Tu opinión te perfila y define. La opinión marca trazabilidades y adeptos, así como críticos. En un ambiente superficial, solo te define el lado en el que estás, no en el que prefieres estar.
Uno se lleva lo que hace y deja lo que tiene. Esto último lo olvidamos cada minuto, cada segundo. Sentirse elegido requiere, además del talento, legiones de conciliábulos y marchar siguiendo el paso para subir peldaño a peldaño, hasta ganarse lo que ya tienes, pero perdiendo tu libre discernimiento, libertad, dignidad y respeto para ganar lisonjas que puedes permutar por bonos, bitcoins y monedas.
La política siempre será el tema principal en las páginas de opinión, especialmente los fines de semana. El morbo político es una aficción que alcanza niveles de paroxismo en cualquier lugar.
Los argumentos importan poco; lo que importa es quién los manifiesta, llegando al éxtasis fanático si es del político de nuestros afectos, nutrido por una farándula sospechosa y digna de un buen lavado de cerebro.
En cualquier lugar, incluso más allá de la frontera imaginaria, la política se cuece esencialmente en una ensalada de polarización, noticias falsas -combustible perfecto al estilo "Goebbels"-, el fraude, sin dudarlo el maniqueísmo y la mendacidad pululan en ebullición constante siendo exhibidos impúdicamente por lo peor del deshumano, enfermos por la fiebre del oro.
Para llegar a un cargo de gobernante, debes tener el aval de gruesas chequeras, que generalmente están alineadas en las manos más codiciosas, pues su inversión se verá compensada y centuplicada. Su afán no es apoyar a un gran líder, sino asegurar la inversión que se retribuye en contratos, gabelas, concesiones, administración de recursos públicos con salvoconducto -quien debe controlar y vigilarlo es de la congregación o hermandad-, empresas que se privatizan sospechosamente a precios "chimbos", convenios público-privados de cuestionable beneficio solo para los privados que aportan la cédula, documento o hasta good will impuesto e implementado a través del marketing de medios que son sus ecos de resonancia afines, ni que decir de gobiernos corporativos que incentivan monopolios que cooptan las administraciones públicas. También entra en este concurso el más grueso de todos los patrimonios: el dinero del narcotráfico, la mafia rampante desde la más primitiva, hasta la más refinada.
Estos mercaderes de todos los especímenes trabajan coordinadamente como hormigas arrieras. Hay atisbos de conflicto, múltiples veces fingidos, en un sin fin de redes piramidales, telarañas, hilos conductores y, sin dudarlo, de manera extraordinaria y con mucha convicción cientos de caballos de troya tras bastidores están inmersos en lo más íntimo de sus detractores. Lo que asegura la recompensa. El botín de la cofradía. La francachela, la orgía repulsiva está servida y, ¡ay del que se atreva a cortar el suministro! ¿Quién se cree?
No hay disenso que cuestione u obstruya esa armoniosa expoliación. Están siempre listos como boy scouts del unanimismo. Tienen campañas en modo activo de perfilamiento y vilipendio en buffet hasta marchitar al más noble, manso, humilde, austero y justo de los servidores.
Su reino es del mundo material, del embuste -palabra en desuso-, de la envidia que no sufre por que otro tiene lo que yo tengo, sino por que, ¡él lo tiene! Tan torcido es su proceder. Magos del artifugio.
Lo que no sabe este instrumentalizado sujeto marionetoide es que lo corrupto no va en consonancia con la luz o la sabiduría, que lo torcido no va con lo derecho, que su imagen se va desvaneciendo hasta dejarlo en evidencia reflectiva al desnudo. Pues transigir con el crimen y los prontuarios dudosos moralmente -incluso con etiqueta- suele ser un transitorio paraguas, pero luego es un pésimo techo que va corroyendo todo a su paso, dignidad, amor, humildad, austeridad y el quiebre total de la sed de justicia, delicioso elixir que siempre es un pozo infinito de sosiego en cualquier lugar que se asemeje cada vez más a un desierto poblado de vejámenes a la carta, batiéndose entre escorpiones y reptiles.
El cadalso, otra peculiar fórmula práctica del grupeto armónico, rudimentario método, forma de impacto social que sigue siendo válida para romper las notas musicales de la paz, muestran que el desasosiego es su panacea para socavar más allá del crónico miedo y la incertidumbre, la experiencia de hacer claudicar lo moralmente aceptable. Técnica hoy muy depurada, contra los más avezados contradictores.
Como en la canción "The Stranger" de Billy Joel, se camuflan, acuden a argucias, mañas siendo muy perseverantes se distribuyen en diferentes partidos políticos u organizaciones, asumen atuendos inimaginables en instituciones u órganos de control y vigilancia para cumplir la función encomendada de impunidad, pues para nada son libres. Hacen señalamientos a los inconformes, acoso y sicariato judicial o exaltan bucólicamente a sus lacayos para luego archivar con anestesia en medio de cortinas de humo, fruto de un escándalo mediático, lo que unge y salva a su mentor con fallos realizados a la medida de un sastre. No se pueden dejar cabos sueltos, ni siquiera hilos...
De probada lealtad consuetudinaria y afín a los intereses de esas hormigas arrieras adictas al erario público, surgen los elegidos a los cargos más emblemáticos del ejercicio del poder, luego de superar los filtros más nauseabundos. Rememoran y se ufanan que sin prontuario no se puede ser fiable, podría desviarse y dejar al descubierto la organización, que tiene obuses de mortero prestos a bombardear desde sus aclimatados medios de desinformación.