Opinión

El Umbral del Éxtasis

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¿Platanal? ¿Locombia? ¿República bananera? O será delito de traición a la patria proponer que seamos otro estado libre y asociado como Puerto Rico, a la unión americana y así reorganizar este desastre. Si nos demoramos creo que no reciben nuestra soberanía de pacotilla.

Repasemos: exagerada corrupción. ¿Cuál independencia de poderes? Exagerado poder del Consejo de Estado cooptado por el Vargasllerismo, solo basta recordar como ignoró de soslayo a grandes juristas, para proponer un ujier del partido Cambio Radical sin mayor aporte a las ciencias jurídicas o a la administración de justicia. Es la entidad que nombra tres de los seis miembros del Consejo Superior de la Judicatura, que a su vez conforma las listas para suplir vacantes en las Honorables Corte Suprema de Justicia y en el mismo Consejo de Estado. Pero ahora será la que revisará las decisiones de la Procuraduría en matería sancionatoria sobre miembros de corporaciones y líderes elejidos electoralmente.

Tanto poder obnubila. Atraganta. Sus fallos más que jurídicos tendrán más acentuado tufillo de politiquería. Conocidos sus raudos fallos donde arrasan congresistas de la coalición de gobierno y pasivos, mansos y genuflexos con escandalosos hechos dignos de destitución o sanción a miembros de la casta política en actual oposición, pero con su nómina en el gobierno. Y ni hablar de cuestionados fallos como el que de un plumazo frente al juicioso fallo del Honorable Tribunal Superior de Cundinamarca, revocó y absolvió a Corficolombiana, en el entramado criminal relevante de Odebrecht, quien no tuvo la misma suerte ante la justicia de USA, donde debió pagar una millonaria indemnización por sobornos realizados, Corficolombiana es una empresa del grupo Aval, cuyo dueño ha sido condecorado por gremios empresariales recientemente.

Les invito hoy a leer la columna de Ramiro Bejarano Guzmán de el diario El Espectador de esta fecha titulada "Legado Envenenado" que expone algunas de esas extrañas virtudes no manifiestas de la Administración de Justicia.

Estamos sobrediagnosticados: nepotismo, corrupción, entrampamientos, chuzaDAS, doble moral, impunidad del 90 %, no hay mucho de que ufanarse.

Se oponen a la aprobación de la ley de financiamiento para abonar y saldar la deuda que los grandes "cacaos" adquirieron en nombre de todos, pero para unos renglones determinados de muy pocos -que tal los escándalos en la vena rota de la salud, la contratación pública estilo sastre, el sesgo ideológico en las investigaciones de la Procuraduría General, la paquidérmica Fiscalía en investigaciones frente a los reales dueños de este país, los abruptos y mediocres a conveniencia cambios de jurisprudencia, la entrega de la justicia a tribunales de arbitramento internacionales de carácter privado, CIADI, dónde el looby es el enemigo oculto-, pero celebran airosos la ilegal ''reforma tributaria" que acaba de imponer el inexperto gobernador de Antioquia a traves de una Ordenanza que viola la ley 142 de 1994.

La ley del embudo, si es reforma tributaria para aliviar cargas en el pago de la deuda externa que es de todos, no hay dinero, pero si es para capitalizar y rentabilizar la hegemonía de un grupo corporarivo, yes.

Agobiados por este desestado de desderecho, los invito a desestresarse en esta navidad, leyendo derecho romano antiguo por que el reciente y vigente no se aplica, sino averiguen si se cumplen las decisiones de la CIDH, lean historia, filosofía, contemplen el arte, divaguen en la literatura, mediten, oren, escuchen música, pero no frecuenten en esta temporada ni la política ni sus ramificaciones, demos menos reflector a los togados politiqueros de la new justice.

Por lo anterior los invito a leer algo menos apasionante, es como pedalear en una bicicleta por el aire, una aptitud de avestruz necesaria que no dejará tanta ira  en el corazón.

El Umbral del Éxtasis

Acto I: Encuentro en la frontera del tiempo

Escena 1: El bosque y la cabaña

(El bosque es misterioso, con tonos azulados y verdes oscuros. El ulular del viento se mezcla con cánticos graves en ruso, a los que se añaden ligeros acordes de sitar. En el centro del escenario, una cabaña de madera iluminada por velas. La atmósfera es etérea, con destellos de luz que simulan estrellas).

(Rasputín entra lentamente, con su túnica oscura y su andar errático. Mira alrededor, desconfiado).

Rasputín: (con voz grave) ¿Qué es esto? No es el bosque de Siberia, ni los pasillos dorados de San Petersburgo. ¿Quién me ha llamado aquí?

(Dentro de la cabaña, sentado con las piernas cruzadas, está Osho. Lleva una túnica clara y un gorro característico. Juega con un orbe de cristal que refleja la luz de las velas).

Osho: (sin mirarlo) Bienvenido, peregrino.

Rasputín: (ríe con sarcasmo) ¿Peregrino? Los peregrinos buscan algo, y yo ya encontré todo lo que necesitaba en vida. ¿Quién eres?

Osho: Soy una sombra de lo que tú eres. Y tú eres una sombra de lo que yo fui.

Rasputín: (se acerca lentamente, mirándolo con desconfianza) Hablas como los sacerdotes que temen al fuego. Pero yo no temo a nada.

Osho: (lo señala con suavidad) Te equivocas. Temes a lo que aún no puedes comprender. Siéntate, y veamos qué es lo que el fuego tiene que enseñarnos.

(Rasputín se sienta, cruzando los brazos. Ambos se miran en silencio durante un momento, mientras la música de fondo se desvanece lentamente).

Escena 2: Revelaciones del fuego y el agua

(El ambiente dentro de la cabaña cambia: las velas emiten una luz más cálida y la música comienza a incluir tambores graves y cánticos rusos. La conversación se centra en los caminos divergentes de ambos personajes).

Rasputín: (golpeando la mesa) En Siberia, el fuego nos mostraba la verdad. Lo alimentábamos con nuestro dolor, con nuestras danzas, con el sonido de los látigos que rompían la carne. Era crudo, pero era divino.

Osho: (calmado) El fuego puede iluminar, pero también puede consumir. Por eso enseñé a mis seguidores a celebrar la vida con calma, con meditación. No necesitábamos el dolor para sentirnos vivos.

Rasputín: (ríe amargamente) Tus palabras son bellas, pero vacías. El sufrimiento nos conecta con algo más grande. Cuando lideré a los Khlysty, vi cómo el éxtasis rompía las barreras del cuerpo. Sentíamos a Dios dentro de nuestras heridas.

Osho: (con voz pausada) Sentir a Dios no requiere heridas. En mis momentos más profundos de meditación, vi cómo el mundo entero se desmoronaba, y con él, mi ego. Esa fue mi iluminación: la comprensión de que el dolor no era necesario.

Rasputín: (lo interrumpe) ¡El dolor no es un fin, es un medio! ¿Qué es la iluminación sin un precio que pagar?

Osho: (mirándolo fijamente) Es libertad.

Escena 3: Iluminación y sacrificio

(Aquí, ambos personajes narran sus momentos de mayor revelación espiritual. La luz cambia según el tono de sus relatos: cálida y parpadeante para Rasputín; fría y suave para Osho).

Rasputín: (de pie, mirando al público) Mi iluminación llegó una noche en los bosques de Siberia. Estábamos en círculo, cantando, danzando, hasta que no quedó fuerza en nuestros cuerpos. Sentí el látigo en mi espalda y, en ese momento, algo se rompió dentro de mí. Ya no era un hombre; era puro fuego, pura conexión. Esa noche entendí que Dios no está en los templos, sino en el éxtasis del sufrimiento compartido.

(La luz se intensifica, y los cánticos rusos suenan más fuerte).

Osho: (también de pie, pero con una calma contrastante) Mi iluminación fue diferente. Fue en silencio, durante una noche estrellada. Estaba sentado bajo un árbol, observando mi respiración. De repente, el tiempo dejó de existir. Sentí que mi cuerpo desaparecía y me convertí en el todo: en el árbol, en las estrellas, en el universo mismo. No hubo dolor, solo una profunda paz.

(La música se transforma en suaves acordes de sitar, mientras la luz se vuelve tenue).


Escena 4: Sus comunidades y el precio del poder

(La conversación se centra en sus experiencias liderando comunidades. Rasputín habla de los Khlysty y su vida en San Petersburgo; Osho, de Oregon y la opulencia de su movimiento).

Rasputín: (con desdén) ¿Riqueza? ¡Qué absurdo me parece eso! En Siberia, lo único que teníamos era nuestra fe. Pero en San Petersburgo, vi cómo el oro corrompía incluso a los hombres más piadosos. Yo llevé algo diferente: un fuego que no podían entender, y por eso intentaron matarme.

Osho: (con ironía) Y lo hicieron. A mí también intentaron destruirme, pero de otra manera. Me exiliaron, me envenenaron, pero no pudieron tocar mi espíritu. En Oregon, construí una ciudad basada en la abundancia. Autos, relojes, trajes... todo era parte del mensaje: no hay contradicción entre lo material y lo espiritual.

Rasputín: (ríe sarcásticamente) Tal vez tu error fue no temer a la riqueza. El mío, no temer a la pobreza. Pero dime, maestro de la calma, ¿qué quedó de tus enseñanzas cuando tus seguidores se dispersaron?

Osho: (serio) Quedaron preguntas. Y esas preguntas siguen vivas.


Acto II: Fusión y trascendencia


Escena 5: El precio del sacrificio

(La cabaña se transforma lentamente: las paredes parecen desaparecer, dando paso a un cielo nocturno lleno de estrellas. En el centro, una cruz proyecta una sombra en el suelo, simbolizando la conexión con Jesús. La música mezcla cánticos cristianos, rusos e hindúes).

Rasputín: (de pie, señalando la sombra de la cruz) ¿Ves esa sombra? Es el símbolo de un hombre que entendió que el sufrimiento es el único camino hacia la verdad. Jesús no murió en paz; murió gritando al cielo, abandonado por su Padre. Pero ese grito fue el inicio de algo inmortal.

Osho: (mirando la cruz con serenidad) Jesús no murió por el sufrimiento; murió por la ignorancia de los hombres que no podían comprenderlo. Su crucifixión no fue su mensaje. Fue su compasión lo que lo hizo eterno.

Rasputín: (con voz apasionada) ¿Compasión? Él cargó con los pecados del mundo, como yo cargué con los pecados de los Romanov. Cuando me flagelaron, cuando intentaron matarme, sentí que estaba en esa cruz.

Osho: (suave pero firme) Y, sin embargo, tú buscaste esa cruz. Yo no. Mi muerte fue silenciosa, sin mártires, sin sangre. Mi enseñanza no necesitaba del sacrificio.

Escena 6: Similitudes en el suplicio

(Ambos personajes comienzan a reflexionar sobre sus finales, encontrando paralelismos con la crucifixión de Jesús. La luz en el escenario cambia entre tonos cálidos y fríos, reflejando sus perspectivas).

Rasputín: (sentándose, mirando al público) Mi muerte fue un espectáculo grotesco. Me envenenaron, me dispararon, y cuando creyeron que ya no podía levantarme, me arrojaron al agua helada. Y aun así, resistí. Como Jesús, me convirtieron en símbolo de algo que no comprendían.

Osho: (caminando lentamente por el escenario) Y a mí también intentaron silenciarme, pero no con balas, sino con veneno en mi comida. Mi cuerpo se debilitó, pero mi mensaje permaneció intacto. ¿No es curioso? Tanto tú como yo enfrentamos el miedo de los poderosos, como Jesús enfrentó al Sanedrín.

Rasputín: (ríe amargamente) Pero Jesús era inocente. Nosotros éramos peligrosos.

Osho: (deteniéndose) Quizás. Pero no porque buscáramos poder, sino porque mostramos un camino diferente.


Escena 7: La fusión final

(El ambiente se vuelve más onírico. La cabaña desaparece por completo, dejando solo un espacio vacío iluminado por una luz celestial. Ambos personajes se acercan lentamente, mientras sus voces se entremezclan en un diálogo poético).

Rasputín: (al público) El dolor es la llave que abre las puertas del alma.

Osho: (mirándolo) Y la paz es el aire que llena el espacio detrás de esa puerta.

Ambos (al unísono): Somos el puente entre el fuego y la calma, entre la cruz y la estrella. En este umbral, dejamos nuestras formas humanas para convertirnos en lo eterno.

(Una niebla cubre el escenario, mientras ambos personajes desaparecen lentamente. La música alcanza un clímax, mezclando cánticos cristianos, rusos e hindúes, antes de desvanecerse en silencio).

Monólogo final combinado

(Una voz en off, combinando las de Rasputín y Osho, cierra la obra).

Voz en off:
El dolor y la calma son las caras de una misma moneda.
Jesús, Rasputín y Osho caminaron por senderos distintos,
pero todos dejaron huellas en el barro de la humanidad.
¿Es el sufrimiento necesario para trascender?
¿O basta con la paz de una mente iluminada?
Esa pregunta queda para ti, peregrino, que sigues buscando.

Escena de cierre

(El escenario queda vacío, salvo por un cuenco con agua y una pequeña llama en su centro. La luz se desvanece lentamente, dejando al público en la oscuridad y el silencio absoluto).

Fin.

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