Científicos han descubierto una de las estructuras galácticas más impresionantes conocidas hasta ahora: Porphyrion. Ubicada a aproximadamente 7.5 mil millones de años luz de distancia, esta estructura se extiende por 7 megaparsecs (o 23 millones de años luz), lo que equivale a 140 veces la longitud de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
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Porphyrion, nombrado en honor al rey de los gigantes en la mitología griega, genera jets de energía que rivalizan en magnitud con trillones de soles. A pesar de su inmensidad, estos jets han mantenido una estructura estable durante aproximadamente un billón de años, lo que casi es un misterio en cuanto a su formación y mantenimiento.
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La formación de estos jets de agujeros negros supermasivos se produce cuando el material de un disco de acreción es acelerado a lo largo de líneas de campo magnético hacia los polos del agujero negro. Para formar jets de tal magnitud, es necesario un suministro continuo de material durante casi mil millones de años.
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Las implicaciones cosmológicas de Porphyrion son significativas. Se ha planteado que los jets de esta estructura podrían estar influyendo en la estructura del universo, afectando la temperatura y los campos magnéticos en los vacíos intergalácticos. La longitud de estos jets representa aproximadamente el 66% del radio del vacío en el que Porphyrion se encuentra, sugiriendo un papel potencial en la escultura del tejido cósmico.
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Este hallazgo no es aislado. Más de 10,000 sistemas de jets se han detectado utilizando el telescopio LOFAR, lo que indica que hay muchos más agujeros negros con jets gigantes aún por descubrir. Los investigadores planean profundizar en cómo estos jets afectan su entorno, dispersando energía en forma de rayos cósmicos, calor y campos magnéticos a distancias considerablemente mayores de lo que se había pensado.
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La publicación de esta investigación en la revista Nature subraya la relevancia de estos descubrimientos en el ámbito astrofísico, proporcionando nuevas perspectivas sobre la evolución y dinámica de las galaxias y del universo en general. El telescopio LOFAR (Low Frequency Array) fue clave para detectar esta estructura, demostrando la importancia de la observación en frecuencias bajas para la exploración del cosmos.