Un equipo de biólogos dirigido por Auke-Florian Hiemstra llevó a cabo una investigación en los canales de Ámsterdam centrada en los nidos de gallinas de agua (Fulica atra), revelando un notable vínculo entre la actividad humana y la adaptación animal. Estos nidos, construidos con plásticos y otros desechos humanos, son una muestra tangible del impacto ambiental y de la evolución de la cultura de consumo desde el siglo pasado.
El estudio encontró restos de envoltorios que datan de 1994, como un empaque de Mars bar vinculado a la Copa Mundial de Fútbol de ese año, así como basura contemporánea, como mascarillas desechables utilizadas masivamente durante la pandemia de COVID-19. Los nidos también contenían empaques de cadenas de comida rápida como McDonald's, registrando décadas de transformación en los hábitos de consumo y materiales utilizados por los humanos.

Datos alarmantes respaldaron esta observación. Según la investigación, el 80% del plástico producido sigue presente en el medio ambiente debido al prolongado tiempo de descomposición, que varía entre 20 y 500 años. Adicionalmente, solo el 9% del plástico producido globalmente ha sido reciclado. Este escenario de contaminación creciente obliga a las aves urbanas, como las gallinas de agua, a utilizar plásticos en lugar de materiales naturales que son cada vez más escasos en los entornos urbanos. Se calcula que al menos 200 gallinas de agua habitan actualmente en Ámsterdam, muchas de las cuales adaptan sus nidos con estos desechos humanos.
Sin embargo, este material no es inocuo. Si bien puede proporcionar mayor durabilidad comparado con ramas y hojas, los nidos de plástico incluyen riesgos significativos para las aves, como el enredo de las crías en los desechos o la ingestión accidental de partículas tóxicas, lo que podría causar daños internos, intoxicación y afectar la reproducción de estas especies.
El fenómeno no es exclusivo de las gallinas de agua. Investigadores han detectado nidos de otras especies como gaviotas y zorzales, igualmente contaminados con plásticos, con registros que se remontan a 1950, coincidencia que marca el auge del uso intensivo de estos materiales a nivel global. Estos hallazgos refuerzan la idea de que los nidos construidos con plásticos, además de ser hogares para estas aves, son registros históricos del deterioro ambiental y el impacto humano sobre la fauna.
La investigación sigue avanzando para comprender cómo esta adaptación influye en el comportamiento, salud y supervivencia de las aves. Además, el estudio busca identificar patrones amplios en el uso de desechos urbanos por parte de diferentes especies, arrojando luz sobre las interacciones entre los animales y los residuos humanos en diversos ecosistemas.
El objeto más antiguo hallado en los nidos de Ámsterdam fue un envoltorio de Mars bar de 1994, destacando cómo un simple empaque puede volverse una cápsula del tiempo de nuestra cultura de consumo.