La decisión del presidente Donald Trump de implementar aranceles sobre casi todas las importaciones hacia Estados Unidos ha puesto en jaque la estrategia económica republicana, tradicionalmente enfocada en la reducción de impuestos y desregulación como estímulos al crecimiento. Este movimiento constituye un aumento sustancial de impuestos, al convertir los aranceles en una carga sobre los bienes importados. Los economistas describen esta política como uno de los mayores aumentos fiscales en décadas, con efectos ya visibles en los mercados financieros y la inversión empresarial.
El arancel, que parte de un mínimo del 10 % pero incluye tasas más altas para bienes específicos de ciertos países, busca obligar a las empresas a trasladar su producción al territorio estadounidense. Sin embargo, numerosos expertos advierten que la política podría resultar contraproducente. Douglas Holtz-Eakin, economista conservador, comparó la decisión con una apuesta irremediablemente perdida. "Esto es apostar con la mafia. Vas a perder", expresó.
El impacto negativo inmediato se ha visto reflejado en una caída significativa de los mercados bursátiles y una paralización en los planes de inversión corporativa, lo que, a su vez, amenaza con empujar a la economía hacia una recesión. Además, los aranceles incrementan los costos para consumidores y empresas estadounidenses, incluidas aquellas que importan materiales para la fabricación de productos.
En el Congreso, mientras tanto, los republicanos promueven una legislación destinada a consolidar impuestos bajos para las personas y las empresas, una extensión de las medidas adoptadas en 2017. Analistas han expresado escepticismo sobre si estas reducciones fiscales lograrán compensar las repercusiones económicas de los aranceles. “Incluso en el escenario más optimista, es evidente que veremos una contracción en la actividad económica a corto plazo", explicó Alan Auerbach, profesor de economía en la Universidad de California, Berkeley.
Una posible justificación de los aranceles radica en la generación de ingresos. La Tax Foundation estima que las políticas arancelarias de Trump podrían recaudar hasta 3,2 billones de dólares en una década, recursos que compensarían parcialmente los 5 billones de dólares que se planean perder con las reducciones fiscales del Congreso. Sin embargo, la carga fiscal es desigual: los aranceles afectan desproporcionadamente a los estadounidenses de bajos ingresos, quienes destinan una mayor parte de su salario a bienes importados, mientras que las reducciones fiscales benefician principalmente a los grupos de ingresos más altos.
Propuestas complementarias de Trump, como permitir la deducción de intereses en préstamos para la adquisición de vehículos fabricados en Estados Unidos, buscan mitigar los efectos de los aranceles sobre la clase media, pero resultan ineficaces para quienes pagan pocos o ningún impuesto sobre la renta. Jessica Riedl, del Manhattan Institute, asegura: “Los aranceles estrangularán la inversión extranjera, y las ineficiencias que generan ya están congelando la inversión empresarial”.
El representante republicano Max Miller reconoció el conflicto que existe entre ambas políticas. “¿Están en conflicto? Sí, el sentido común diría que sí", declaró, mientras enfatizó que el enfoque del Congreso está en la legislación fiscal.
Entre los sectores económicos y los círculos políticos persisten las incertidumbres. Economistas como Michael Gapen, de Morgan Stanley, califican la política como un "impuesto regresivo", argumentando que los elementos clave no son estimulantes para la economía general. Las señales de advertencia sobre el impacto prolongado de las políticas arancelarias en el comercio global y la estabilidad económica están ganando fuerza, mientras los efectos de las reducciones fiscales aún tardan en notarse significativamente.
Los aranceles propuestos por Trump podrían generar ingresos por 3,2 billones de dólares en una década, pero la cifra apenas cubriría el 64 % de los 5 billones en recortes fiscales proyectados por los republicanos.