Apollo Quiboloy, de 74 años, autoproclamado "Hijo designado de Dios" y líder de la secta evangélica Reino de Jesucristo, fue arrestado en Filipinas tras una intensa persecución que duró más de dos semanas. La operación involucró a más de 2,000 policías y culminó en su captura en un complejo de 30 hectáreas en Davao, donde Quiboloy se había refugiado en un búnker subterráneo conocido como Nueva Jerusalén.
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Quiboloy es buscado por el FBI y enfrenta múltiples acusaciones, incluyendo tráfico sexual de menores, fraude y coerción. Durante los enfrentamientos entre sus seguidores y las autoridades, más de 100 fieles y 60 policías resultaron heridos. Además, se reportó una muerte por problemas cardíacos. La policía utilizó gases lacrimógenos y bloqueó carreteras para contener la situación.
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El arresto de Quiboloy se produjo después de que las autoridades emitieran un ultimátum de 24 horas. Finalmente, se entregó acompañado de cuatro miembros de su organización. Las acusaciones contra él son graves e incluyen testimonios de niñas de 12 años forzadas a trabajar como asistentes personales y adolescentes de 14 y 15 años obligadas a realizar actos sexuales. Las víctimas supuestamente escribieron "cartas de compromiso" dedicando su vida y cuerpo a Quiboloy, enfrentando la amenaza de una "condenación eterna" si no cumplían.
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Además de estas acusaciones, dos mujeres ucranianas también lo han acusado de violación. Quiboloy había mantenido conexiones políticas significativas, siendo asesor espiritual del expresidente Rodrigo Duterte. Sin embargo, tras la salida de Duterte del poder, las autoridades filipinas emitieron una orden de arresto en su contra en 2022. La secta de Quiboloy, que afirma tener siete millones de miembros a nivel mundial, sigue activa a pesar de las numerosas acusaciones en su contra.
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El gobierno filipino ha declarado que la captura de Quiboloy es una prioridad, argumentando que las acusaciones representan una amenaza a la protección de los más vulnerables. La situación ha generado tensiones políticas, con la actual vicepresidenta, Sara Duterte, defendiendo a los seguidores de Quiboloy y criticando el uso de la fuerza por parte de la policía.