El Tapón del Darién, una región selvática y de difícil acceso entre Colombia y Panamá, se ha convertido en un paso crítico para quien busca llegar a Estados Unidos. En los últimos cuatro años, la cantidad de migrantes ha aumentado exponencialmente: de 24,000 en 2019 a más de 500,000 en 2023. Esta migración masiva ha producido una crisis que engloba tanto problemas ambientales como humanitarios, afectando de manera particular a las comunidades indígenas locales.
Se calcula que aproximadamente 8,000 personas de los grupos Emberá-Wounaan y Guna habitan esta región. La afluencia de migrantes ha sido tan considerable que, diariamente, cruzan alrededor de 2,000 personas, cada una dejando tras de sí cerca de 9 kg de basura. Este volumen de residuos ha saturado los recursos naturales, particularmente el río Turquesa, fuente de agua potable, pesca y lavado para los residentes locales. La contaminación incluye desechos humanos y gasolina, generando un aumento en enfermedades como diarrea y vómitos entre la población indígena.
Las consecuencias de esta situación se extienden también al ámbito socioeconómico. La economía local, tradicionalmente basada en la agricultura, ha sufrido una transformación. Muchos residentes se han desplazado hacia actividades relacionadas con el tráfico de migrantes, situación que ha promovido el aumento del alcoholismo y la desintegración familiar.
Frente a esta compleja situación, el nuevo presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha buscado implementar medidas para controlar el flujo migratorio. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, ha admitido no tener la capacidad de forzar a los migrantes a regresar a sus países de origen. Se han levantado cercas de contención y se han llevado a cabo deportaciones de migrantes colombianos con antecedentes criminales.
En términos de apoyo internacional, Panamá ha solicitado $3 millones de los $10 millones comprometidos por Estados Unidos para enfrentar esta crisis. Estos fondos están destinados a acciones de limpieza y a controlar la migración en la región. No obstante, el éxito de estas iniciativas está condicionado a la disminución efectiva del flujo migratorio.
Esta situación en el Tapón del Darién subraya la urgente necesidad de una respuesta coordinada y eficaz para mitigar el impacto en las comunidades vulnerables y el medio ambiente. El Tapón del Darién es uno de los pocos lugares en el mundo sin carreteras que conecten América del Norte con América del Sur, lo que lo convierte en una de las regiones más inhóspitas y menos accesibles del planeta.