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Controversias en aumento: afinidad de Donald Trump con Vladimir Putin impacta política exterior de EE. UU.

La estrecha relación entre Donald Trump y Vladimir Putin vuelve al centro del debate internacional, en medio de decisiones de la Casa Blanca que, según expertos, beneficiarían los intereses del Kremlin y cuestionan la seguridad nacional e influencia global de Estados Unidos.

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Controversias en aumento: afinidad de Donald Trump con Vladimir Putin impacta política exterior de EE. UU.

La estrecha relación entre Donald Trump y Vladimir Putin vuelve al centro del debate internacional, en medio de decisiones de la Casa Blanca que, según expertos, beneficiarían los intereses del Kremlin y cuestionan la seguridad nacional e influencia global de Estados Unidos.

“Se trata del desmantelamiento ante nuestros ojos del orden internacional liderado por Estados Unidos, algo por lo que Putin ha trabajado durante toda su carrera”

– Afirmó Calder Walton, de la Kennedy School of Government de Harvard.

8/3/2025

Desde su regreso al poder, Donald Trump ha implementado políticas que han despertado preocupaciones por el aparente acercamiento entre su administración y los intereses del Kremlin. La afinidad entre Trump y Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha sido objeto de escrutinio por parte de agencias de inteligencia, funcionarios de seguridad y líderes internacionales debido a posibles implicaciones para la estabilidad global.

En 2017, las agencias de inteligencia estadounidenses llegaron a la conclusión de que Rusia llevó a cabo un esfuerzo masivo para interferir en las elecciones presidenciales de 2016 con el propósito de beneficiar a Trump, sembrar dudas sobre la integridad del proceso electoral y socavar el "orden mundial liberal" encabezado por EE. UU. Ocho años más tarde, Trump desestimó estas acusaciones tachándolas de una "falsa caza de brujas", defendiendo a Putin y describiendo las investigaciones como un ataque compartido por parte de un adversario común, que incluye legisladores demócratas, líderes europeos y el llamado "estado profundo" de Washington.

Políticamente, las medidas recientes de la Casa Blanca han sido recibidas con aprobación por altos funcionarios rusos. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, declaró que las iniciativas de la nueva administración estadounidense "se alinean en gran medida con nuestra visión". Entre estas acciones destaca la reducción de programas de ayuda exterior en países como Hungría, movimientos que fortalecen la influencia rusa, y la suspensión de la cooperación en inteligencia con Ucrania, nación que se encuentra confrontando directamente la invasión rusa, iniciada en febrero de 2022 y que ya ha dejado miles de víctimas civiles.

Asimismo, Trump ha culpado a Ucrania de no mostrar suficiente disposición hacia las negociaciones de paz y ha instado a su gobierno a realizar concesiones significativas a Rusia, posicionándose como mediador en el conflicto. Aunque prometió sanciones económicas contra Moscú tras el escalamiento militar en Ucrania, en un giro horas después calificó los bombardeos rusos como una muestra de intención conciliatoria.

El vínculo entre Trump y Putin, consolidado desde su primera reunión oficial en la cumbre de Hamburgo en 2017, ha moldeado visiblemente el panorama político bilateral. Testimonios como el de Rex Tillerson, exsecretario de Estado, relatan cómo Putin aprovechó el encuentro para desacreditar a Ucrania, describiéndola como un "país inventado y corrupto". Estas narrativas comenzaron a replicarse progresivamente en discursos públicos de Trump y, más tarde, en sectores del Partido Republicano.

Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, también ha destacado el alineamiento actual señalando errores históricos atribuidos a Europa Occidental, mientras describe a EE. UU. en términos más neutrales, en un cambio que respalda la postura de Moscú hacia las políticas de la administración Trump.

Susan Miller, exjefa de contrainteligencia de la CIA, quien lideró la evaluación de la interferencia electoral rusa en 2017, expresó que no existe ambigüedad respecto al objetivo ruso: diseminar desinformación y erosionar la confianza en la democracia estadounidense. Los informes iniciales sobre el alcance de la influencia rusa mostraron rigurosa imparcialidad, según Miller, quien fue interrogada durante más de ocho horas por el equipo del fiscal John Durham, sin que se encontraran fallos en el análisis de inteligencia de aquel año.

A pesar de ello, Trump sostiene que las indagaciones reflejan un complot institucional contra él y han reforzado su afinidad ideológica con Putin. Según Miller, esta dinámica puede explicarse como una "envidia autócrata", donde Trump admira la capacidad de Putin de gobernar sin restricciones, algo lejano para cualquier líder estadounidense.

El impacto de este acercamiento político no solo profundiza las divisiones internas en EE. UU., sino que también transforma el escenario global. Marco Rubio, secretario de Estado, recientemente caracterizó la guerra en Ucrania como un peligroso enfrentamiento de poder entre Rusia y Estados Unidos, en una posición que coincidió con Peskov, portavoz del Kremlin, alimentando aún más las inquietudes internacionales.

La primera reunión formal entre Trump y Putin, realizada en 2017, incluyó citas históricas como la justificación de Putin de la influencia rusa sobre Ucrania basándose en las intervenciones de Theodore Roosevelt en América Latina, un referente que Trump ha admirado durante años.

Algo Curioso

“Se trata del desmantelamiento ante nuestros ojos del orden internacional liderado por Estados Unidos, algo por lo que Putin ha trabajado durante toda su carrera”

– Afirmó Calder Walton, de la Kennedy School of Government de Harvard.

Mar 8, 2025
Colglobal News

Desde su regreso al poder, Donald Trump ha implementado políticas que han despertado preocupaciones por el aparente acercamiento entre su administración y los intereses del Kremlin. La afinidad entre Trump y Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha sido objeto de escrutinio por parte de agencias de inteligencia, funcionarios de seguridad y líderes internacionales debido a posibles implicaciones para la estabilidad global.

En 2017, las agencias de inteligencia estadounidenses llegaron a la conclusión de que Rusia llevó a cabo un esfuerzo masivo para interferir en las elecciones presidenciales de 2016 con el propósito de beneficiar a Trump, sembrar dudas sobre la integridad del proceso electoral y socavar el "orden mundial liberal" encabezado por EE. UU. Ocho años más tarde, Trump desestimó estas acusaciones tachándolas de una "falsa caza de brujas", defendiendo a Putin y describiendo las investigaciones como un ataque compartido por parte de un adversario común, que incluye legisladores demócratas, líderes europeos y el llamado "estado profundo" de Washington.

Políticamente, las medidas recientes de la Casa Blanca han sido recibidas con aprobación por altos funcionarios rusos. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, declaró que las iniciativas de la nueva administración estadounidense "se alinean en gran medida con nuestra visión". Entre estas acciones destaca la reducción de programas de ayuda exterior en países como Hungría, movimientos que fortalecen la influencia rusa, y la suspensión de la cooperación en inteligencia con Ucrania, nación que se encuentra confrontando directamente la invasión rusa, iniciada en febrero de 2022 y que ya ha dejado miles de víctimas civiles.

Asimismo, Trump ha culpado a Ucrania de no mostrar suficiente disposición hacia las negociaciones de paz y ha instado a su gobierno a realizar concesiones significativas a Rusia, posicionándose como mediador en el conflicto. Aunque prometió sanciones económicas contra Moscú tras el escalamiento militar en Ucrania, en un giro horas después calificó los bombardeos rusos como una muestra de intención conciliatoria.

El vínculo entre Trump y Putin, consolidado desde su primera reunión oficial en la cumbre de Hamburgo en 2017, ha moldeado visiblemente el panorama político bilateral. Testimonios como el de Rex Tillerson, exsecretario de Estado, relatan cómo Putin aprovechó el encuentro para desacreditar a Ucrania, describiéndola como un "país inventado y corrupto". Estas narrativas comenzaron a replicarse progresivamente en discursos públicos de Trump y, más tarde, en sectores del Partido Republicano.

Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, también ha destacado el alineamiento actual señalando errores históricos atribuidos a Europa Occidental, mientras describe a EE. UU. en términos más neutrales, en un cambio que respalda la postura de Moscú hacia las políticas de la administración Trump.

Susan Miller, exjefa de contrainteligencia de la CIA, quien lideró la evaluación de la interferencia electoral rusa en 2017, expresó que no existe ambigüedad respecto al objetivo ruso: diseminar desinformación y erosionar la confianza en la democracia estadounidense. Los informes iniciales sobre el alcance de la influencia rusa mostraron rigurosa imparcialidad, según Miller, quien fue interrogada durante más de ocho horas por el equipo del fiscal John Durham, sin que se encontraran fallos en el análisis de inteligencia de aquel año.

A pesar de ello, Trump sostiene que las indagaciones reflejan un complot institucional contra él y han reforzado su afinidad ideológica con Putin. Según Miller, esta dinámica puede explicarse como una "envidia autócrata", donde Trump admira la capacidad de Putin de gobernar sin restricciones, algo lejano para cualquier líder estadounidense.

El impacto de este acercamiento político no solo profundiza las divisiones internas en EE. UU., sino que también transforma el escenario global. Marco Rubio, secretario de Estado, recientemente caracterizó la guerra en Ucrania como un peligroso enfrentamiento de poder entre Rusia y Estados Unidos, en una posición que coincidió con Peskov, portavoz del Kremlin, alimentando aún más las inquietudes internacionales.

La primera reunión formal entre Trump y Putin, realizada en 2017, incluyó citas históricas como la justificación de Putin de la influencia rusa sobre Ucrania basándose en las intervenciones de Theodore Roosevelt en América Latina, un referente que Trump ha admirado durante años.

Desde su regreso al poder, Donald Trump ha implementado políticas que han despertado preocupaciones por el aparente acercamiento entre su administración y los intereses del Kremlin. La afinidad entre Trump y Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha sido objeto de escrutinio por parte de agencias de inteligencia, funcionarios de seguridad y líderes internacionales debido a posibles implicaciones para la estabilidad global.

En 2017, las agencias de inteligencia estadounidenses llegaron a la conclusión de que Rusia llevó a cabo un esfuerzo masivo para interferir en las elecciones presidenciales de 2016 con el propósito de beneficiar a Trump, sembrar dudas sobre la integridad del proceso electoral y socavar el "orden mundial liberal" encabezado por EE. UU. Ocho años más tarde, Trump desestimó estas acusaciones tachándolas de una "falsa caza de brujas", defendiendo a Putin y describiendo las investigaciones como un ataque compartido por parte de un adversario común, que incluye legisladores demócratas, líderes europeos y el llamado "estado profundo" de Washington.

Políticamente, las medidas recientes de la Casa Blanca han sido recibidas con aprobación por altos funcionarios rusos. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, declaró que las iniciativas de la nueva administración estadounidense "se alinean en gran medida con nuestra visión". Entre estas acciones destaca la reducción de programas de ayuda exterior en países como Hungría, movimientos que fortalecen la influencia rusa, y la suspensión de la cooperación en inteligencia con Ucrania, nación que se encuentra confrontando directamente la invasión rusa, iniciada en febrero de 2022 y que ya ha dejado miles de víctimas civiles.

Asimismo, Trump ha culpado a Ucrania de no mostrar suficiente disposición hacia las negociaciones de paz y ha instado a su gobierno a realizar concesiones significativas a Rusia, posicionándose como mediador en el conflicto. Aunque prometió sanciones económicas contra Moscú tras el escalamiento militar en Ucrania, en un giro horas después calificó los bombardeos rusos como una muestra de intención conciliatoria.

El vínculo entre Trump y Putin, consolidado desde su primera reunión oficial en la cumbre de Hamburgo en 2017, ha moldeado visiblemente el panorama político bilateral. Testimonios como el de Rex Tillerson, exsecretario de Estado, relatan cómo Putin aprovechó el encuentro para desacreditar a Ucrania, describiéndola como un "país inventado y corrupto". Estas narrativas comenzaron a replicarse progresivamente en discursos públicos de Trump y, más tarde, en sectores del Partido Republicano.

Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, también ha destacado el alineamiento actual señalando errores históricos atribuidos a Europa Occidental, mientras describe a EE. UU. en términos más neutrales, en un cambio que respalda la postura de Moscú hacia las políticas de la administración Trump.

Susan Miller, exjefa de contrainteligencia de la CIA, quien lideró la evaluación de la interferencia electoral rusa en 2017, expresó que no existe ambigüedad respecto al objetivo ruso: diseminar desinformación y erosionar la confianza en la democracia estadounidense. Los informes iniciales sobre el alcance de la influencia rusa mostraron rigurosa imparcialidad, según Miller, quien fue interrogada durante más de ocho horas por el equipo del fiscal John Durham, sin que se encontraran fallos en el análisis de inteligencia de aquel año.

A pesar de ello, Trump sostiene que las indagaciones reflejan un complot institucional contra él y han reforzado su afinidad ideológica con Putin. Según Miller, esta dinámica puede explicarse como una "envidia autócrata", donde Trump admira la capacidad de Putin de gobernar sin restricciones, algo lejano para cualquier líder estadounidense.

El impacto de este acercamiento político no solo profundiza las divisiones internas en EE. UU., sino que también transforma el escenario global. Marco Rubio, secretario de Estado, recientemente caracterizó la guerra en Ucrania como un peligroso enfrentamiento de poder entre Rusia y Estados Unidos, en una posición que coincidió con Peskov, portavoz del Kremlin, alimentando aún más las inquietudes internacionales.

La primera reunión formal entre Trump y Putin, realizada en 2017, incluyó citas históricas como la justificación de Putin de la influencia rusa sobre Ucrania basándose en las intervenciones de Theodore Roosevelt en América Latina, un referente que Trump ha admirado durante años.

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