Opinión

El Almirante Padilla

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Para todos era el Almirante José Prudencio Padilla, incluso para el Libertador Simón Bolívar, a pesar de que nunca le otorgaron ese rango formalmente. General de División, libró la Batalla Naval del Lago de Maracaibo que derrotó la armada española y completó la independencia de Venezuela el 24 de julio de 1824.

Su valor era indiscutible y conservó su dignidad hasta frente al pelotón de fusilamiento al cual fue llevado como chivo expiatorio de la conspiración del 25 de septiembre de 1828 contra Bolívar pero en la cual no tuvo participación alguna. Cuando le retiraban las charreteras protestó: “Esas no me las dio Bolívar sino la República”.

Sin acceso a la educación porque el régimen lo impedía y lo reservaba a los blancos hijos de españoles, Padilla se hizo a pulso. Escaló sus títulos uno a uno, grado a grado, desde simple ayudante hasta Almirante.

Natural de Riohacha, Guajira, mulato, con más sangre indígena que negra, lo consagró la victoria en la batalla naval del Lago de Maracaibo, su mayor hazaña como general del ejército de Venezuela, a pesar de que han tratado de minimizarla por la supuesta superioridad de los americanos. Frente a una flota de expertos marinos de una armada que fue una de las más poderosas del mundo, Padilla tuvo que empezar por ayudar a construir sus naves.

El Almirante estaba señalado para mayores destinos y posiblemente eso alteró a su inmediato competidor en los afectos de Bolívar: el general Mariano Montilla. El Libertador alcanzó a considerar una expedición para liberar a Cuba y Puerto Rico al mando del general José Antonio Páez. El comandante de la armada sería el Almirante Padilla.

Combatió en Trafalgar

Padilla había sido incorporado a la Marina Real Española a la edad de 14 años como mozo de cámara y promovido a grumete. Estuvo en la Batalla de Trafalgar en la que la Armada británica dirigida por el almirante Nelson derrotó a las flotas de Francia y España al mando de Villeneuve y Grava el 21 de octubre de 1805. Prisionero en Inglaterra hasta la firma de la paz en 1808, regresó a Cartagena con el cargo de Jefe del Arsenal, el máximo al que podía aspirar dentro de la nomenclatura española.

En Cartagena participó en la revuelta popular que condujo a la declaración de independencia del 11 de noviembre de 1811 y prestó sus primeros servicios a la república al mando del teniente de navío Rafael Tono en el Magdalena. Reaparece el 12 de noviembre de 1812 como contramaestre del bergantín Independiente en el triunfo de la bahía de Zispata al lado del comandante Pedro Duplín. El parte de Miguel Carabaño menciona al contramaestre Padilla y lo destaca “tanto por sus acciones anteriores como por su valor en la presente”.

A principios de 1815 resurge al mando de su pailebot Ejecutivo. Junto a la cañonera Concepción, en cercanías de Tolú, participó en el abordaje de la fragata Neptuno que conducía al mariscal de Campo Alejandro Horé con su familia a tomar posesión del cargo de gobernador de Panamá. La acción concluyó con la captura de Horé, 18 oficiales y 274 soldados. Se aprovecharon 2.000 fusiles, vestuario y otros elementos de guerra. El parte menciona el valor de Padilla.

Partidario y amigo de Bolívar desde fines de 1814, cuando Montilla lo combatía, tuvo una sobresaliente actuación durante el sitio de exterminio a Cartagena del general Pablo Morillo en 1815. El Boletín número 3 del ejército defensor de Cartagena del 27 de agosto de 1815 suscrito por Montilla da buena cuenta de la tarea del Alférez de Fragata Padilla en el estero de Pasacaballos, frente a la artillería enemiga:

“El Alférez de Fragata, ciudadano Padilla, que con tres barquetas fue destinado a cubrir el caño del estero, tuvo un tiroteo con los enemigos en Pasacaballos, y a pesar de que las fuerzas de su mando consistían en 30 hombres solamente, sostuvo algún tiempo un fuego vivísimo en la misma estacada teniendo que retirarse al fin a Bocachica por Barú, con pérdida de dos de nuestros soldados y cuatro heridos; pero nos lisonjeamos con el informe que este oficial hace de la serenidad de nuestros marinos y soldados”.

El 5 de diciembre de 1815 termina el sitio de Cartagena y al día siguiente, al frente de la goleta corsaria Presidente, facilitó la salida de muchos patriotas hacia Jamaica en la escuadra del francés Luis Aury, Libertador del archipiélago colombiano de San Andrés y Providencia.

Seguramente la intervención en el escenario de viejos lobos de mar en esos días opacó al marino colombo-venezolano. Luego, cuando ya se habían retirado o desvanecido, brilló en varias acciones en el Caribe y en el Río Orinoco. A mediados de 1817 es designado por Bolívar segundo jefe de la Escuadrilla de embarcaciones menores (cañoneras y flecheras). El jefe y rival en esta oportunidad era el margariteño Antonio Díaz.

Liberación de Cartagena y Maracaibo

El heroísmo de Padilla permitió recuperar la ciudad de Cartagena el 10 de octubre de 1821, como lo reconoció el general Montilla. El propio Padilla, el 21 de septiembre, dirigió la siguiente proclama:

“José Padilla, del orden de Libertadores, Capitán de Navío de la Armada Nacional de Colombia y Comandante General de las fuerzas navales que obran en el bloqueo de Cartagena:

“¡Soldados y tripulaciones de la Escuadra sutil!

“Por fin se ha logrado la libertad de la plaza Cartagena por la que os habéis esforzado y combatido sin temor de sus respetables murallas. Vuestra intrépida entrada en la bahía, vuestro valor y bravura mostrado varias veces, y, señaladamente, la aflicción en que habéis mantenido la plaza por la heroica acción del 24 de junio en que arrancasteis a los enemigos sus fuerzas sutiles, y la del 29 de julio el bergantín que les condujo víveres, despreciando los fuegos incesantes de las baterías de Cartagena, os harán memorables en el Universo y recomendables al gobierno de Colombia, a quien pertenecéis por la parte activa que tenéis en la rendición de esta plaza. Si compañeros, yo me congratulo de haber tenido el honor de mandaros. ¡Esta es mi gloria y satisfacción!”.

La proclama concluía con un llamado a sus marinos para que “no olvidéis que los que están en la plaza son vuestros hermanos: y debéis tratarlos como tales. Tened presente el tratado de regularización de la guerra, para observarlo con los prisioneros. Nuestro honor es no quebrantarlo y observarlo rígidamente, pues así lo reencarga el Excelentísimo señor Libertador presidente, y el señor General Comandante General de Marina...”.

Montilla que con sus fuerzas de tierra contribuyó a la capitulación del gobernador español también dirigió una proclama “a los heroicos marinos”, que es una oración a Padilla: “El valiente guerrero que os comanda, el bravo coronel Padilla, os guiará siempre a la victoria“, “Imitad en todo a vuestro ilustre jefe y sed, como el, tan temibles en el combate como generosos en la victoria”.

Consolidada la victoria, Montilla se estableció en Cartagena, recibió el nombramiento de gobernador del Magdalena, contrajo matrimonio con Josefita Paniza de la sociedad cartagenera y adquirió la hacienda Aguaviva. Padilla fue nombrado el 14 de octubre de 1821 Comandante del Departamento de Marina con jurisdicción en las costas de Riohacha, Santa Marta, Cartagena y del Atrato hasta el escudo de Veraguas. Y propuesto para general de brigada. Ahí empezaron los conflictos con Montilla.

La consagración de Padilla, que gozaba de simpatía popular pero ya lidiaba con la animadversión de Montilla, tuvo lugar a propósito de la recuperación de Maracaibo por el realista Morales el 7 de septiembre de 1822, para sorpresa y consternación de los americanos. Montilla fue encargado de las fuerzas de tierra y Padilla de las marinas, con una corbeta cuatro bergantines, ocho goletas y algunos buques menores, más tres bergantines y una goleta de los corsarios Courtois y Fraiguere, gobernador de Providencia.

El 11 o 22 de noviembre de 1822 salieron Padilla y su flota para Riohacha. A fines de marzo, después de sortear el brote realista de Santa Marta, Padilla levó anclas para la costa venezolana. La genialidad del marino, reconocida por los historiadores, consistió en forzar la llamada barra de Maracaibo, o sea el canal de bajos que pone en comunicación el golfo con el lago de Maracaibo y que constituye la entrada a la plaza, en medio del fuego enemigo. El Independiente se vara pero sale. El Gran Bolívar encalla y estaba a punto de liberarse cuando es golpeado por la balandra tomada el día anterior y se pierden por los tiros de cañón. El barco es incendiado antes de la evacuación y la balandra queda en poder del enemigo.

La segunda etapa era salvar los bajos del tablazo, cuyos canales se habían perdido. Desde el 9 de marzo hasta el 13 de abril lucharon contra los bajos fondos hasta que las seis y media de la tarde salieron a flote. Entre el 13 de marzo y el 24 de mayo, al tiempo que trataba de establecer comunicación con las fuerzas de tierra, la armada patriota enfrentó con mejor suerte a las realistas.

El 24 de mayo amanecieron fondeadas once embarcaciones mayores y 14 sutiles entre Capitán-Chico y Alta Gracia. Atacó Padilla y el enemigo huyó a Maracaibo. El 25 persiguió a doce embarcaciones menores que se dirigían hacia el norte, bordeando la costa, causándoles muertos, heridos, 20 prisioneros y echándole a pique la flechera Guaireña de dos cañones giratorios que fueron rescatados del lago.

En Altagracia atacó al convoy enemigo y capturó once naves con sus ocupantes. El 16 de julio ocuparon Maracaibo y atraparon una flechera de tres palos que ese día había sido botada en el arsenal. Morales regresó y ocupó la ciudad con 2.500 hombres pero Padilla, que se había hecho al Lago, impidió el abastecimiento de la población. Un violento temporal arrojó las naves patriotas a la costa y estuvo a punto de acabar con toda la flota. Los barcos que se salvaron se dirigieron a la isla de Burros. Padilla logró armar cinco buques con carpinteros traídos de Maracaibo. En los días siguientes alistó otras cuatro embarcaciones.

La Batalla

A estas alturas los españoles llegaron al convencimiento de que la batalla naval sería decisiva. Contaban los realistas con quince buques mayores y diecisiete sutiles. Los patriotas tenían diez mayores y doce sutiles. El segundo comandante español Angel Laborde intimó entrega a Padilla pero éste, a bordo del bergantín de guerra Independiente, la rechazó de manera tajante:

“…estoy muy ajeno a prestar oídos a voces efímeras, que son propaladas por el último delirio de un enemigo agonizante”, fue la única respuesta.

En la noche del 23 de julio la escuadra española se puso en frente de batalla. Padilla ordenó izar velas a las 10 y 40 minutos del 24. A las dos de la tarde la flota republicana se puso en movimiento y a las 3 y 30 con viento a favor dio la orden de abordaje. Entonces el Independiente de Padilla rindió al San Carlos, el Confianza tomó una goleta y la Emprendedora derrotó al bergantín La Esperanza pero su capitán lo hizo volar para que no lo cogieran los patriotas. Los barcos españoles que pudieron se dieron a la fuga. Los realistas tuvieron 800 bajas entre muertos y heridos y 438 prisioneros, de ellos 69 oficiales. Los americanos, 44 muertos, entre ellos 8 oficiales y 120 heridos, pero se hicieron a un bergantín, 9 goletas, un pailebot y un falucho. En cambio perdieron la goleta María Antonia...

La ciudad de Maracaibo se rindió el 4 de agosto de 1823. Se completaba la independencia de Venezuela que se había iniciado con el triunfo en la batalla de Carabobo. El último bastión era Puerto Cabello y cayó en 1824.

Auge y desgracia

Bolívar bautizó a Padilla el Nelson colombiano. Una ley de honores llamó Benemérita de la Patria a la División Marítima y le otorgó a Padilla una pensión anual de $3.000, a la cual renunció por la difícil situación fiscal del país.

El ministro de guerra y marina Pedro Briceño Méndez lo felicitó especialmente en nombre del gobierno y le dijo que nunca habían dudado del triunfo. “El gobierno le manda a decir a usted, que nunca dudó del triunfo de nuestra escuadra, sabiendo que la mandaba el bravo general Padilla, que tantas veces ha ilustrado la Marina Militar de la República”.

“El valor, el arrojo y las acertadas disposiciones del general Padilla en aquel día fueron admirables, y le dan un lugar distinguido en las brillantes páginas de la Historia de la Guerra de Independencia”, escribió el exministro de Interior y justicia José Manuel Restrepo, el historiador más consagrado de la historia de Colombia. “La victoria del Lago de Maracaibo produjo en Colombia un júbilo universal, tanto en el gobierno como en los pueblos. Viose tan importante suceso como el precursor de la terminación de la guerra que tantas lágrimas y sangre había costado a los colombianos”.

Víctima de las intrigas y de los apetitos políticos de los primeros días de la república, lo perdió el enfrentamiento con Montilla, quien capitalizó las diferencias personales con la rebelión contra el Libertador. Padilla repartía sus afectos entre Bolívar y Santander. Curiosamente, la última carta de Bolívar de respuesta a Padilla es del 2 de mayo de 1827 y con la misma fecha también le escribió a Montilla un mensaje encriptado. Ambos le habían escrito con el señor Calcaño. Ninguna referencia al uno del otro, aunque a Padilla le agradece el apoyo y le dice que “Vd. se muestra siempre patriota desinteresado y amigo leal. Vd. además ha resistido con una nobleza, digna de su carácter elevado, las insinuaciones que se le han hecho para que se declare contra mí ¡contra mí que no tengo otro interés que la felicidad pública! Yo lo sé, general, y debo agradecerlo.

Envalentonado por los políticos de la oposición fue elegido senador por el departamento del Magdalena en 1826, contra todo pronóstico, y, al tomar partido en la Convención de Ocaña de abril de 1828, dio nuevos argumentos a sus enemigos. En realidad confiaba que la convención daría al país un nuevo orden institucional. Escribió a Santander el 9 de febrero de 1828 a propósito de su entrevista con Bolívar:

“Cuanto celebro la entrevista que usted ha tenido con el Libertador con motivo de la Gran Convención de la que usted me trata en su apreciable de 28 del pasado. Está muy bien que usted le haya manifestado con franqueza sus opiniones, porque este es el carácter de los hombres de bien y esto mismo habrá contribuido a que él quedase satisfecho. Yo celebraría que todos, y ustedes dos, particularmente, se uniesen en intenciones y se estrechasen en amistad para que la patria reportase los bienes que tanto desea: paz y tranquilidad... en sus manos se encuentra la salvación de la Patria, esto es: que en ustedes va a consistir el que en lo sucesivo pueda o no disfrutar una libertad garantizada por un sistema popular representativo, en que el Jefe de la República sea alternativo y electivo. Si no lo hacen así ustedes son los responsables. Por mi parte, este es mi modo de pensar y jamás retrogradaré un paso en él”.

Aprehendido el 1º de abril y enviado el mismo día a Bogotá, quedó a disposición del Consejo de Gobierno y esperaba el juzgamiento. Mientras tanto, en demanda de un juicio imparcial y de su inocencia, escribía a O´Leary que ya había tomado partido por Montilla.

Confiaba en su absolución cuando sobrevinieron los hechos del 25 de septiembre de 1828 en Bogotá. Compartía la celda con su vigilante el coronel José Bolívar y fue despertado a la voz de Bolívar: “General, que me matan”. En medio de su sorpresa, los asaltantes lo incitaban a escaparse de la cárcel y sumarse a los rebeldes. Bolívar fue asesinado por el teniente Pedro Gutiérrez del Batallón Granaderos. Padilla alcanzó a salir pero regresó por sus propios medios.

Tras un juicio sumario lo condenó a muerte Rafael Urdaneta. La ejecución tuvo lugar en la Plaza Mayor con toda la parafernalia que los patriotas habían padecido durante el régimen del terror impuesto por los pacificadores españoles. Batallones formados en los costados norte, oriental y occidente. El cadalso en el centro. Tambores y cornetas sonaban al tiempo con las campanas.

El Almirante Padilla afrontó con dignidad el último suplicio. Cuando le arrancaban las insignias de general, porque la sentencia lo condenaba a degradación, se escuchó su protesta: “Esas no me las dio Bolívar sino la República”. Trataron de quitarle la casaca y como tenía atados los brazos le reclamó: “Torpe. Afloja las ligaduras y entonces podrás quitármela”. Tampoco permitió que le vendasen. Antes de la primera descarga gritó a todo pecho: “¡Viva la República! ¡Viva la Libertad!”.

La ejecución tuvo todas las características de un asesinato judicial. El juez quería sentar un precedente y enviarle un mensaje al general José Antonio Páez que levantaba las banderas de la rebelión contra Bolívar y la separación de Colombia.

El mismo decreto de la Convención de la Nueva Granada del 14 de noviembre de 1831 que restableció los honores y grados al general Francisco de Paula Santander, rehabilitó al Almirante Padilla al decidir en su numeral 3º:

“Se rehabilita a nombre de la Nación la memoria del ilustre General José Padilla y los demás individuos que fueron asesinados judicialmente a virtud de las sentencias dictadas con motivo del acontecimiento del 25 de septiembre de 1828”.

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