Opinión

El "bogotazo" a dos voces: Fidel Castro y Carlos Lleras

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Mientras el dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo –años después Presidente de Colombia- procuraba conjurar el “bogotazo” tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, el estudiante cubano Fidel Castro –futuro Presidente de Cuba-se encontró en medio de la conflagración.

Lleras, copartidario pero rival de Gaitán, decidió que debía influir sobre el curso de los acontecimientos porque “una tempestad iba a desatarse sin remedio en la Nación” en tanto que Castro estaba en Bogotá con una delegación estudiantil para sabotear la IX Conferencia Panamericana y tuvo la prueba de fuego que luego canalizaría para la toma del poder en Cuba.

Lleras[1] llegó a su casa para el almuerzo y acaba de sentarse a la mesa cuando se enteró del atentado a Gaitán. “Me di cuenta inmediatamente de que iban a ocurrir hechos de extrema gravedad y para no correr el riesgo de quedar aislado en Chapinero, resolví volver inmediatamente al centro”, escribió en sus detalladas memorias. Con Pedro Gómez Valderrama entraron por la carrera 7ª y descendieron por la Avenida Jiménez. Ya el edificio de la gobernación estaba en llamas.. “El humo de los incendios oscurecía el cielo”.

Gaitán había sido herido a la 1:05 de la tarde del 9 de abril de 1948 al salir de la oficina y agonizaba en la Clínica Central. Murió a la 1:30 pm. Desde la Radio Nacional convocaban a la revolución. Gerardo Molina, entonces rector de la Universidad Nacional, Jorge Zalamea, Diego Montaña Cuéllar, Carlos H. Pareja.

Alfonso Araujo -al día siguiente director de la Radio Nacional- le comentó a Lleras y otros dirigentes liberales que había recibido una invitación del secretario general de la Conferencia Panamericana Camilo de Brigard Silva, en nombre del Presidente Mariano Ospina, para reunirse en Palacio. Ospina -dice Lleras- negó esa invitación. Tampoco recordaría haber dicho que para la democracia colombiana vale más un presidente muerto que un presidente fugitivo.

Los jefes liberales trataron de desprenderse de la masa y se abrieron paso en medio de las balas, pegados a las paredes. Iban a pedir la renuncia de Ospina. Lleras fue el hombre que trató de hablar desde un balcón de la calle 12 pero no dejaron. “Para nosotros era forzoso escoger entre permitir que una rebelión popular desordenada intentara apoderarse del Gobierno” o “una solución que permitiera restablecer la paz”. En la Presidencia fueron literalmente retenidos hasta el otro día.

Una de las opciones que llevaban los liberales, según Lleras, era que asumiera el Primer Designado Eduardo Santos pero estaba en el exterior. Laureano Gómez planteó una junta militar. Finalmente pactaron el ministerio de gobierno para Darío Echandía. Lleras fue nombrado director del liberalismo; el 10 de abril tampoco pudo ir a su casa y tuvo que dormir en un sofá en la sede de EL TIEMPO.

Castro[2], alumno de cuarto año de Derecho en La Habana, había llegado a Bogotá una semana antes. Tuvo una entrevista con Gaitán y tenía otra para el mismo día del homicidio. En la Universidad Nacional se reunió, entre otros estudiantes, con el futuro cura guerrillero Camilo Torres. Hacia el medio día del 9 de abril se dirigió por la carrera 7ª hacia la oficina de Gaitán. Entonces empezaron los desórdenes.

Castro observó a un hombre que trataba de destruir una máquina de escribir. “Dame chico”, le dijo y tomó la máquina, la lanzó hacia arriba y la dejó caer. Fue su primera acción del día. Desde el borde del Capitolio se quedó observando los destrozos en las inmediaciones pero se sumó a la multitud y terminó en una estación de policía. La gente busca armas y él cogió una escopeta de lanza gases que cambió por un fusil con 14 balas. En una habitación empieza a medirse unas botas pero lo retiene un oficial: “¡mis boticas sí que no!, ¡mis boticas sí que no!”.

Al vaivén de los acontecimientos, sin ninguna dirección, salió con una patrulla a la Radio Nacional y luego a la Universidad. Llegó a la Quinta División y ahí amaneció. Se ofreció luego a patrullar la ciudad desde las inmediaciones del Cerro de Monserrate. Hizo unos tiros y ahí pasó el día. Otra vez amaneció en la Estación de Policía.

El cuerpo de Gaitán fue trasladado a la casa. Allá estuvo Lleras preocupado porque el entierro “no diera lugar a nuevos desórdenes y choques”. Un grupo radical liderado por Luis Eduardo Gacharná exigía que fuera sepultado en la Plaza de Bolívar al lado de la estatua del Libertador. Otro gaitanista Jorge Villaveces tuvo la feliz idea de que lo enterraran en su casa. Lo sepultaron de pie, mejor, lo sembraron.

Con el ingreso del liberalismo al gobierno Castro se refugió en el consulado de Cuba y regresó a su país el 12 de abril, previa escala en Barranquilla, en un avión que había venido a recoger unos toros de lidia. Uno de los más bravos era él.

*Del libro Historias y ficciones, Bogotá, 2023, Librería Nacional. JHD

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