Según el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), aproximadamente 1.4 mil millones de hectáreas (3.4 mil millones de acres) de suelo, equivalentes al 10% de la superficie terrestre global, están afectadas por la salinidad. Además, se estima que otros 1 mil millones de hectáreas de tierra están en riesgo de ser afectadas por este problema.
El fenómeno de la salinización está impactando significativamente las tierras de cultivo. En la actualidad, aproximadamente el 10% de las tierras de cultivo irrigadas y una proporción similar de las tierras de cultivo de lluvia sufren de exceso de sal. Esta condición puede provocar pérdidas de rendimiento de hasta el 70% en algunos casos, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria mundial.
Los países que enfrentan los mayores desafíos debido a la salinidad del suelo incluyen a China, Estados Unidos, Rusia, Australia y Argentina. En Asia Central, Afganistán, Kazajistán y Uzbekistán también están seriamente afectados. Estos diez países representan el 70% de los suelos salinos del mundo.
El informe de la FAO señala que el cambio climático, junto con malas prácticas agrícolas, son las principales causas del incremento de la salinidad en los suelos. Se prevé que, si las tendencias actuales continúan, la extensión de los suelos afectados por sal podría aumentar entre un 25% y un 33% de toda la tierra para finales del siglo.
La salinidad afecta la fertilidad del suelo al absorber agua y modificar su estructura física, lo que incrementa su susceptibilidad a la erosión. Factores como la escasez de agua, el drenaje inadecuado y la sobreexplotación del suelo también contribuyen al problema. La intrusión de agua salada en áreas costeras, provocada por el aumento del nivel del mar, agrava aún más la situación.
Desde una perspectiva histórica, el uso global de agua se ha incrementado seis veces en el último siglo, resultando en la salinización de muchos acuíferos. Los agricultores a menudo emplean prácticas inadecuadas como el riego con agua de mala calidad o salina y el uso excesivo de fertilizantes químicos, exacerbando la salinidad del suelo.
Para contrarrestar estos efectos, la FAO recomienda varias estrategias. Entre ellas están la mejora del drenaje, el uso de enmiendas del suelo y el cultivo de plantas tolerantes a la sal. La necesidad de una gestión sostenible y la inversión en mercados de cultivos tolerantes a la sal también son enfatizadas en el informe.
A nivel global, la FAO estima que 1,381 millones de hectáreas, lo que representa el 10.7% de la superficie terrestre global, están afectadas por la salinidad. Países como Australia, Argentina y Kazajistán están entre los más gravemente impactados. Los problemas de salinidad y la escasez de agua presentan una amenaza seria a la productividad agrícola, con notables pérdidas de rendimiento en áreas afectadas por suelos salinos.