El 27 de noviembre de 2024, el rublo ruso alcanzó su nivel más bajo desde las primeras semanas de la invasión de Ucrania, registrando un tipo de cambio de 110 rublos por dólar. Esta caída se produjo como consecuencia directa de las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos contra Gazprombank, entidad financiera crucial para procesar pagos de exportaciones de gas natural hacia Europa. Gazprombank es el tercer banco más grande de Rusia y su rol en la economía nacional es fundamental, especialmente en el sector energético.
Antes del inicio del conflicto en febrero de 2022, el rublo se cotizaba entre 75 y 80 rublos por dólar. Esta reciente depreciación del rublo se enmarca en un entorno de inflación descontrolada en Rusia, proyectada en un 8.5% para el año, duplicando el objetivo establecido por el Banco Central. Paralelamente, el índice de borscht, que mide el costo de los ingredientes para la tradicional sopa rusa, ha experimentado un incremento del 20% en comparación con 2023.
En respuesta a la creciente inflación, el Banco Central de Rusia ha aumentado las tasas de interés al 21%, el nivel más alto en más de dos décadas, y se anticipa un nuevo incremento en diciembre. La debilidad de la moneda rusa podría afectar significativamente el poder adquisitivo de la población, elevando los precios de los productos importados.
A pesar del panorama desfavorable, el ministro de Finanzas de Rusia, Anton Siluanov, ha sugerido que el gobierno podría permitir la continuación de la depreciación del rublo por considerarla beneficiosa para las empresas exportadoras. Sin embargo, la economía rusa enfrenta desafíos importantes, como el aumento en el gasto militar, que representa casi un tercio del presupuesto de 2024, el mayor porcentaje desde la Guerra Fría.
Analistas económicos han señalado signos de estancamiento económico, combinando bajo crecimiento y alta inflación, y destacaron que la militarización de la economía está asfixiando el desarrollo en otros sectores. Un informe reciente de la Academia de Ciencias de Rusia alerta sobre una desaceleración en la actividad económica, con crecimiento notable únicamente en sectores vinculados a la defensa.
El panorama presenta varios retos para la economía rusa, con un gasto militar elevado y una inflación creciente que contrasta con la disminución del valor de la moneda. La situación actual pone de relieve la complejidad del entorno económico ruso y las disyuntivas políticas que enfrenta el gobierno. El índice de borscht, un indicador del costo de los ingredientes para la sopa tradicional rusa, ha subido un 20% comparado con el año anterior, reflejando el impacto de la inflación en productos esenciales.