En 2002, el doctor Anthony Brennan fue invitado por la Marina de los Estados Unidos a investigar nuevos materiales antiincrustantes en Pearl Harbor, Hawái. Motivado por la observación de submarinos cubiertos de algas, Brennan se dedicó a explorar los mecanismos de los animales marinos que no se ensucian, conduciéndolo así a estudiar la piel del tiburón de Galápagos.
La investigación reveló que los dentículos dérmicos, unos microestructuras en forma de diamante presentes en la piel del tiburón, dificultan el crecimiento de bacterias debido a su rugosa disposición geométrica. Inspirado por estos hallazgos, Brennan aplicó el concepto de biomímesis para desarrollar una lámina plástica que imitara esta textura, resultando en la creación de Sharklet.
Sharklet Technologies, empresa fundada por Brennan, se dedica a la producción de estas láminas adhesivas antibacterianas. Sharklet ha ingresado en el mercado mundial de revestimientos antimicrobianos, un sector valorado en 5.000 millones de dólares. Este producto se ha implementado exitosamente en superficies de alto contacto, como hospitales, transportes y baños públicos, demostrando su eficiencia en la prevención del crecimiento bacteriano sin el uso de químicos.
La bioinspiración en la ingeniería ha conllevado una proyección de generar 1,6 billones de dólares en producción mundial para 2030. Sin embargo, la comercialización de patrones naturales ha sido objeto de críticas. Algunos expertos advierten que la biomímesis podría conducir a una forma moderna de biopiratería, donde los beneficios de estos diseños se explotan sin una distribución equitativa con los ecosistemas que los inspiraron.
El Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) y su acuerdo complementario, el Protocolo de Nagoya, ambos destinados a la conservación de la biodiversidad y el uso sostenible de recursos genéticos, plantean la necesidad de compartir de manera justa los beneficios derivados. No obstante, ambos tratados no consideran actualmente los patrones o procesos inspirados en la naturaleza, una brecha que algunos proponen subsanar.
Propuestas recientes sugieren que los beneficios de innovaciones biomiméticas, como Sharklet, deben contribuir a la protección de las especies y ecosistemas que los inspiraron. Se promueve un sistema de contribuciones voluntarias de las empresas líderes y una expansión del marco de protección del CDB para que incluya patrones inspirados en la naturaleza. Estas medidas buscan garantizar una retribución justa y un apoyo a la biodiversidad global, especialmente en el sur global, donde se concentra una gran parte de la diversidad biológica.