El terremoto de magnitud 7,7 que golpeó Myanmar el pasado 28 de marzo de 2025 ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes en el país, con un saldo oficial de 2,056 muertos, unos 3,900 heridos y al menos 270 personas desaparecidas. Según proyecciones del Servicio Geológico de Estados Unidos, el número de fallecidos podría superar los 10,000 a medida que avancen las labores de rescate y recuperación.
La catástrofe ha generado una importante destrucción de infraestructura, dificultando las operaciones de rescate. Puentes y carreteras han colapsado, dejando incomunicadas varias áreas críticas, mientras las redes de comunicación permanecen en gran parte inestables. En Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, se registraron el colapso de decenas de edificios, forzando a múltiples residentes a dormir al aire libre ante el temor de réplicas sísmicas. Esto no es menor, considerando que la Organización Mundial de la Salud ha confirmado la destrucción total de tres hospitales y daños parciales en otros 22 centros de atención sanitaria.
En medio de estas adversidades, los equipos de rescate han realizado extraordinarias operaciones, logrando salvar vidas. Entre los rescatados se encuentra una mujer que pasó 60 horas bajo los escombros del Hotel Gran Muralla. También se logró sacar con vida a una embarazada, un niño y otras dos personas atrapadas en el condominio Sky Villa. Sin embargo, la cantidad de cadáveres recuperados aún preocupan a las autoridades, quienes trabajan contra el reloj al estar conscientes del declive de las posibilidades de encontrar sobrevivientes.
La OMS ha clasificado esta crisis como una emergencia de nivel 3, su máximo nivel de activación en el marco de respuesta a desastres, a la vez que ha solicitado urgentemente 8 millones de dólares para atender las necesidades inmediatas en las áreas más afectadas. La carencia de servicios básicos como electricidad y agua potable complica seriamente las tareas de asistencia y recuperación, al mismo tiempo que aumenta el riesgo de brotes de enfermedades.
El desastre ocurre en un contexto donde Myanmar ya enfrentaba severas dificultades derivadas de una crisis humanitaria prolongada tras el golpe de estado en 2021. Actualmente, cerca de 20 millones de personas requieren asistencia humanitaria debido al conflicto político y la guerra civil. Ante la magnitud del sismo, la junta militar del país ha solicitado ayuda internacional y ha recibido apoyo inicial de países como China, Rusia, India, Tailandia, Malasia y Singapur.
El impacto del terremoto trasciende las fronteras de Myanmar, afectando también a su vecino Tailandia, donde al menos 19 personas han muerto. Un edificio en construcción en Bangkok colapsó, y las autoridades locales investigan la situación mientras intentan rescatar a decenas de personas aún atrapadas entre los escombros. Sin embargo, el paso del tiempo reduce drásticamente las esperanzas de rescatar sobrevivientes en esa zona.
La combinación de las secuelas del terremoto, la crisis política y las condiciones humanitarias previas han colocado a Myanmar al borde de una catástrofe aún mayor, requiriendo una respuesta internacional coordinada para mitigar los daños y atender las necesidades inmediatas de los afectados. El terremoto de 7,7 grados en Myanmar es uno de los sismos más fuertes registrados en el sudeste asiático en la última década, destacando la vulnerabilidad sísmica de la región, que se encuentra ubicada en varias placas tectónicas activas.
El terremoto de magnitud 7,7 que golpeó Myanmar el pasado 28 de marzo de 2025 ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes en el país, con un saldo oficial de 2,056 muertos, unos 3,900 heridos y al menos 270 personas desaparecidas. Según proyecciones del Servicio Geológico de Estados Unidos, el número de fallecidos podría superar los 10,000 a medida que avancen las labores de rescate y recuperación.
La catástrofe ha generado una importante destrucción de infraestructura, dificultando las operaciones de rescate. Puentes y carreteras han colapsado, dejando incomunicadas varias áreas críticas, mientras las redes de comunicación permanecen en gran parte inestables. En Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, se registraron el colapso de decenas de edificios, forzando a múltiples residentes a dormir al aire libre ante el temor de réplicas sísmicas. Esto no es menor, considerando que la Organización Mundial de la Salud ha confirmado la destrucción total de tres hospitales y daños parciales en otros 22 centros de atención sanitaria.
En medio de estas adversidades, los equipos de rescate han realizado extraordinarias operaciones, logrando salvar vidas. Entre los rescatados se encuentra una mujer que pasó 60 horas bajo los escombros del Hotel Gran Muralla. También se logró sacar con vida a una embarazada, un niño y otras dos personas atrapadas en el condominio Sky Villa. Sin embargo, la cantidad de cadáveres recuperados aún preocupan a las autoridades, quienes trabajan contra el reloj al estar conscientes del declive de las posibilidades de encontrar sobrevivientes.
La OMS ha clasificado esta crisis como una emergencia de nivel 3, su máximo nivel de activación en el marco de respuesta a desastres, a la vez que ha solicitado urgentemente 8 millones de dólares para atender las necesidades inmediatas en las áreas más afectadas. La carencia de servicios básicos como electricidad y agua potable complica seriamente las tareas de asistencia y recuperación, al mismo tiempo que aumenta el riesgo de brotes de enfermedades.
El desastre ocurre en un contexto donde Myanmar ya enfrentaba severas dificultades derivadas de una crisis humanitaria prolongada tras el golpe de estado en 2021. Actualmente, cerca de 20 millones de personas requieren asistencia humanitaria debido al conflicto político y la guerra civil. Ante la magnitud del sismo, la junta militar del país ha solicitado ayuda internacional y ha recibido apoyo inicial de países como China, Rusia, India, Tailandia, Malasia y Singapur.
El impacto del terremoto trasciende las fronteras de Myanmar, afectando también a su vecino Tailandia, donde al menos 19 personas han muerto. Un edificio en construcción en Bangkok colapsó, y las autoridades locales investigan la situación mientras intentan rescatar a decenas de personas aún atrapadas entre los escombros. Sin embargo, el paso del tiempo reduce drásticamente las esperanzas de rescatar sobrevivientes en esa zona.
La combinación de las secuelas del terremoto, la crisis política y las condiciones humanitarias previas han colocado a Myanmar al borde de una catástrofe aún mayor, requiriendo una respuesta internacional coordinada para mitigar los daños y atender las necesidades inmediatas de los afectados. El terremoto de 7,7 grados en Myanmar es uno de los sismos más fuertes registrados en el sudeste asiático en la última década, destacando la vulnerabilidad sísmica de la región, que se encuentra ubicada en varias placas tectónicas activas.