipo de investigadores liderado por Rochelle Constantine, ecóloga marina de la Universidad de Auckland, fue testigo de un fenómeno poco común. Durante su expedición de campo para estudiar la vida marina y aves en la región, observaron a un tiburón mako de 3 metros de longitud con una extraña masa marrón anaranjada sobre su cabeza. Utilizando un dron y una cámara submarina, los científicos confirmaron que lo que inicialmente pensaron que era una boya o un aparejo de pesca, era en realidad un pulpo maorí montado en el depredador.
El pulpo maorí, la especie de cefalópodo más grande del hemisferio sur, puede alcanzar hasta 2 metros de largo y un peso de aproximadamente 11 kilos. Este ejemplar, identificado como un viajero poco convencional, se aferraba a la cabeza del tiburón mako en un intento por pasar desapercibido. "No estaba aferrado como si fuera un paseo en banana", aclaró Constantine, señalando que el comportamiento del pulpo demostraba cierto nivel de estrategia al esconderse. Por otra parte, los tiburones como el mako, capaces de nadar hasta 74 kilómetros por hora, cuentan con líneas laterales sensoriales que permiten detectar estímulos externos, sugiriendo que el tiburón probablemente sabía de la presencia del pulpo.
Aunque estos tiburones son conocidos por saltar fuera del agua, presumiblemente para limitar la presencia de pasajeros no deseados como rémoras, en esta ocasión el pulpo no parecía ser un problema para el tiburón. El equipo observó que ambos animales parecían en paz con esta inusual interacción.
Sin embargo, lo que desconcierta a los científicos es cómo ocurrieron las circunstancias de este encuentro. Los pulpos maoríes habitan en el fondo marino, mientras que los tiburones mako, aunque pueden nadar en profundidades de hasta 300 metros, suelen encontrarse más cerca de la superficie. Este encuentro en aguas de entre 30 y 40 metros de profundidad plantea dudas sobre sus comportamientos y hábitats compartidos. Según el Dr. Constantine, "No tiene sentido que estos dos animales estuvieran en el mismo lugar y momento para encontrarse".
El destino de este dúo es incierto. Los investigadores especulan que si el pulpo se deslizó, pudo regresar al fondo marino o haber sido devorado por el tiburón. Abigail McQuatters-Gollop, experta en conservación marina de la Universidad de Plymouth, Inglaterra, mencionó que situaciones como esta demuestran lo poco que se sabe sobre los océanos y resalta la importancia de protegerlos.
Este avistamiento ha sido un recordatorio de las sorprendentes interacciones que ocurren en los entornos naturales y de cuán vasto y desconocido es nuestro océano. Las imágenes de esta interacción fueron capturadas por Esther Stuck y Wednesday Davis, miembros del equipo de investigación de la Universidad de Auckland.
Los marrajos dientusos, como el tiburón mako observado, son los tiburones más rápidos del mundo, capaces de alcanzar los 74 kilómetros por hora, lo que hace aún más notable la capacidad del pulpo maorí para mantenerse sobre su peculiar "transporte".