El 12 de abril de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la exención de aranceles para ciertos productos tecnológicos importados desde China. Esta decisión, que marca un cambio relevante en la política comercial del país, fue oficializada mediante una guía de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), aclarando que los productos exentos deben haber salido de los almacenes a partir del 5 de abril de 2025.
Trump había instituido previamente un arancel del 145% sobre bienes importados desde China, afectando una variedad de productos, incluidos dispositivos electrónicos. Dentro de la exención anunciada ahora, se incluyen smartphones, computadoras, semiconductores, celdas solares, pantallas de panel plano, discos flash y tarjetas de memoria, abarcando un total de 20 categorías de productos tecnológicos. Esta exclusión también contempla aranceles menores, como aquellos del 125% para importaciones chinas o del 10% para productos de otros países. Sin embargo, aún se mantiene un arancel del 20% sobre bienes provenientes de China relacionados con la lucha contra el fentanilo.
El impacto inmediato de esta decisión ha sido palpable en grandes corporaciones tecnológicas, como Apple y Dell, que dependen significativamente de la manufactura en China. En el caso de Apple, la compañía produce el 80% de los iPads y más del 50% de las Mac en territorio chino. Según cálculos del mercado, de haberse mantenido los aranceles, el precio de un iPhone podría haber alcanzado hasta $3,500, un aumento que habría repercutido directamente en el consumidor final.
Las consecuencias iniciales de los aranceles, antes de esta nueva medida, fueron severas: Apple perdió más de $640 mil millones en valor de mercado y el índice bursátil S&P 500 experimentó una caída superior al 5% debido a la incertidumbre generada por las políticas comerciales del gobierno. Analistas como Dan Ives, de Wedbush Securities, han descrito la exclusión de teléfonos inteligentes y chips como un "cambio de juego" para el sector tecnológico global.
Desde un plano estratégico, la administración de Trump busca fomentar el traslado de la producción y manufactura tecnológica al territorio estadounidense, reduciendo la dependencia de otras naciones. "No se puede depender de China para la fabricación de tecnologías críticas", afirmó el secretario de prensa adjunto de la Casa Blanca, Kush Desai. A pesar de que el presidente pausó temporalmente el aumento de aranceles sobre varios países, esta pausa no aplicó para los productos chinos, manteniendo las tensiones comerciales.
La Casa Blanca justificó esta decisión como parte de un esfuerzo por garantizar que las empresas estadounidenses sigan siendo competitivas en un mercado internacional, librándolas de las cargas financieras excesivas que podrían derivarse de los aranceles.
El 12 de abril de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la exención de aranceles para ciertos productos tecnológicos importados desde China. Esta decisión, que marca un cambio relevante en la política comercial del país, fue oficializada mediante una guía de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), aclarando que los productos exentos deben haber salido de los almacenes a partir del 5 de abril de 2025.
Trump había instituido previamente un arancel del 145% sobre bienes importados desde China, afectando una variedad de productos, incluidos dispositivos electrónicos. Dentro de la exención anunciada ahora, se incluyen smartphones, computadoras, semiconductores, celdas solares, pantallas de panel plano, discos flash y tarjetas de memoria, abarcando un total de 20 categorías de productos tecnológicos. Esta exclusión también contempla aranceles menores, como aquellos del 125% para importaciones chinas o del 10% para productos de otros países. Sin embargo, aún se mantiene un arancel del 20% sobre bienes provenientes de China relacionados con la lucha contra el fentanilo.
El impacto inmediato de esta decisión ha sido palpable en grandes corporaciones tecnológicas, como Apple y Dell, que dependen significativamente de la manufactura en China. En el caso de Apple, la compañía produce el 80% de los iPads y más del 50% de las Mac en territorio chino. Según cálculos del mercado, de haberse mantenido los aranceles, el precio de un iPhone podría haber alcanzado hasta $3,500, un aumento que habría repercutido directamente en el consumidor final.
Las consecuencias iniciales de los aranceles, antes de esta nueva medida, fueron severas: Apple perdió más de $640 mil millones en valor de mercado y el índice bursátil S&P 500 experimentó una caída superior al 5% debido a la incertidumbre generada por las políticas comerciales del gobierno. Analistas como Dan Ives, de Wedbush Securities, han descrito la exclusión de teléfonos inteligentes y chips como un "cambio de juego" para el sector tecnológico global.
Desde un plano estratégico, la administración de Trump busca fomentar el traslado de la producción y manufactura tecnológica al territorio estadounidense, reduciendo la dependencia de otras naciones. "No se puede depender de China para la fabricación de tecnologías críticas", afirmó el secretario de prensa adjunto de la Casa Blanca, Kush Desai. A pesar de que el presidente pausó temporalmente el aumento de aranceles sobre varios países, esta pausa no aplicó para los productos chinos, manteniendo las tensiones comerciales.
La Casa Blanca justificó esta decisión como parte de un esfuerzo por garantizar que las empresas estadounidenses sigan siendo competitivas en un mercado internacional, librándolas de las cargas financieras excesivas que podrían derivarse de los aranceles.