En un avance significativo para la independencia energética, Estonia, Letonia y Lituania han completado su desconexión del sistema eléctrico ruso conocido como Brell (Belarus, Rusia, Estonia, Letonia, Lituania) el 8 de febrero de 2025, tras un proceso de preparación de casi dos décadas. La medida también incluye la integración formal de los tres países bálticos al sistema eléctrico europeo, lo que representa un cambio estratégico que reduce su vulnerabilidad frente a la influencia de Moscú y consolida su posición como Estados miembros de la Unión Europea.
El proyecto tuvo un costo total de aproximadamente 1.600 millones de euros, cifra en la que el 75% fue financiado por la Unión Europea, en línea con los esfuerzos de fortalecer la infraestructura energética común del bloque. El proceso, que comenzó oficialmente en 2007 con los primeros planes, se agilizó aceleradamente tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, dado el aumento de tensiones geopolíticas en la región.
Antes de la desconexión definitiva, la infraestructura energética de los países bálticos aún estaba físicamente conectada a Bielorrusia y Rusia mediante un limitado número de cables de baja capacidad que operaban en el marco del sistema Brell. Sin embargo, los países ya no compraban electricidad a Rusia desde la primavera de 2022, demostrando su determinación de desvincularse de su dependencia histórica. Como parte del proceso, en Letonia se cortó un cable eléctrico conectado a la red rusa, y en Vilnius, Lituania, un reloj digital marcó la cuenta regresiva para sincronizar el sistema eléctrico al europeo.
Para garantizar la interconexión con otros miembros de la UE, los países han establecido infraestructura clave que incluye las líneas Estlink (que conecta Estonia con Finlandia), NordBalt (entre Lituania y Suecia) y LitPol (que vincula Lituania con Polonia). Estas medidas refuerzan las capacidades energéticas, reforzando la colaboración europea en la región.
No obstante, los retos no han estado ausentes. Desde octubre de 2023, al menos 11 cables submarinos en el mar Báltico fueron objeto de daños, desatando sospechas de sabotaje posiblemente relacionado con acciones encubiertas por parte de Rusia. Como respuesta, la OTAN lanzó la misión Baltic Sentry para patrullar y garantizar la seguridad de la infraestructura crítica bajo su área de influencia.
Además, las autoridades en Estonia, Letonia y Lituania están en alerta por riesgos cibernéticos, anticipando posibles ciberataques y desinformación que puedan surgir como represalia por este paso crucial hacia la independencia energética. También se monitorean de cerca las implicaciones de la desconexión en el enclave ruso de Kaliningrado, que quedó aislado del sistema eléctrico controlado por Moscú. Según el Kremlin, esto no representará problemas de abastecimiento energético para el enclave.
En términos estratégicos, la culminación de esta transición no solo refuerza la integración política y económica de los Estados bálticos con Europa, sino que también zanja una de las últimas conexiones remanentes con la herencia soviética, consolidando un paso histórico hacia una mayor soberanía en el ámbito energético.