El pasado viernes, la Casa Blanca acogió la primera cumbre de criptomonedas, un evento encabezado por el presidente Donald Trump que reunió a más de dos docenas de líderes de la industria de las criptomonedas de Estados Unidos, una industria que mueve miles de millones de dólares. Bajo el retrato de Abraham Lincoln, el exclusivo grupo de empresarios discutió junto al presidente los cambios regulatorios, las proyecciones y las oportunidades relacionadas con una tecnología que Trump prometió convertir en un pilar central de la economía estadounidense.
El evento, desarrollado en el Comedor de Estado, incluyó figuras prominentes como Tyler y Cameron Winklevoss, cofundadores de la plataforma de intercambio Gemini, Brian Armstrong, CEO de Coinbase, y JP Richardson, director de Exodus. Al recibir aplausos de los asistentes, Trump expresó: “Es un honor estar con ustedes en la Casa Blanca”. La cumbre, prevista para durar cuatro horas, fue en su mayoría privada, aunque partes fueron transmitidas brevemente.
Durante la sesión, Trump elogió el potencial de las criptomonedas y destacó la capacidad de los asistentes: “En esta mesa hay individuos con un alto coeficiente intelectual”, comentó en referencia a los participantes. Este evento marca un drástico cambio en las políticas federales hacia las monedas digitales, que habían sido objeto de restricciones bajo la administración Biden.
Desde su llegada al poder, Trump ha trabajado en revertir políticas restrictivas previas, con la Comisión de Bolsa y Valores actuando con rapidez para suavizar el camino del sector, incluida la emisión de guías legales, el fin de investigaciones y el retiro de demandas contra empresas como Coinbase y Kraken. Además, el presidente firmó recientemente una orden ejecutiva para la creación de una reserva nacional de Bitcoin, con la intención de utilizarla como estrategia para reducir la deuda nacional. Sin embargo, esta propuesta ha generado críticas, algunas provenientes incluso de aliados tecnológicos que cuestionan la iniciativa.
Pese a los desacuerdos críticos en redes sociales, como los señalados por el inversor Joe Lonsdale, el ambiente durante la cumbre fue cordial. Sergey Nazarov, fundador de Chainlink, describió la reunión como más una sesión de intercambio de ideas que una discusión de debate o toma de decisiones. Durante el encuentro, Trump reiteró su visión de transformar a EE.UU. en la “superpotencia del Bitcoin” y llamó a preservar el valor del Bitcoin nacional, al cual denominó un “verdadero Fort Knox”.
Detrás del impulso de Trump hacia las criptomonedas también hay intereses personales que han generado controversia. Durante el año pasado, junto con su familia, trabajó con los Witkoff para fundar World Liberty Financial, una plataforma que incluye su propia moneda digital, WLFI. La familia Trump recibe una porción de las ventas, mostrando un vínculo directo con la industria. En otros intentos, como la venta de la memecoin $Trump, el resultado fue menos afortunado, causando pérdidas acumuladas de 2,000 millones de dólares para inversores tras una caída abrupta de su valor.
David Sacks, zar de políticas de criptomonedas designado por la administración Trump, también estuvo presente, destacando una postura de apoyo total al liderazgo del presidente. Se hizo eco de las declaraciones de los hermanos Winklevoss acerca del giro en la situación del sector. “Hace un año más probablemente hubieran estado en una cárcel que en la Casa Blanca”, les dijo en un momento durante la sesión.
La cumbre refleja cómo las criptomonedas, alguna vez marginalizadas por el sistema financiero y el gobierno, han encontrado un espacio prominente en la política nacional. Trump insistió en que los avances en esta esfera son vitales y reiteró su promesa: convertir al país en la capital mundial de las criptomonedas. Cabe destacar que los resultados y futuras repercusiones de estas decisiones seguirán alimentando el debate tanto dentro como fuera del ámbito financiero.
En apenas un año, el enfoque de las criptomonedas en Estados Unidos ha pasado de ser considerado un ámbito de riesgo regulatorio elevado a posicionarse como prioridad económica en el discurso presidencial, evidenciando un cambio radical en las políticas hacia la tecnología blockchain.