Ciencia

El Año Pasado, los Árboles y la Tierra Prácticamente No Absorbieron CO2, Aumentando la Amenaza del Calentamiento Global

El año 2023 ha sido testigo de un colapso temporal en la capacidad de absorción de carbono de los ecosistemas terrestres, lo que ha llevado a un incremento preocupante en las emisiones globales de carbono. Este fenómeno, junto con la debilitación de la absorción de carbono por los océanos, plantea nuevas y graves amenazas al objetivo de limitar el calentamiento global.

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El Año Pasado, los Árboles y la Tierra Prácticamente No Absorbieron CO2, Aumentando la Amenaza del Calentamiento Global

El año 2023 ha sido testigo de un colapso temporal en la capacidad de absorción de carbono de los ecosistemas terrestres, lo que ha llevado a un incremento preocupante en las emisiones globales de carbono. Este fenómeno, junto con la debilitación de la absorción de carbono por los océanos, plantea nuevas y graves amenazas al objetivo de limitar el calentamiento global.

La incapacidad de algunos ecosistemas clave para absorber carbono tiene el potencial de acelerar el calentamiento global de manera significativa.

16/10/2024

En el año 2023, se ha registrado un colapso temporal en la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber carbono, un desarrollo que coincide con un aumento sin precedentes de las emisiones de carbono, alcanzando los 37.4 mil millones de toneladas. Este fenómeno plantea serias preocupaciones sobre la aceleración del calentamiento global y su impacto en el clima.

Los ecosistemas más afectados incluyen los bosques boreales, la selva amazónica y la región del Congo. En los bosques boreales, la absorción de carbono ha disminuido en más del 33%, debido a la combinación de plagas, incendios y deforestación. La selva amazónica, por su parte, enfrenta sequías récord agravadas por el fenómeno de El Niño, lo que ha transformado esta región en una fuente neta de emisiones. El único ecosistema que sigue funcionando eficazmente como sumidero de carbono es el Congo, que absorbe más CO2 del que emite.

El colapso de estos sumideros naturales no ha sido considerado en muchos de los modelos climáticos actuales, lo que podría resultar en un calentamiento global más rápido de lo previamente anticipado. Además, la capacidad de los océanos para absorber carbono también se está debilitando debido al aumento de la temperatura del agua y el deshielo de los glaciares, afectando corrientes esenciales como la Corriente del Golfo.

El derretimiento del hielo marino expone al zooplancton, que se alimenta de algas, a más luz solar, lo que podría reducir la cantidad de carbono almacenado en el fondo marino.

La situación es igualmente preocupante en Australia, donde se proyecta que sus suelos se convertirán en emisores netos de CO2. Entre 2020 y 2045, las pérdidas de carbono en el suelo australiano oscilarán entre 0.014 y 0.077 toneladas de carbono por hectárea al año, y entre 0.013 y 0.047 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2070 y 2100. En el caso del suelo agrícola, aunque se prevé una acumulación de hasta 0.19 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2020 y 2045, esta tendencia disminuirá con el aumento de las temperaturas.

Las predicciones bajo diferentes escenarios socioeconómicos también son desalentadoras. En un escenario sostenible (SSP1-2.6), se prevé un aumento en la acumulación de carbono hasta 2050 seguido de una disminución. Un escenario intermedio (SSP2-4.5) anticipa pérdidas de carbono que alcanzarán 0.68 toneladas por hectárea entre 2070 y 2100. En el más extremo, basado en el uso de combustibles fósiles (SSP5-8.5), las pérdidas de carbono serán más severas, con emisiones de suelo que podrían alcanzar 0.123 gigatoneladas de CO2 equivalente al año.

En términos de emisiones de suelo, se proyecta que en Australia alcanzarán 0.064 gigatoneladas de CO2 equivalente al año entre 2020 y 2045, representando aproximadamente el 14% de las emisiones totales del país en 2022. La gestión adecuada de los rangelands y la restauración de comunidades vegetales nativas son estrategias esenciales para mitigar la pérdida de carbono, aunque requieren innovación y políticas efectivas.

El colapso de estos sumideros de carbono representa una amenaza significativa para los objetivos climáticos globales. La incapacidad para modelar estos cambios podría resultar en una aceleración del calentamiento global, subrayando la necesidad urgente de abordar las emisiones y proteger los sumideros existentes. Pese a ser uno de los sumideros más grandes del mundo y vital para la absorción de carbono, la selva amazónica ha empezado a emitir más CO2 del que absorbe debido a la deforestación y las sequías, una señal alarmante para los climatólogos.

Algo Curioso

La incapacidad de algunos ecosistemas clave para absorber carbono tiene el potencial de acelerar el calentamiento global de manera significativa.

Oct 16, 2024
Colglobal News

En el año 2023, se ha registrado un colapso temporal en la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber carbono, un desarrollo que coincide con un aumento sin precedentes de las emisiones de carbono, alcanzando los 37.4 mil millones de toneladas. Este fenómeno plantea serias preocupaciones sobre la aceleración del calentamiento global y su impacto en el clima.

Los ecosistemas más afectados incluyen los bosques boreales, la selva amazónica y la región del Congo. En los bosques boreales, la absorción de carbono ha disminuido en más del 33%, debido a la combinación de plagas, incendios y deforestación. La selva amazónica, por su parte, enfrenta sequías récord agravadas por el fenómeno de El Niño, lo que ha transformado esta región en una fuente neta de emisiones. El único ecosistema que sigue funcionando eficazmente como sumidero de carbono es el Congo, que absorbe más CO2 del que emite.

El colapso de estos sumideros naturales no ha sido considerado en muchos de los modelos climáticos actuales, lo que podría resultar en un calentamiento global más rápido de lo previamente anticipado. Además, la capacidad de los océanos para absorber carbono también se está debilitando debido al aumento de la temperatura del agua y el deshielo de los glaciares, afectando corrientes esenciales como la Corriente del Golfo.

El derretimiento del hielo marino expone al zooplancton, que se alimenta de algas, a más luz solar, lo que podría reducir la cantidad de carbono almacenado en el fondo marino.

La situación es igualmente preocupante en Australia, donde se proyecta que sus suelos se convertirán en emisores netos de CO2. Entre 2020 y 2045, las pérdidas de carbono en el suelo australiano oscilarán entre 0.014 y 0.077 toneladas de carbono por hectárea al año, y entre 0.013 y 0.047 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2070 y 2100. En el caso del suelo agrícola, aunque se prevé una acumulación de hasta 0.19 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2020 y 2045, esta tendencia disminuirá con el aumento de las temperaturas.

Las predicciones bajo diferentes escenarios socioeconómicos también son desalentadoras. En un escenario sostenible (SSP1-2.6), se prevé un aumento en la acumulación de carbono hasta 2050 seguido de una disminución. Un escenario intermedio (SSP2-4.5) anticipa pérdidas de carbono que alcanzarán 0.68 toneladas por hectárea entre 2070 y 2100. En el más extremo, basado en el uso de combustibles fósiles (SSP5-8.5), las pérdidas de carbono serán más severas, con emisiones de suelo que podrían alcanzar 0.123 gigatoneladas de CO2 equivalente al año.

En términos de emisiones de suelo, se proyecta que en Australia alcanzarán 0.064 gigatoneladas de CO2 equivalente al año entre 2020 y 2045, representando aproximadamente el 14% de las emisiones totales del país en 2022. La gestión adecuada de los rangelands y la restauración de comunidades vegetales nativas son estrategias esenciales para mitigar la pérdida de carbono, aunque requieren innovación y políticas efectivas.

El colapso de estos sumideros de carbono representa una amenaza significativa para los objetivos climáticos globales. La incapacidad para modelar estos cambios podría resultar en una aceleración del calentamiento global, subrayando la necesidad urgente de abordar las emisiones y proteger los sumideros existentes. Pese a ser uno de los sumideros más grandes del mundo y vital para la absorción de carbono, la selva amazónica ha empezado a emitir más CO2 del que absorbe debido a la deforestación y las sequías, una señal alarmante para los climatólogos.

En el año 2023, se ha registrado un colapso temporal en la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber carbono, un desarrollo que coincide con un aumento sin precedentes de las emisiones de carbono, alcanzando los 37.4 mil millones de toneladas. Este fenómeno plantea serias preocupaciones sobre la aceleración del calentamiento global y su impacto en el clima.

Los ecosistemas más afectados incluyen los bosques boreales, la selva amazónica y la región del Congo. En los bosques boreales, la absorción de carbono ha disminuido en más del 33%, debido a la combinación de plagas, incendios y deforestación. La selva amazónica, por su parte, enfrenta sequías récord agravadas por el fenómeno de El Niño, lo que ha transformado esta región en una fuente neta de emisiones. El único ecosistema que sigue funcionando eficazmente como sumidero de carbono es el Congo, que absorbe más CO2 del que emite.

El colapso de estos sumideros naturales no ha sido considerado en muchos de los modelos climáticos actuales, lo que podría resultar en un calentamiento global más rápido de lo previamente anticipado. Además, la capacidad de los océanos para absorber carbono también se está debilitando debido al aumento de la temperatura del agua y el deshielo de los glaciares, afectando corrientes esenciales como la Corriente del Golfo.

El derretimiento del hielo marino expone al zooplancton, que se alimenta de algas, a más luz solar, lo que podría reducir la cantidad de carbono almacenado en el fondo marino.

La situación es igualmente preocupante en Australia, donde se proyecta que sus suelos se convertirán en emisores netos de CO2. Entre 2020 y 2045, las pérdidas de carbono en el suelo australiano oscilarán entre 0.014 y 0.077 toneladas de carbono por hectárea al año, y entre 0.013 y 0.047 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2070 y 2100. En el caso del suelo agrícola, aunque se prevé una acumulación de hasta 0.19 toneladas de carbono por hectárea al año entre 2020 y 2045, esta tendencia disminuirá con el aumento de las temperaturas.

Las predicciones bajo diferentes escenarios socioeconómicos también son desalentadoras. En un escenario sostenible (SSP1-2.6), se prevé un aumento en la acumulación de carbono hasta 2050 seguido de una disminución. Un escenario intermedio (SSP2-4.5) anticipa pérdidas de carbono que alcanzarán 0.68 toneladas por hectárea entre 2070 y 2100. En el más extremo, basado en el uso de combustibles fósiles (SSP5-8.5), las pérdidas de carbono serán más severas, con emisiones de suelo que podrían alcanzar 0.123 gigatoneladas de CO2 equivalente al año.

En términos de emisiones de suelo, se proyecta que en Australia alcanzarán 0.064 gigatoneladas de CO2 equivalente al año entre 2020 y 2045, representando aproximadamente el 14% de las emisiones totales del país en 2022. La gestión adecuada de los rangelands y la restauración de comunidades vegetales nativas son estrategias esenciales para mitigar la pérdida de carbono, aunque requieren innovación y políticas efectivas.

El colapso de estos sumideros de carbono representa una amenaza significativa para los objetivos climáticos globales. La incapacidad para modelar estos cambios podría resultar en una aceleración del calentamiento global, subrayando la necesidad urgente de abordar las emisiones y proteger los sumideros existentes. Pese a ser uno de los sumideros más grandes del mundo y vital para la absorción de carbono, la selva amazónica ha empezado a emitir más CO2 del que absorbe debido a la deforestación y las sequías, una señal alarmante para los climatólogos.

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