En un avance significativo en el tratamiento del dolor neuropático, tres pacientes que habían iniciado los trámites para someterse a una eutanasia optaron por interrumpir el proceso después de someterse a una neurocirugía experimental en el Hospital del Mar de Barcelona. Los pacientes, dos mujeres y un hombre, cuyas edades oscilan entre los 50 y 64 años, padecían de dolor neuropático, una afección caracterizada por un dolor intenso y crónico originado en el sistema nervioso sin estímulos externos evidentes.
Los pacientes habían agotado tratamientos convencionales sin lograr alivio alguno. En un intento por buscar alternativas, se sometieron a una primera neurocirugía que buscaba inhibir el componente sensitivo del dolor, sin embargo, esta intervención no resultó efectiva. Dadas las circunstancias, los médicos propusieron una última opción: una técnica experimental de estimulación cerebral profunda.
La segunda cirugía consistió en la implantación de electrodos en el cíngulo anterior del cerebro, con el objetivo de modular el componente afectivo del dolor. Este procedimiento, aunque aún experimental y sin ensayos clínicos que lo avalen, ofreció resultados positivos para dos de los pacientes, quienes reportaron una mejora significativa en su percepción del dolor y decidieron abandonar los trámites de eutanasia.
Una cuarta paciente, también elegible para la neurocirugía, optó por seguir adelante con el procedimiento de eutanasia, resaltando la necesidad de más investigaciones y datos clínicos para establecer la eficacia y seguridad de esta técnica.
El caso de estos pacientes plantea importantes cuestiones éticas y médicas, subrayando la falta de evidencia científica robusta y la necesidad de ofrecer opciones alternativas para los casos más graves de dolor crónico. La estimulación cerebral profunda representa una luz de esperanza para aquellos que no encuentran alivio en los tratamientos tradicionales, aunque queda un largo camino por recorrer en términos de investigación y validación científica. El uso de la estimulación cerebral profunda se ha explorado anteriormente en el tratamiento de enfermedades como el Parkinson y la depresión, abriendo nuevas posibilidades para el manejo del dolor crónico.