Un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), bajo el liderazgo del Dr. Giovanni Traverso, ha desarrollado un método pionero en el área de la anticoncepción y la administración de medicamentos. Consiste en una inyección capaz de formar un implante en el cuerpo, empleando una tecnología que utiliza el autoensamblaje de microcristales. Este proceso elimina la necesidad de cirugías u otros procedimientos invasivos para la colocación de los implantes anticonceptivos.
El sistema utiliza microcristales de una versión sintética de la hormona progesterona, que son inyectados mediante un solvente con poca miscibilidad en agua. Una vez en el cuerpo, el solvente es intercambiado por fluidos corporales, lo que permite que los microcristales se agrupen, formando un implante sólido. Según experimentos realizados en ratas, esta formulación demostró liberar el fármaco durante un período sostenido de al menos 97 días, extendiendo significativamente la efectividad en comparación con las inyecciones anticonceptivas tradicionales, que tienen una duración máxima de tres meses.
Desde el punto de vista técnico, la innovación también destaca por su composición. Las inyecciones contienen una alta carga de fármaco de 293 mg/ml y una proporción baja de polímero a fármaco de 0.0625:1 (w/w). La viscosidad de la formulación permite que sea administrada mediante agujas de calibre 25 G, notablemente más pequeñas que las utilizadas en la colocación regular de implantes. Además, el implante resultante puede ser retirado del cuerpo si alguna vez fuera necesario.
El avance fue detallado en un artículo publicado en la prestigiosa revista Nature Chemical Engineering, donde se describe cómo la selección específica de solventes jugó un rol crucial. Entre los solventes utilizados destacan el N-metil-2-pirrolidona (NMP), el alcohol bencílico (BA) y el benzoato de bencilo (BB). Este último fue elegido por su biocompatibilidad y su lenta tasa de intercambio con los fluidos corporales, factores que facilitan una liberación prolongada del medicamento.
Los estudios de caracterización mecánica revelaron que la rigidez del implante incrementa significativamente tras su formación, alcanzando un módulo de almacenamiento de 10 MPa en tan solo una semana. Esto fue mejorado mediante la adición de polímero PCL, lo que otorgó al implante una mayor integridad estructural, permitiéndole soportar fuerzas de compresión.
Hasta la fecha, las pruebas se han realizado exclusivamente en animales; se anticipa que los ensayos en humanos comiencen en un plazo de tres a cinco años. Además de su aplicación anticonceptiva, este sistema podría utilizarse para otras enfermedades que demandan liberación continua de medicamentos, como el VIH, tuberculosis, esquizofrenia, enfermedades metabólicas e incluso para el manejo del dolor crónico.
La Dra. Janet Barter, experta en salud sexual y reproductiva, elogió el avance, destacando su potencial para mejorar las oportunidades de anticoncepción en comunidades con acceso limitado a servicios médicos. El método no solo aborda el acceso a anticonceptivos, sino que también atiende el desafío de administrarlos en sistemas de infraestructura médica limitada y entornos de bajo recurso.
El proyecto marcó un paso adelante significativo al demostrar que los microcristales del fármaco levonorgestrel (LNG) administrados en ratas conservaron niveles eficaces del medicamento en plasma durante 97 días. Este resultado refuerza la viabilidad de ampliar la duración del tratamiento más allá de los estándares actuales.
Con estos resultados, los investigadores esperan que la innovación revolucione no solo la anticoncepción, sino también el tratamiento de enfermedades crónicas, mejorando el acceso y garantizando una opción más práctica y accesible para pacientes de todo el mundo.
Los primeros dispositivos anticonceptivos intrauterinos se desarrollaron en 1909, pero fue hasta la década de 1960 que se comenzaron a popularizar los implantes subdérmicos, marcando el inicio de una evolución constante en métodos anticonceptivos.