El informe 2025 de la Agencia Espacial Europea (ESA) señala que la cantidad de basura espacial orbitando entre 160 y 2,000 kilómetros sobre la Tierra ha superado las 6,600 toneladas, frente a las 6,000 toneladas registradas por la NASA en 2023. En la actualidad, existen al menos 1.2 millones de objetos mayores de 1 centímetro que orbitan el planeta; de ellos, aproximadamente 40,000 son rastreados activamente por redes de vigilancia espacial, y alrededor de 11,000 corresponden a cargas útiles operativas.
Más de 50,000 de esos objetos superan los 10 centímetros de tamaño y representan un riesgo severo, pues cualquier choque podría ser devastador tanto para satélites activos como para futuros lanzamientos. Solo en 2024, eventos de fragmentación generaron al menos 3,000 nuevos objetos identificados, resultado de colisiones o explosiones de fragmentos de cohetes y satélites. Estos incidentes contribuyen al efecto Kessler, una reacción en cadena en la que las colisiones producen más fragmentos y elevan exponencialmente el peligro en las capas congestionadas del espacio.
Un objeto de solo 1 centímetro puede liberar una energía equivalente a la de una granada, lo que potencialmente puede inutilizar o destruir otros dispositivos espaciales a su paso. La acumulación y densidad de estos fragmentos en determinadas altitudes han alcanzado niveles críticos, a la par de la cantidad de satélites que operan en las mismas franjas orbitales.
El informe subraya que, a pesar del aumento del peligro, aún no existen leyes internacionales que obliguen a los países o empresas a remover basura espacial de la órbita terrestre baja. Como respuesta, la ESA y otras agencias han establecido directrices técnicas para reducir la generación de nuevos desechos. Entre estas medidas se incluyen el desarrollo de satélites con opciones de disposición al término de su vida útil, el uso de materiales que resistan la fragmentación y la prevención de la liberación de elementos accesorios en el espacio.
En cuanto a la remoción activa, la ESA planea el lanzamiento en 2028 de la nave ClearSpace-1 con el objetivo de capturar y retirar el satélite PROBA-1, de aproximadamente 112 kilogramos, utilizando un mecanismo de cuatro garra. Además, firmas como ClearSpace y Astroscale han sido contratadas para proyectos de eliminación de satélites británicos fuera de servicio.
El documento de la ESA advierte que la tendencia al alza podría mantenerse incluso si cesaran los lanzamientos, ya que los incidentes de fragmentación seguirían aumentando la población de escombros. En 2024 se ha hecho evidente la urgencia de implementar mecanismos de pasivación y reducir el tiempo de permanencia en órbita de la tecnología inactiva. Ante este panorama, el organismo ha adoptado un enfoque de “Cero Residuos” para limitar la generación de basura en futuras misiones, y evitar agravar una situación que representa una amenaza creciente para la utilización segura y sostenible del espacio cercano a la Tierra.