El 14 de febrero, Michael Turner, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de EE. UU., emitió una advertencia acerca de una "seria amenaza a la seguridad nacional" en relación con el desarrollo de un arma anti-satélite de alta potencia por parte de Rusia. Turner no mencionó explícitamente armas nucleares, pero su implicación fue clara.
En respuesta, el presidente ruso, Vladimir Putin, negó categóricamente estas acusaciones y declaró: "Estamos categóricamente opuestos al despliegue de armas nucleares en el espacio." Putin instó a todos los gobiernos a ratificar los tratados internacionales que prohíben tales despliegues. A pesar de esto, en abril, una propuesta conjunta de Japón y EE. UU. para fortalecer el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 fue vetada por Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Posteriormente, el 17 de mayo, Rusia lanzó el Kosmos 2576 desde la base de lanzamiento de Plesetsk. La órbita del satélite sugiere que se trata de un prototipo de un nuevo dispositivo anti-satélite, aunque actualmente sin carga nuclear. La posibilidad de utilizar armas nucleares en el espacio para deshabilitar satélites enemigos mediante explosiones cercanas ha sido un tema de preocupación, tanto por las pruebas realizadas por EE. UU. como por la URSS en el pasado, bajo el pretexto de investigación científica.
La Operación Starfish Prime, llevada a cabo el 9 de julio de 1962, es uno de los ejemplos más notables de pruebas nucleares espaciales. En esa ocasión se detonó una bomba de 1.5 megatones a 400 kilómetros de altitud, causando apagones en Hawái, dañando varios satélites y creando un cinturón de radiación alrededor de la Tierra. En 1962 había aproximadamente 24 satélites en órbita; hoy en día, esa cifra ha aumentado a más de 10,000, muchos de los cuales son esenciales para comunicaciones civiles, meteorología y servicios de GPS.
Un ataque nuclear en el espacio podría tener consecuencias desastrosas para la infraestructura satelital global. La explosión generaría un pulso electromagnético (EMP) que no solo dañaría satélites enemigos, sino también los del propio agresor, complicando cualquier estrategia militar.
La posibilidad de utilizar vehículos de impacto para deshabilitar satélites también ha sido considerada, como lo hizo China en 2007, resultando en miles de fragmentos de escombros en órbita que todavía representan un riesgo para otros satélites. Además, existen especulaciones sobre el desarrollo de satélites que puedan generar pulsos EMP utilizando reactores nucleares, sin necesidad de explosiones.
Entre los objetivos más valiosos para EE. UU. en un conflicto orbital se encuentran sus satélites espías, que operan en órbitas polares y son monitoreados de cerca por los servicios de inteligencia rusos. La pérdida de estos satélites representaría un golpe significativo para la capacidad de inteligencia y la seguridad nacional de Estados Unidos.
La escalada de tensiones y el desarrollo de tecnología anti-satélite subrayan la necesidad de un marco internacional sólido y la cooperación entre naciones para prevenir un conflicto en el espacio exterior que podría devastar las infraestructuras críticas globales.