En los callejones congestionados de Pakadjuma, una de las zonas más pobres de esta ciudad de 17 millones de habitantes, el virus de la viruela del mono (mpox) está causando estragos, afectando especialmente a mujeres y niños. Mireille Efonge, madre y trabajadora sexual, es uno de los muchos casos registrados este año. “Nunca había oído hablar de esta enfermedad”, confesó mientras narraba su experiencia con fiebre y dolorosas ampollas que la dejaron postrada.
La crisis comenzó con la detección de una nueva cepa del virus en un remoto pueblo minero del este del Congo. Esta variante, denominada Clado Ib, ha demostrado ser más contagiosa y está desbordando los esfuerzos de las autoridades sanitarias. Desde su identificación, se han reportado más de 53,000 casos y 1,250 muertes en el país, marcando un dramático aumento respecto al año anterior.
Condiciones Propicias para la Propagación
Pakadjuma, un barrio marginal rodeado de altos muros y zanjas de aguas residuales, se ha convertido en un foco de la epidemia. Allí, las trabajadoras sexuales reciben múltiples clientes cada noche, a menudo en condiciones insalubres que facilitan la transmisión del virus. Según el Dr. Placide Mbala, del Instituto Nacional de Investigación Biomédica, este barrio es un “punto crítico” donde las dos cepas del virus coexisten, aumentando el riesgo de mutaciones que podrían hacer al virus más transmisible.
La falta de infraestructura básica, como acceso al agua potable y servicios de salud adecuados, agrava la situación. En los campamentos de desplazados cercanos, millones de personas viven hacinadas, creando un ambiente propicio para la propagación del virus.
Respuesta Sanitaria: Vacilante y Desorganizada
Pese a los intentos por contener la enfermedad, los esfuerzos han sido insuficientes. Una campaña de vacunación lanzada en diciembre ha avanzado lentamente. De las más de 385,000 vacunas recibidas, solo 53,000 han sido administradas. La logística, la burocracia y la falta de recursos son algunos de los factores que explican este retraso.
En los centros de tratamiento, las condiciones son igualmente precarias. Los hospitales carecen de insumos básicos y los trabajadores de salud, mal pagados, se enfrentan a un riesgo constante de infección. En el hospital Vijana, donde los pacientes conviven hacinados, un médico contrajo el virus mientras trataba a un paciente y estuvo semanas hospitalizado.
Impacto en las Comunidades Vulnerables
El mpox no solo está afectando a los adultos. Alrededor del 50% de los casos reportados son en niños menores de 15 años, muchos de ellos infectados por sus madres. Sin embargo, ninguno de estos menores ha recibido una vacuna.
Las trabajadoras sexuales, como Kyiazine Lwanga, enfrentan dilemas desgarradores. Infectada en octubre, fue aconsejada a dejar su trabajo, pero la falta de alternativas económicas la obliga a continuar, incluso cuando los clientes son cada vez más escasos.
El virus, que ya se ha extendido a otros seis países africanos y a viajeros en Estados Unidos, Canadá y Europa, plantea un desafío no solo para el Congo, sino para la salud pública global. “Si el virus se propaga en esta población vulnerable, será difícil erradicarlo”, advirtió el Dr. Mbala.
A pesar de los carteles que instan a la población a identificar los síntomas y buscar atención médica, el estigma y el miedo impiden que muchas personas se acerquen a los centros de salud. Como resultado, el virus sigue circulando libremente, amenazando con convertirse en una crisis sanitaria aún mayor.
La lucha contra el mpox en Kinshasa subraya la necesidad de una respuesta internacional más coordinada y efectiva. Sin recursos adecuados, las vidas de miles de personas en el Congo —y potencialmente en el resto del mundo— seguirán en peligro.