La resistencia antimicrobiana (AMR) ha emergido como una de las más apremiantes crisis de salud pública a nivel mundial, amenazando con un impacto devastador en los próximos años. Un reciente reporte estima que cada año, alrededor de 1 millón de personas fallecen debido a infecciones resistentes a antibióticos, una cifra que se espera que se duplique para 2050, alcanzando un total de 40 millones de muertes en los próximos 25 años.
Este fenómeno amenaza particularmente a los grupos más vulnerables, como las personas mayores de 70 años, cuya tasa de mortalidad ha aumentado en un 80% desde 1990 debido a la AMR. La elevada administración de antibióticos en la ganadería es uno de los principales factores contribuyentes, con aproximadamente el 70% de estos fármacos destinados al ganado, lo que facilita la rápida evolución de bacterias resistentes.
La raíz del problema radica en la capacidad de las bacterias de multiplicarse cada 20 minutos y mutar para sobrevivir en presencia de antibióticos, una dinámica que ha llevado a un estancamiento en el desarrollo de nuevas clases de antibióticos desde finales de los 80. El mercado actual no incentiva suficientemente a las compañías farmacéuticas a invertir en la investigación de nuevos antibióticos, ya que su uso es menos frecuente y menos lucrativo en comparación con otros medicamentos.
A pesar del reconocimiento del problema por parte de foros internacionales como el G7, la acción efectiva para mitigar la crisis de AMR ha sido insuficiente. La falta de nuevos fármacos y estrategias para controlar la propagación de resistencia podría tener consecuencias catastróficas para la salud global en los próximos años.