Diógenes de Sínope solía pasear por las calles de Atenas con una linterna encendida en pleno día, diciendo que estaba "buscando un hombre honesto". Su fallecimiento ocurrió en el año 323 antes de Cristo. ¿Te imaginas ahora algún cambio frente a esa lejana época?
Vivió en un tonel en las calles de Atenas, similar al Chavo del Ocho en la vecindad, lo que era un escándalo para la sociedad de la época, algo que no parece serlo hoy con los millones de desarraigados que deambulan por las calles. Incluidos los inmigrantes y víctimas recientes del fallido desgobierno del tirano Diosdado Cabello, el verdadero poder tras el trono de Maduro, quien se solaza en reuniones y cócteles prestando su carita de casting, pero que está sometido al Jefe del Cartel de los Soles, como ocurrió en el platanal con un lacayo reciente que obedecía sin pudor y además a cambio de enriquecerse desmedidamente.
Cuando el Rey Alejandro Magno preguntó a Diógenes si necesitaba algo, éste le respondió ladinamente: "Sí, que te apartes un poco del sol, me estás quitando la luz". Tenía una visión clara de irreverencia sin límites para alguien que incluso fue esclavo en Corinto, cuyo dueño fue un hombre llamado Xeniades, quien lo trató con consideración y luego lo liberó.
Diógenes tenía clara la breve ilusión de la vida, algo así como dijo alguna vez Porfirio Barba Jacob sobre lo que éramos los hombres: "burbujas que salimos a flote".
Son millones de Diógenes comiendo de la basura, con mucha más trascendencia que el hombre más acaudalado ya fallecido, mucho más virtuosos que aquellos derrumbados moralmente, envilecidos por unas lentejas o mendrugos de pan del ponqué burocrático feriado cada cuatro años.
Diógenes rechazaba hasta la comida demasiado bien preparada. Tenía paladar para lo sencillo; las almas muy evolucionadas no disfrutan los manjares, ese léxico solo cabe en un mundo vacío y meramente terrenal que jamás logra hastiarlos hasta el deliquio.
Escandalizaba estereotipos, zonas de confort, costumbres abigarradas y abofeteaba la formalidad y la hipocresía con frecuencia. Cuando Diógenes concurría a los teatros y la audiencia aplaudía, él abucheaba; y cuando abucheaban, él aplaudía. Hoy lo etiquetarían como un anarquista revoltoso digno de electrochoques o un incorregible crónico con una personalidad provocadora, ácida y crítica que se burlaba de las convenciones sociales y políticas de su época. Si viviera hoy, enloquecería de risa o llanto en un mundo que se ha vuelto al revés, como dice Cambalache de Discepolo, donde los tiranos ejercen y los vasallos eligen sus verdugos y les pasan el hacha con la venia de instrumentos públicos no tallados en piedra, sino en papeles que se arrojan al WC llamados Constituciones.
Se dice que Diógenes vio a un niño bebiendo agua de un arroyo con las manos, dándose cuenta de que no necesitaba una copa para beber. Así que se deshizo de su copa. Aquí en el platanal, los ríos se han secado o desviado para unas pocas haciendas y no hay procesados ni condenados, ni agua para beber; los ríos llenan envases de The Coca-Cola Company.
Diógenes vio a los atletas ejercitándose. Les preguntó: "¿Qué están haciendo?". Le respondieron: "Nos estamos ejercitando para ser fuertes". Diógenes les dijo: "Yo también me ejercito, pero para ser fuerte contra las adversidades de la vida".
En esto somos campeones mundiales a la hora de soportar tanta expoliación y despojo del erario de todos, el público, secundado por los mismos que lo vigilan, complacientemente sumisos.
Le preguntó a un hombre embargado en la pena: "¿Qué te pasa?". El hombre le respondió: "He perdido todo mi dinero". Diógenes le dijo: "No te preocupes, todavía te queda la virtud".
A otro muy orgulloso de su riqueza le dijo: "Tu riqueza no te hace mejor que yo, porque yo soy feliz con lo que tengo".
En otra ocasión, en una biblioteca, vio a los filósofos discutiendo sobre temas abstractos. Les dijo: "¿Por qué discuten sobre cosas que no entienden?".
A otro preocupado por su apariencia le dijo: "No te preocupes por tu apariencia, porque la verdadera belleza es la virtud". La virtud era su polo a tierra y su cita más elocuente, asunto de poca monta en este modernismo y secularización batracia.
En el teatro, vio a la audiencia riendo a carcajadas y les increpó: "¿Por qué ríen? ¿No saben que la vida es una tragedia?". No quedaba títere con cabeza.
A otro en sentido opuesto que estaba muy triste por la muerte de su hijo le manifestó: "No te preocupes, porque la muerte es una parte natural de la vida; lo que importa es cómo vivimos".
Vio a la gente discutiendo sobre política: "¿Por qué discuten sobre cosas que no pueden cambiar?".
Es importante tener en cuenta que algunas de estas anécdotas pueden ser exageradas, pero reflejan la esencia de la filosofía cínica de Antístenes, discípulo de Sócrates y contemporáneo de Platón, que fue maestro de Diógenes.
Para quienes se sienten un insecto, como diría Dostoievski en "Memorias del Subsuelo" y retomaría Kafka en "La Metamorfosis", la nobleza no viene de la sangre, sino de la virtud, recalcaba Diógenes. Por ello, cuando observaba a los atletas ejercitándose con pesas, expresó: "¿Por qué se esfuerzan en levantar pesas? ¿No saben que la verdadera fuerza es la fuerza del carácter?".
Era un testigo del paisaje humano y su trasegar, y si veía a alguien preocupado por su futuro, tenía su frase: "No te preocupes por el futuro, porque no sabes lo que te depara. Vive el presente con virtud", como el maestro Jesús también lo expresó: "Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal".
Diógenes fue a un templo y vio a la gente haciendo ofrendas a los dioses. Les dijo: "¿Por qué hacen ofrendas a los dioses? ¿No saben que la verdadera ofrenda es la virtud? La verdadera oración es la acción virtuosa", recalcaba.
Sobre la academia, se cuenta que fue a una escuela y vio a los niños aprendiendo a leer y escribir: "¿Por qué se esfuerzan en aprender a leer y escribir? ¿No saben que la verdadera sabiduría es la sabiduría de la vida?".
Para los que viven muy orgullosos de su belleza, la gula, la reputación o la acumulación de riqueza, también tuvo sus apuntes: "La belleza no viene de la apariencia, sino de la virtud". En un banquete dijo a los invitados: "¿Por qué se esfuerzan en satisfacer sus deseos? ¿No saben que la verdadera felicidad es la moderación?". ¿Reputación? "No te preocupes por lo que los demás piensen de ti, porque la verdadera reputación es la que tienes contigo mismo".
En el mercado, vio a la gente comprando y vendiendo mercaderías desmedidamente. Les dijo: "¿Por qué se esfuerzan en acumular riquezas? ¿No saben que la verdadera riqueza es la libertad?".
"La inteligencia no es saber mucho, sino saber vivir".
Vio a los atletas compitiendo entre sí. Les dijo: "¿Por qué se esfuerzan en competir? ¿No saben que la verdadera competencia es con uno mismo?".
Diógenes, frente a la profesión más antigua, la prostitución, hoy generalizada, oficializada y la más jugosa en utilidades y buscada en internet, vio a un soldado pretendiendo a una prostituta. Se rió a carcajadas y le dijo: "¿Para qué persigues aquello de lo cual mañana querrás escapar?"
Criticar la doble moral de la sociedad fue su pasatiempo, una sombra moral quizá vilipendiada, como muchos que no encontraron en el humor o la genialidad su desahogo y fueron decapitados, ejecutados, fusilados, envenenados con cianuro, extraños y sospechosos suicidios, o mancillados o satanizados por algunos poderosos medios de información cooptados por grandes magnates y sombrías corporaciones de dudosa procedencia patrimonial.
Un día, Diógenes estaba sentado en su tonel, y un joven se acercó a él y le dijo: "Diógenes, soy un hombre rico y poderoso, y he venido a verte porque quiero ser tu discípulo".
Diógenes, sin mirarlo, respondió: "Entonces, comienza por deshacerte de tus riquezas y tu poder, porque mientras tengas esas cadenas, no podrás ser libre".
Esta anécdota muestra la importancia que Diógenes daba a la libertad y la independencia, y cómo consideraba que la riqueza y el poder eran obstáculos para alcanzarla.
Si uno se lleva lo que hace y deja lo que tiene, mano que posee, mano ocupada, muchas posesiones poco margen de maniobra para la libertad, esclavo de sus posesiones.
La fórmula de la felicidad: "Deseo poco y lo poco que deseo lo deseo poco". Atribuida a San Francisco de Asís, aunque otros se la adscriben a San Agustín o a San Ignacio.
Los mitos se hacen leyenda y tienden a exagerarse y de Diógenes abundan muchos como cuando murió en este plano terrenal, sus amigos discutieron sobre cómo enterrarlo y eligieron arrojar su cuerpo al río, cumpliendo con su deseo de no dejar nada tras de sí. Del modo de los mandamientos indígenas: "disfruta del viaje de la vida pero no dejes huella".
Entre transeúntes para qué la fábula de la vocación de permanencia, como se infiere de una interpretación libre de la poesía de "Hojas de Hierva" o de "Canto a mí mismo" de Walt Whitman pero referida por Jorge Luis Borges en su poema límites, parte de su colección de poemas "El hacedor citemos para finalizar:
"Ninguna osadía fue fatal. / El hombre que se expone / no muere de osadía, / muere de una necesidad."
Colofón
Al H. Consejo de Estado que retuerce el pescuezo al ganso del bloque de la constitucionalidad con asombrosa reiteración, cito lo que expresa el jurista Iván Cancino, de quien desde muy joven debe saber del asunto pues su padre defendió al expresidente Ernesto Samper Pizano en el congreso frente al proceso ocho mil por asunto similar al de hoy, financiación de campaña:
"El competente para investigar al Presidente de la República en ejercicio y después por hechos derivados de esa dignidad es la comisión de acusaciones. La campaña en sí y los demás directivos de la misma pueden ser objeto de proceso en el CNE, el Presidente no".
Concluyamos sobre tópicos generales con esta cita del ponderado expresidente de la H. Corte Constitucional José Gregorio Hernández: "Un Estado en que la violencia y el delito logran sus propósitos y en que sus autores no asumen responsabilidad alguna...no es un Estado Social de Derecho".