El proceso contra Dominique Pélicot, de 71 años, quien enfrenta graves acusaciones de violencia sexual contra su esposa durante aproximadamente 10 años, comenzó el 2 de septiembre de 2024 en la ciudad de Avignon. Este caso ha captado la atención nacional debido a la magnitud y la brutalidad de los delitos imputados.
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Según la acusación, Pélicot mezclaba pastillas para dormir y medicamentos ansiolíticos en la comida o el vino de su esposa, Gisèle Pélicot, de 70 años, a fin de dejarla inconsciente. Durante este tiempo, más de 80 hombres presuntamente participaron en violaciones reiteradas en su hogar ubicado en Mazan, una pequeña localidad cerca de Carpentras, en la región de Provenza. De estos, 51 hombres están también siendo juzgados junto a Pélicot.
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El abuso salió a la luz en 2020 cuando Gisèle, quien no tenía ningún recuerdo de los abusos, comenzó a recordar fragmentos y buscar ayuda. Dominique Pélicot fue arrestado el 2 de noviembre de 2020 después de que las autoridades lo sorprendieron grabando bajo las faldas de las mujeres en el supermercado local. Tras el arresto, se descubrieron en su computadora alrededor de 20,000 imágenes y videos documentando cerca de 100 ocasiones en las que su esposa fue violada.
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Durante años, Gisèle consultó a varios médicos por síntomas que su esposo, con quien llevaba casada 50 años, atribuía a la fatiga, creyendo que padecía una enfermedad no diagnosticada. Esta mala práctica ocultó los abusos hasta el 2020.
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Los cargos que Dominique Pélicot enfrenta incluyen violación agravada, un delito que le podría costar hasta 20 años de prisión si es encontrado culpable. Adicionalmente, se le vincula con el asesinato de una agente inmobiliaria en 1991. Algunos de los acusados han defendido su inocencia alegando que desconocían que Gisèle no era una pareja consentidora y que fueron engañados por Pélicot.
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El juicio, que se espera se extienda por cuatro meses, comenzó bajo un ambiente cargado. Más de una docena de manifestantes vestidos de negro se congregaron frente al tribunal como protesta. A pesar de las peticiones para mantener el juicio en privado por razones de decencia, el tribunal decidió que las audiencias serían públicas. Esta decisión fue tomada en consideración del deseo expreso de Gisèle de que su historia fuera conocida.
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La historia ha conmocionado a la nación e instigado un intenso debate sobre la gravedad de los abusos y la complejidad del sistema judicial en manejarlos.