Opinión

La nostalgia del silencio

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"No deseo olvidarte. ¿Quién podría reemplazarte? Tú seguirás siempre aquí. Tú seguirás siempre en mí mientras mi alma sienta la luz del sol..." De la canción "Mientras mi alma sienta" de Camilo Blanes Cortés, dedicada a su padre una vez fallecido.

Como cusumbosolo y sin cumplir su mayoría de edad, dejándolo todo, llegó a esa ciudad salvaje comparada con su tranquilo y alejado pueblo. Con apenas estudios básicos y primarios, y con varias mudas de ropa, vagó y no desfalleció buscando trabajo. Llegaron muchas noches desoladas y agrietadas por insensatos violentos, épocas de confrontación previas a la frágil paz liberal-conservadora del Frente Nacional.

Hambre, frío, lluvia, y repita la dosis. Su sonrisa se fue descolorando y se la comió el silencio. Le quedó de hábito la misa dominical y su escasez de juicios.

Aleccionado, se hizo a un empleo público de bajo rango y se matriculó en la escuela del matrimonio sin haber trasegado mucho; sus demás hermanos pernoctaron en su sencilla casita por años y luego se desgranaron como mazorca, forjando la misma inducción.

Se jubiló rapidito a los 50 y siguió haciendo lo suyo: callar y mirar sin enjuiciar.

Alguna que otra rabieta al calor de unos tragos de licor que al día siguiente era la diversión de su familia. Él miraba y callaba con un dejo de picardía, sin murmullo alguno.

Envejeció dignamente, falleció instantes después de haberse despedido de todos sus hijos y nietos. No dejó nada aplazado.

Sus historias, no contadas por él, se construyeron por retazos, por anécdotas del entorno y alguna palabreja que su mujer alguna vez dijo en tiempos prehistóricos.

Construyó su propio Frente Nacional y estaba muy resuelto a respetarlo, con ideas muy claras sobre el libre albedrío que solo aprendió practicando en silencio.

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