El Dr. Ariel Zeleznikow-Johnston, un neurocientífico de 31 años de la Universidad Monash de Melbourne, ha causado revuelo con sus planteamientos sobre la posibilidad de abolir la muerte a través de la preservación del cerebro. En su reciente libro titulado El futuro te quiere: Cómo y por qué deberíamos abolir la muerte, argumenta que los avances tecnológicos permitirán en el futuro ofrecer una "pausa" biológica a los enfermos terminales, preservándolos hasta que la ciencia pueda ofrecer una cura.
Este enfoque se basa en la preservación del cerebro mediante técnicas que mantienen la estructura y funcionalidad cerebral, y que tendrían un costo comparable al de un coche de segunda mano. La propuesta más destacada de Zeleznikow-Johnston es la criopreservación estabilizada por aldehídos, una técnica que podría costar alrededor de 13,000 dólares, con gastos anuales de almacenamiento que rondan los 1,300 dólares.
El caso de Elizabeth Hughes Gossett, diagnosticada con diabetes tipo 1 en 1918, ilustra los avances en medicina que han prolongado la vida humana. Tras un tratamiento radical y la eventual administración de insulina en 1922, Gossett vivió hasta los 70 años, un ejemplo de cómo la ciencia ha podido superar las limitaciones biológicas del pasado.
Estudios recientes sugieren que la mayoría de las personas desean vivir solo entre 5 y 10 años más de lo que su grupo demográfico tiene probabilidades de vivir. No obstante, esta cifra aumenta a 120 o 150 años cuando se garantiza buena salud mental y física.
La definición de muerte ha evolucionado con los avances tecnológicos. Originalmente definida por la cesación de la respiración y el latido del corazón, desde 1968, se ha considerado la muerte cerebral como la cesación irreversible de las funciones cerebrales. Sin embargo, Zeleznikow-Johnston propone que la verdadera muerte podría ser la pérdida permanente del "connectome", la identidad personal.
En cuanto a las técnicas de preservación, ya se utilizan métodos como la hipoterapia circulatoria profunda en cirugías, donde los pacientes son temporalmente "congelados". Aproximadamente 600 personas han sido sometidas a procedimientos de criopreservación con la esperanza de que futuros avances en medicina puedan reanimarlos.
La idea de resucitar a personas preservadas se apoya en posibles desarrollos futuros en nanomedicina o la digitalización de la mente, con la premisa de que si se conservan recuerdos y experiencias, la persona podría reanimarse en una nueva forma.
Un estudio reciente entre 300 neurocientíficos reveló que el 40% considera posible en el futuro la preservación y restauración del cerebro. Conscientemente abierto a la crítica, Zeleznikow-Johnston busca un consenso académico sobre la viabilidad de su propuesta.
La preservación del cerebro, según Zeleznikow-Johnston, representa una perspectiva revolucionaria sobre la muerte y la longevidad, y potencialmente, podría cambiar la medicina y la filosofía de la vida en su totalidad.