En el mundo de la astrofísica, un nombre resalta por su importancia en el entendimiento de las estrellas: Cecilia Payne. En 1925, la investigadora, entonces estudiante de posgrado en Harvard College Observatory, presentó una tesis doctoral que reformuló la comprensión científica de su tiempo. A los 24 años, Payne postuló, tras un exhaustivo análisis espectroscópico, que las estrellas están compuestas principalmente de hidrógeno y helio, los elementos más ligeros del universo, marcando un poderoso contraste con la creencia predominante que aseguraba que las estrellas contenían los mismos elementos que conformaban la Tierra.
Nacida el 10 de mayo de 1900 en Wendover, Inglaterra, Payne inicialmente estudió botánica en el Newnham College de la Universidad de Cambridge. Sin embargo, un giro decisivo ocurrió en 1919, cuando asistió a una conferencia impartida por el astrónomo Arthur Eddington, donde se discutieron los hallazgos que corroboraban la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Este evento inspiró a Payne a dedicarse a la astronomía, conduciendo eventualmente a su mudanza a Estados Unidos en 1923, donde ingresó al programa de posgrado de la Universidad de Harvard.

Trabajando en un entorno dominado abrumadoramente por hombres, Payne se unió al Harvard College Observatory bajo la tutoría de Harlow Shapley. Al explorar las placas espectroscópicas que documentaban las firmas luminosas de las estrellas, combinó sus conocimientos en física atómica con los datos astronómicos, llevando a cabo un análisis revolucionario. Su trabajo arrojó la visión de que, aunque elementos más pesados como el hierro y el carbono están presentes en las estrellas, su abundancia es mucho menor en comparación con el hidrógeno y el helio.
La tesis de Payne, de más de 200 páginas, representó no solo un logro técnico y académico, sino también un desafío a los prejuicios de género en la ciencia. Inicialmente, su teoría fue cuestionada, incluso por figuras prominentes en el campo. Sin embargo, en 1929, apenas cuatro años después de la publicación de su tesis, el afamado astrónomo Henry Norris Russell corroboró sus descubrimientos, validando su trabajo y, con ello, transformando el entendimiento científico contemporáneo de las estrellas.

El impacto de este descubrimiento va más allá de confirmar la composición estelar. Fue crucial para los estudios sobre cómo la energía se desplaza dentro de las capas exteriores de las estrellas y proporcionó una base esencial para futuras investigaciones sobre la evolución estelar y la dinámica del cosmos.
Antes de la época de Payne, las herramientas principales para estudiar las estrellas —como el espectroscopio introducido en el siglo XIX— habían hecho posible descomponer la luz estelar y compararla con los patrones espectrales obtenidos en laboratorios terrestres. Sin embargo, esto llevó a conclusiones erróneas hasta que Payne interpretó los datos correctamente. Su mentor Shapley fue determinante al alentarla a examinar estos espectros y extraer datos significativos de ellos.
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A pesar de las barreras y del escepticismo por el hecho de ser una mujer en un campo que desdeñaba su participación, Payne finalmente completó su doctorado en 1925, un logro que no solo destacó por su impacto intelectual, sino también por romper barreras de género en la ciencia. Su tesis es aún considerada una obra maestra de la astrofísica estelar.
La relevancia del trabajo de Cecilia Payne continúa siendo reconocida como uno de los descubrimientos más fundamentales en la historia de la astronomía. Al establecer que el hidrógeno y helio son los principales componentes de las estrellas, desafió lo conocido y permitió avanzar de manera significativa en el estudio del universo. Su legado no está solo en sus aportes científicos: marcó el inicio de un cambio en cómo las mujeres fueron vistas en el ámbito de la investigación profesional, dejando claro que las contribuciones significativas pueden provenir de cualquiera.\
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Aunque la tesis doctoral de Payne fue revolucionaria, ella misma fue muy cuidadosa al presentar sus hallazgos y los calificó inicialmente como "probablemente no confiables", influenciada por las críticas de colegas hombres prominentes. No obstante, la confirmación posterior de sus hipótesis fue un respaldo contundente a su audaz trabajo.