La reciente escalada en la tensión comercial entre Canadá y Estados Unidos ha capturado la atención internacional tras una serie de declaraciones y acciones contundentes por parte de los líderes de ambas naciones. El conflicto se agudizó cuando el presidente estadounidense, Donald Trump, impuso un arancel del 25% a las exportaciones canadienses, decisión que el primer ministro canadiense Justin Trudeau calificó como “muy estúpida”.

Trudeau criticó duramente estas medidas unilateralistas y sugirió que el conflicto tiene un trasfondo geopolítico, alegando que Trump busca debilitar a Canadá para facilitar su eventual anexión a Estados Unidos. En respuesta a los aranceles estadounidenses, el gobierno canadiense anunció una serie de represalias comerciales que alcanzan cifras significativas. El primer paquete incluirá aranceles equivalentes a unos 30,000 millones de dólares canadienses (22,5 mil millones de dólares estadounidenses) sobre productos estadounidenses. Además, Trudeau confirmó una segunda oleada que, tres semanas después, impondrá aranceles adicionales por 125,000 millones de dólares canadienses (aproximadamente 94,5 mil millones de dólares estadounidenses) a bienes provenientes de Estados Unidos.
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Estas medidas están diseñadas no solo para contrarrestar las tarifas de Washington, sino también para enviar un mensaje contundente sobre el impacto económico que esta disputa ejercerá en ambos países. Trudeau alertó que la situación podría generar serias consecuencias, tanto en Canadá como en Estados Unidos, incluyendo una creciente inflación, dificultades para la supervivencia de empresas y tensiones en el mercado laboral.

Por su parte, Trump no tardó en responder. A través de un comunicado, el presidente estadounidense arremetió nuevamente contra Trudeau, refiriéndose a él como “gobernador” y criticando públicamente la gestión canadiense en temas de seguridad fronteriza, particularmente en el combate contra el tráfico de fentanilo. Trump también expresó su intención de imponer más aranceles a Canadá como respuesta a las acciones de Trudeau.

La disputa comercial no se limita únicamente a declaraciones económicas o políticas. Dentro de Canadá ya se han tomado medidas concretas. Desde el lunes, varias provincias comenzaron a retirar bebidas alcohólicas producidas en Estados Unidos de las tiendas. En Ontario, el primer ministro Doug Ford anunció que empresas estadounidenses no podrán participar en licitaciones públicas, además de considerar la posibilidad de suspender el envío de electricidad hacia el país vecino.

Este conflicto se enmarca en una relación bilateral deteriorada desde la victoria electoral de Trump en noviembre pasado. Trudeau reafirma que los argumentos ofrecidos por Trump sobre la seguridad fronteriza son falsos y que su gobierno ha trabajado consistentemente en fortalecerla, además de combatir el tráfico de opioides como el fentanilo. Mientras tanto, Canadá ha declarado su intención de apelar las decisiones arancelarias de Estados Unidos ante organismos internacionales, incluyendo la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el tribunal establecido por el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

Con un impacto medible y multifacético en los sectores económicos de ambas naciones, se espera que esta guerra comercial tenga importantes implicaciones tanto a nivel nacional como internacional. El escenario marca un punto delicado en las relaciones bilaterales, que suelen ser uno de los referentes en términos de cooperación y comercio en el hemisferio occidental.

El valor total de las represalias comerciales anunciadas por Canadá en esta disputa alcanza los 155,000 millones de dólares canadienses (117 mil millones de dólares estadounidenses), superando significativamente la población total de Canadá, que está cerca de los 39 millones de habitantes.