Opinión

Trump: entre la inmunidad presidencial y la polarización de Estados Unidos

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Supongamos que Donald Trump hubiera muerto en el atentado de ayer. De todas formas, tarde o temprano morirá; ya es un anciano compitiendo con otro candidato que estaría casi al final de su vida en cuatro años, el período presidencial en Estados Unidos. Así que imaginemos a Trump rejuvenecido en otra vida, donde esperemos que madure, algo que no logró en esta. Que termine su delirante periplo por esta tierra sin causar más destrucción de la economía o perseguiendo prostitutas, y que pueda sentarse en un trono, exhibir su mazo o dar la señal de inicio en un torneo en Mar-a-Lago, sin exhibir a conveniencia archivos reservados del gobierno para aniquilar aún más su legado.

El primer señalado en caso de ese desafortunado suceso sería Joe Biden, su rival directo que ya está debilitado, aunque muchos lo consideran más estable mentalmente que el desmesurado Trump. Luego seguirían el FBI, siguiendo la narrativa que surgió tras el caso JFK; y quizás la CIA, conocida por sus maniobras y manipulaciones en múltiples casos. Hollywood probablemente culparía a los "hombres de negro".

Incluso el Pentágono podría estar implicado, la DEA podría admitir responsabilidad o interferencia, y entrarían en el abanico el Mossad o la ya extinta KGB, avivando el caos necesario para opacar la cruel guerra en Ucrania o Palestina. La OTAN, que enfrentaría crisis si su mayor crítico aterrizara en la Casa Blanca, o algún psicópata enardecido, o un fanático de Trump decidido a elevarlo a la posteridad como un semidiós. Todos estos actores con intereses diversos, e incluso algún inconforme con decisiones de la Corte Suprema que amparan a Trump bajo inmunidad presidencial, amenazando la democracia.

Si Trump hubiera fallecido, habría desórdenes, disturbios, protestas, pero sin duda el republicano que lo sustituya triunfaría.

¿Fin de la historia? ¿O un nuevo comienzo? ¿Autoatentado o atentado? Donald Trump, quien ha sido comparado moralmente con el señor Montgomery Burns y en coeficiente intelectual con Homero Simpson por sus detractores. Un Trump que ha polarizado y dividido la sociedad americana, algo que ni siquiera el Pacto de Varsovia logró en plena Guerra Fría. Su soterrado deseo de debilitar la OTAN, soñado por el Politburó de la antigua URSS y añoranza de Putin.

Hay tantos sospechosos que escapan a mi lista: la izquierda, los musulmanes, los fundamentalistas de todas las ideologías, los cubanos, entre otros.

Recientemente, descubrí en un libro de César Augusto Ayala, "Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953 – 1954", cómo Doña Bertha Hernández de Ospina expuso que Laureano Gómez, antes de abandonar el poder, propuso entregar el gobierno al general Marshall en medio del caos que él mismo había auspiciado. Este acto, visto hoy como un flagrante delito de traición a la patria, podría haber llevado al platanal a convertirse en nuestro estado número 49 de la unión americana. Trump pretende desmantelar la unión, pero a nuestra tradición republicana seguramente habría ofendido tal propuesta.

Es difícil ver una salida a esta crisis, porque somos como somos y estamos donde estamos. Aunque, como parte de la unión, habríamos sido más que una simple cola de león y no la cabeza de ratón; hoy campeones entre todos los roedores. Podríamos haber superado nuestras dificultades como Puerto Rico, reconstruido en tiempo récord tras grandes desastres.

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