El coronel Simón Bolívar, de 29 años, llegó a Cartagena (Colombia) en noviembre de 1812, vía Curazao, de huida por la pérdida del fortín militar de Puerto Cabello y también humillado por la capitulación del Precursor Francisco Miranda, hecho éste que llevó al propio Bolívar a capturarlo y entregarlo a los españoles.
Todo lo hizo a prisa, como si no le alcanzara el tiempo, volando, como decía en una de sus expresiones favoritas. Simultáneamente libró una lucha personal por la abolición de la esclavitud.
Destinado al modesto pueblo de Barrancas sobre el Río Magdalena, a órdenes del general francés Pedro Labatut, excompañero de Miranda en las huestes ahora ociosas de las guerras de Napoleón Bonaparte, protagonizó unos audaces y certeros golpes a los realistas, con la mira puesta en Venezuela.
El congreso de la Nueva Granada, presidido por Camilo Torres, le otorgó la nacionalidad granadina y ascendió a general el 21 de marzo de 1813.
El futuro Libertador había escogido Cartagena por su proximidad con Venezuela y animado por el deseo obsesivo de liberar a su patria. Así lo manifestó expresamente en su Manifesto de Cartagena, en 1812: “Yo soy granadinos un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria… A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada la reconquista de Caracas”.
Luego en la Carta de Jamaica en 1815 justificó la independencia de América porque los americanos “no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien…”.
Después de la toma de Bogotá a fines de 1814, el congreso de las provincias unidas tuvo la soberana previsión de concederle el título de jefe supremo de las fuerzas federadas13 y la autorización de conducirlas a Venezuela, previa liberación de la realista Santa Marta, con la precisión de que el ejército bajo su mando solo tuviera el carácter de libertador de Venezuela14.
*Extracto de Crónicas de la Independencia (Edición especial UCNC, Bogotá, 2019)