Durante la cumbre internacional sobre inteligencia artificial celebrada en París, el vicepresidente de EE. UU., J. D. Vance, defendió la decisión de la Administración Trump de no adherirse a la declaración final, respaldada por 61 países, incluidos China e India. Alegó que una regulación excesiva podría "matar" la industria de inteligencia artificial, postura que dejó tanto a EE. UU. como al Reino Unido fuera del documento consensuado.
Vance subrayó que la prioridad de su gobierno es preservar el liderazgo estadounidense en el sector, argumentando que las políticas restrictivas podrían poner en desventaja a las empresas tecnológicas nacionales frente a sus competidores globales. También expresó inquietudes sobre una posible reacción europea ante los aranceles impuestos a sus productos tecnológicos, resaltando que no aceptarán restricciones que perjudiquen a las empresas estadounidenses.
En contraposición, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció un ambicioso plan de inversión destinado a consolidar el protagonismo europeo en el ámbito de la IA. La iniciativa, denominada InvestAI, movilizará 200.000 millones de euros (aproximadamente 206.000 millones de dólares) para proyectos relacionados con la inteligencia artificial. De esta cantidad, 50.000 millones serán financiados directamente por la Unión Europea, mientras que el resto provendrá de contribuciones de proveedores, inversores e industrias.
Dentro de esta estrategia de financiación, se asignarán 20.000 millones de euros para la construcción de cuatro "gigafábricas" destinadas al desarrollo colaborativo de tecnologías de IA. Además, más de 60 empresas europeas, entre ellas Airbus y Volkswagen, se comprometieron a invertir 150.000 millones de euros en los próximos cinco años como parte de la "Iniciativa de Campeones de IA de la UE". Von der Leyen también aseguró el acceso de startups y científicos destacados europeos a las supercomputadoras públicas de la región como parte de los recursos disponibles para impulsar el sector.
Respecto a la regulación de la IA, la presidenta de la Comisión Europea defendió su necesidad, destacando que es esencial garantizar la seguridad tanto para el público como para las empresas. Aseguró también que se trabajará para reducir la burocracia y facilitar el desarrollo del sector.
La cumbre evidenció diferencias significativas en las aproximaciones entre Europa y Estados Unidos, dejando en el aire tensiones políticas y comerciales en torno a la regulación de una tecnología clave para el futuro. Mientras la UE busca equilibrar innovación y control, el liderazgo estadounidense prioriza la competitividad y la ausencia de regulaciones que perciben como un lastre para el avance tecnológico.