Un equipo de investigadores ha logrado encontrar un ancestro de Yersinia pestis, la bacteria causante de la peste negra, en el diente de una oveja (Ovis aries) que habitó en el asentamiento de Arkaim, Rusia, hace cerca de 4,000 años. Este descubrimiento se basa en un ADN antiguo extraído y analizado, vinculando esta bacteria con comunidades de la Edad de Bronce, cuya actividad pastoral y proximidad entre humanos y ganado ofreció condiciones propicias para la aparición de patógenos zoonóticos.
El análisis genético determina que la forma detectada pertenece a la línea genética de la peste de Neolítico tardío de la Edad de Bronce (LNBA), que se estima persistió entre 2900 y 500 a.C. Esta variante, a diferencia de la moderna Yersinia pestis, carecía de las características genéticas que permitían la transmisión mediante pulgas, lo que sugiere una propagación directa entre humanos y animales sin intermediarios.
Los asentamientos pastorales, como el de Arkaim en las Montañas Urales del Sur, desempeñaron un papel fundamental en la historia de esta bacteria. Durante el auge del pastoreo en esa época, provocado en gran parte por la introducción de la equitación, se formaron grandes manadas de ganado que podían contraer variantes de Y. pestis de reservorios naturales como roedores salvajes. Según el estudio, el ascenso de esta forma de vida pastoralista facilitó las interacciones entre especies necesarias para el salto inter-específico del patógeno.
Hasta el momento, se habían identificado cerca de 200 genomas de Y. pestis en restos humanos antiguos, pero solo un caso previo de análisis en animales: un genoma parcial proveniente de una rata medieval. En este sentido, el reciente hallazgo en una oveja de la Edad de Bronce representa un avance notable al ser el primer registro completo en un animal no humano, abriendo una ventana hacia cómo las enfermedades podían transmitirse dentro de las comunidades pastorales.
La oveja estudiada fue fechada entre 1935-1772 a.C., y su análisis genética destaca la complejidad en los orígenes de esta bacteria. El pastoreo, relativamente nuevo en la época, marcó un cambio crucial en la estructura de las sociedades, situando a humanos y animales en convivencias cerradas que favorecieron la evolución y dispersión de enfermedades infecciosas. Es destacable que la peste identificada en esta línea genética se considera extinta, pero los investigadores apuntan a que existió durante al menos dos milenios y posiblemente jugó un papel en eventos de salud pública de la antigüedad.
El hallazgo refuerza la importancia de incluir restos no humanos en estudios arqueológicos y genéticos, como se observa en este caso, un análisis logrado gracias a materiales notablemente degradados y dispersos. Además, aporta claves que podrían ayudar en la comprensión tanto evolutiva como epidemiológica de problemas de salud pública actuales.
Aunque esta línea de la peste pertenece al pasado, Y. pestis sigue siendo un desafío en algunas partes del mundo. El descubrimiento del genoma antiguo en un hospedador ovino representa un paso importante en la reconstrucción de su historia evolutiva y plantea nuevas preguntas sobre la dinámica entre humanos, animales y patógenos en periodos prehistóricos.
Este hallazgo puntualiza cómo la domesticación temprana de animales y la transición hacia el pastoreo pudieron servir como plataformas para la emergencia de enfermedades que siglos después desencadenarían pandemias devastadoras, como la peste negra y la peste de Justiniano.