El iceberg A23A, largamente encallado y considerado el más antiguo y grande actualmente registrado, ha roto su prolongado atrapamiento y se desplaza ahora por el Océano Austral. Este iceberg monumental, que se extiende sobre un área de 3,800 kilómetros cuadrados, supera en tamaño a ciudades como Londres y pesa aproximadamente un billón de toneladas, comparable a 250 mil millones de elefantes africanos.
A23A se desprendió de la plataforma de hielo Filchner-Ronne en 1986 y, desde entonces, permaneció encallado en el fondo marino del Mar de Weddell. Su espesor alcanza los 400 metros. En 2020, comenzó su movimiento hacia el norte y en abril de 2024 quedó atrapado en un fenómeno oceánico conocido como columna de Taylor. Este vórtice de agua lo retuvo hasta el 13 de diciembre de 2024, cuando se anunció su liberación y reanudación de la deriva hacia el norte, ahora siguiendo la Corriente Circumpolar Antártica.
Se anticipa que A23A se dirigirá hacia la isla de Georgia del Sur. Allí, la exposición a aguas más cálidas probablemente provocará su ruptura en icebergs más pequeños y una eventual fusión.
Los icebergs de estas dimensiones pueden tener un impacto significativo en los ecosistemas marinos. Al derretirse, liberan nutrientes que pueden beneficiar áreas marinas menos productivas. Los científicos han estado siguiendo de cerca el recorrido de A23A y recopilando datos sobre su erosión y sus efectos en los ciclos oceánicos de carbono y nutrientes.
Investigadores del British Antarctic Survey (BAS), liderados por la bioquímica Laura Taylor, han estado monitoreando de cerca a A23A. "Los colosos de hielo como el A23A tienen el potencial de alterar los ecosistemas marinos a medida que se desintegran y se funden", señaló Taylor. Los equipos científicos han tomado muestras de agua en diversas posiciones alrededor del iceberg para estudiar su impacto en la vida marina y el ciclo del carbono.
Aunque A23A no es el iceberg más grande jamás registrado, un título que pertenece al B-15 desprendido en el año 2000, su antigüedad y tamaño actuales lo hacen un objeto de gran interés científico.
La liberación y movimiento de A23A representan no solo un fenómeno natural impresionante, sino también una oportunidad para estudiar y comprender mejor los efectos de los cambios en el hielo antártico sobre el entorno marino global. El iceberg A23A, a pesar de no ser el más grande jamás registrado, posee una antigüedad y tamaño excepcionales, lo que lo convierte en una pieza clave para estudios sobre los efectos de los cambios climáticos en la Antártida y sus ecosistemas marinos.