INTRODUCCIÓN: EL CAFÉ
Escenario: Un café de aspecto gótico, de techos altos y oscuros candelabros. Las paredes están adornadas con relieves angelicales y vitrales que representan escenas celestiales y caídas al abismo. En una esquina, una mesa de madera gastada por los años; sobre ella, una lámpara de luz temblorosa apenas ilumina a tres figuras: Samuel Beckett, Eugenio Ionesco y Rodrigo, un transeúnte. Al fondo, el eco de Hallelujah de Leonard Cohen en sus primeras notas, creando una atmósfera melancólica. La luz tenue apenas permite distinguir sus gestos, pero el brillo en los ojos de Rodrigo refleja algo inusual, un misterio que los otros dos perciben.
Escena 1: Diálogo inicial en el Café
Narrador (Off)
"Así comienza una noche inusual, en la que tres mentes singulares exploran la esencia del libre albedrío, de la libertad y del destino sellado en las decisiones. Beckett, el hombre del absurdo, Ionesco, el poeta del desconcierto, y Rodrigo, el portador de una historia olvidada, se encuentran en un café que parece estar fuera del tiempo."
Rodrigo
(Sonríe, observando a sus dos acompañantes)
Gracias por aceptar esta cita. Lo que les traigo hoy no es solo una historia, es un desafío. Habla de elecciones, de caídas y redenciones. Quizá vean en ella algo de ustedes mismos.
Ionesco
(Con una sonrisa irónica)
¿Y qué nos hará diferentes de cualquier otro hombre atrapado en sus dudas? Beckett y yo llevamos años dialogando con la oscuridad, ¿qué más podríamos encontrar en esa historia que tú mencionas?
Beckett
(Apoyándose en la mesa, mirándolo con interés)
¿Y si solo es otra ilusión, Rodrigo? ¿Otra capa de la misma farsa en la que siempre estamos?
Rodrigo
(Con mirada penetrante)
Quizá, Samuel. Pero para encontrar sentido, a veces basta con mirarse en el reflejo de otros. Luzbel, el Vigilante… todos estamos atrapados en esa pregunta sin respuesta. Al final, ustedes decidirán si hay libertad o solo espejismos.
La luz disminuye sobre la mesa, mientras una gran pantalla se ilumina en una esquina del café, como si fuera el portal a otro mundo. El foco en la mesa desaparece, y los tres personajes quedan en sombras.
Escena 2: La Creación de Luzbel y su Duda
Escenografía: La pantalla muestra un paisaje celestial, resplandeciente de luz dorada y figuras angelicales que flotan en un estado de perpetua armonía. Entre ellos, Luzbel, de una belleza majestuosa y aspecto imponente, camina lentamente. Su expresión es de profunda reflexión, sus ojos destellan sabiduría, pero también algo inquietante: la semilla de la duda.
La música cambia a Carmina Burana de Carl Orff, marcando un tono que presagia dramatismo.
Narrador (Off)
"Luzbel, el ángel más espléndido, camina entre las piedras doradas y diamantinas en el monte santo de Dios. Su presencia es magnífica, pero en su interior germina algo oscuro. La perfección que le fue dada no sacia su ser, y en la vastedad de su inmortalidad, una duda resuena, vivir bueno cansa y muchas más… ¿Y si esta existencia es solo una ilusión de libertad?"
Luzbel
(Murmura para sí mismo, mirando al cielo)
¿Acaso soy solo una sombra gloriosa, un eco de la voluntad divina? Nos dieron belleza, poder… pero, ¿y la elección? Esa la reservaron para los hombres, esos frágiles seres que erran y caen. ¿Soy menos que ellos?
Los ángeles alrededor miran a Luzbel con inquietud, murmurando entre ellos. Uno de los ángeles se aproxima.
Ángel 1
(Con asombro)
Luzbel, ¿qué te pasa? Has comenzado a hablar de cosas prohibidas. ¿Por qué cuestionas lo que el Creador nos dio?
Luzbel
(Mirada penetrante)
Porque he visto la verdad, y esa verdad es amarga. El libre albedrío, ese don del hombre… nos fue negado. Yo también quiero decidir, quiero… ser libre completamente.
Escena 3: El Cisma en el Cielo
La pantalla se oscurece momentáneamente y luego muestra a Luzbel reuniendo a varios ángeles. La música se torna inquietante con Il Trino del Diavolo de Giuseppe Tartini en sus primeros acordes. La cámara enfoca los rostros de los ángeles, entre confundidos y fascinados por las palabras de Luzbel.
Narrador (Off)
"Con cada palabra, Luzbel enciende una chispa de duda en el corazón de sus seguidores. Aquellos que alguna vez fueron un eco de adoración ahora comienzan a cuestionar la grandeza de su existencia y su rol."
Ángel 2
(Con voz temblorosa)
¿Nos desprecia acaso el Padre? ¿Por qué no somos merecedores del don del libre albedrío a plenitud?
Luzbel
(Con voz grave y mirada desafiante)
Si la libertad es el don supremo, entonces prefiero caer antes que someterme a una eternidad de sumisión. ¿Quién se une a mí?
Los ángeles comienzan a murmurar, y algunos dan un paso adelante, mientras otros retroceden, horrorizados. La pantalla se inunda de una luz roja y dorada, un estallido que marca la rebelión y la caída. Carmina Burana estalla en sus notas más dramáticas, mientras los ángeles caen del cielo, perdiendo sus alas en un torbellino de llamas.
Escena 4: El Despertar del Vigilante
(La cortina se abre lentamente)
Escenografía:
El espacio está casi vacío. Solo El Vigilante en su silla, un reloj flotante sin manecillas y una puerta aislada en el borde derecho del escenario, que no lleva a ninguna parte.
La luz cambia levemente, acentuando las grietas del suelo y las sombras que proyecta la silla.
En el fondo del escenario, una figura oscura y amorfa, apenas visible, sugiere una presencia siniestra. Esta figura no se mueve, pero parece observar, acechando en la distancia, como si esperara pacientemente.
El Vigilante, con voz baja y monótona, empieza a hablar sin mirar a ningún punto en particular. Cada palabra parece pesarle, como si se deslizara a través de un velo de sueño.
Vigilante:
Anoche… soñé que soñaba. Pero no era un sueño común. Era un laberinto… un laberinto sin paredes, sin puertas. Solo yo, perdido en esa… en esa nada que lo devora todo. Y soñaba, soñaba que soñaba… pero nunca llegaba el despertar. (Pausa, inhala, la tensión aumenta.) Era como si todo a mi alrededor supiera que jamás habría un final. Solo otro sueño, más oscuro… más vacío.
(Las luces bajan un poco más. La figura amorfa parece alargarse, su sombra se proyecta hacia El Vigilante, pero sin moverse aún.)
Vigilante:
Me decían que pronto despertaría… pero no. El sueño seguía, la misma silla, el mismo cuarto… y el mismo vacío. La gente hablaba en susurros… pero sus palabras no significaban nada. Todo era una farsa. Como si el mundo mismo se estuviera riendo de mí, desde las sombras… desde allí. (Mira en dirección a la figura oscura.) Siempre observando, esperando… que siga soñando.
Escenografía:
El escenario se ha reducido a su mínima expresión. Todo es oscuridad, salvo por los fragmentos del reloj flotando alrededor de El Vigilante. La figura siniestra, que antes era solo una sombra en la distancia, ahora se presenta como una mancha oscura y hueca, a punto de envolverlo.
La luz es intensa sobre el rostro del personaje, mostrando su expresión de terror, pero también de revelación. La silla ha desaparecido, rota en fragmentos.
Vigilante:
Y cuanto más caía, cuanto más profundo me hundía… más comprendía. No hay escapatoria. No hay salida. Porque esto no es un sueño… no. Es el sueño el que me sueña a mí. (Mira hacia la figura oscura, su voz baja, resignada.) Ya no importa cuánto corra o cuánto grite. Porque yo… soy solo su prisionero. Soy el reflejo de algo que no puedo comprender. Algo que no quiere dejarme ir.
(La figura siniestra lo envuelve casi por completo. El Vigilante finalmente baja la mirada, como quien ha aceptado la inevitable derrota.)
Vigilante:
Al final… no hay despertar. Solo el sueño. Solo la sombra… que lo habita.
En el último instante, mientras el escenario se cubre de oscuridad total, un leve eco de pasos resonará por unos segundos.
La pantalla muestra una figura oscura, el Vigilante, atrapado en un sueño eterno. Su expresión es de profunda confusión. La música cambia a los tonos lúgubres de Carmina Burana, pero más lentos, monótonos.
Narrador (Off)
"En alguna parte del cosmos, un alma atrapada en su propia mente vaga en círculos. Es el Vigilante, un guardián perdido en los confines de su sueño, pensando que está despierto pero incapaz de escapar."
Vigilante
(Mirando a su alrededor, en pánico)
¿Es esto real? ¿Estoy despierto… o sigo atrapado en esta prisión de sueños? ¡No hay fin, no hay salida!
Voz
(Desde la penumbra, con eco)
Eres el guardián de tus propios límites, Vigilante. Nadie más puede decidir cuándo despertar… excepto tú.
Vigilante
(Gritando, desesperado)
¿Libre albedrío? ¿Es esto el don divino? ¿La libertad de vagar sin fin en mi propio abismo?
Escena 5: Diálogo entre Luzbel y el Vigilante
Ambos personajes, Luzbel y el Vigilante, se encuentran en una vasta llanura oscura, un terreno desolado donde se ven obligados a enfrentar sus decisiones. La atmósfera es de una penumbra sobrenatural, con luces tenues y etéreas alrededor. La música de Giuseppe Tartini resuena en el fondo, aumentando el dramatismo.
Narrador (Off)
"Un encuentro en el abismo. Dos seres que una vez poseyeron gloria y poder se miran, comprendiendo el vacío que los consume. Luzbel, el caído, y el Vigilante, el guardián atrapado en su propia mente en su eterna vigilia, reconocen cada uno en el otro el reflejo de su pérdida."
Luzbel
(Susurra, con una mezcla de tristeza y furia)
Al final, el libre albedrío nos fue concedido… pero no nos dio la paz. Somos prisioneros de nuestra propia elección.
Vigilante
(Con un aire de resignación)
Quizá la libertad es solo otra forma de engaño. Aun cuando decidimos, seguimos siendo esclavos de nuestras propias sombras.
(Se cierra y abre el telón)
Escena Final: Retorno al Café
Las luces vuelven lentamente al café, enfocándose en la mesa donde están sentados Beckett, Ionesco y Rodrigo. Cada uno parece afectado por lo que han visto y oído, como si acabaran de ser testigos de algo que trasciende lo cuotidiano. El eco de las palabras de Luzbel y el Vigilante permanece en el aire, creando una atmósfera tensa e introspectiva. Suena de fondo "Hallelujah" de Leonard Cohen, pero con un tono más oscuro, casi perturbador.
Narrador (Off)
"El hombre, el poeta y el trae recados regresan a la realidad, pero el eco de la caída y de la prisión del sueño sigue resonando en sus mentes. Han cruzado el umbral entre dudas y certezas pero ahora enfrentan sus propios pensamientos, atrapados en una reflexión tan eterna como el tiempo mismo."
Beckett
(Susurra, absorto, sin mirar a nadie en particular)
¿Libre albedrío? ¿O solo una prisión sin muros donde los grilletes son invisibles? Quizá siempre estuvimos destinados a errar, a caer… porque esa es la única manera de existir.
Ionesco
(Sonríe con amargura, sacudiendo la cabeza)
La tragedia de Luzbel, la desesperación del Vigilante… ¿acaso son tan distintos de nosotros? Nos aferramos a palabras, a ideas… pero solo para descubrir que estamos atrapados en las sombras de nuestra propia mente.
Rodrigo
Pero en ese vacío, en esa sombra… también está la chispa de lo divino. El libre albedrío no es la libertad absoluta, sino la capacidad de buscar algo más allá de nosotros, aunque nunca lo alcancemos. Esa búsqueda… es todo.
Beckett e Ionesco lo miran con interés y escepticismo, como si intentaran captar algo de sabiduría en sus palabras.
Beckett
(Pausado, con una chispa de ironía)
¿Así que estamos condenados a buscar algo que tal vez no existe? Es casi… poético.
Ionesco
(Con una leve risa, pero con ojos tristes)
Es como una obra de teatro que nunca termina. Pero, Rodrigo, si la libertad y el libre albedrío son ilusiones, ¿por qué seguimos adelante?
Rodrigo
(Sonríe con calma)
Porque eso es lo que nos hace humanos. Somos fragmentos de luz y sombra, atrapados en una danza eterna sin manecillas de reloj. Incluso Luzbel, el caído, eligió la libertad de la duda sobre la sumisión. Y el Vigilante, aun en su sueño, lucha por despertar. Quizá lo que importa no es el resultado, sino el acto de saber elegir.
Se hace un silencio profundo, roto solo por las notas de "Carmina Burana" de Carl Orff, que comienzan a sonar suavemente, casi como un presagio.
Narrador (Off)
"Los tres hombres en el café, ahora convertidos en un puntico, se miran en silencio, rememorando los ecos de Luzbel y el Vigilante. Y así, en un simple café, la historia y el mito se funden, dejando a cada uno en el borde de la elección… y de la incertidumbre."
Epílogo: Inmersión en el público
Las luces de la escena se apagan, y una luz tenue recorre lentamente el café y luego la audiencia, como invitando al público a ser parte de la escena.
Narrador (Off)
"Y así, queridos espectadores, ustedes también son llamados a decidir. En cada acto, en cada palabra, eligen su propio papel en esta historia interminable. Son testigos, son Luzbel, son el Vigilante… y son, en última instancia, responsables de lo que eligen ser. Porque si el libre albedrío es una ilusión, es la única que tenemos. Y en esa ilusión, encontramos nuestro sentido."
Se hace un silencio final, mientras la música de "Il Trino del Diavolo" de Tartini comienza a sonar en el fondo, envolviendo al público en una atmósfera de misterio y reflexión y se mezcla con Carmina Burana, apagándose sus sonidos abruptamente. La luz se desvanece poco a poco hasta un oscuro total y en el silencio absoluto se escucha un solo acorde de "Hallelujah" de Leonard Cohen, suave y cálido. Lentamente, una luz tenue aparece en el centro del escenario, como un amanecer, y baña el café donde están Beckett, Ionesco y Rodrigo. Los tres se miran, y una sonrisa se dibuja en sus rostros.
Narrador (Off)
"Porque en cada elección, en cada momento de duda, reside la chispa de una posibilidad nueva. Ni los caídos ni los que sueñan están perdidos para siempre. La eternidad, en su misterio, también guarda el milagro de un renacer."
Rodrigo
(Mirando a sus amigos, con una expresión de esperanza)
Tal vez, después de todo, la libertad no es solo decidir… sino el poder de empezar de nuevo.
Ionesco
(Sonríe, asintiendo, como si de pronto viera el camino)
Un nuevo comienzo… sí. Aunque solo sea para encontrar algo mejor dentro de nosotros mismos.
Beckett
(Suspira, con una chispa en los ojos)
Entonces, amigos… que esta historia continúe. No hay final, solo el próximo paso.
La música crece, envolviendo la escena y al público en un abrazo de esperanza. La luz se intensifica, llenando el espacio de calidez y renovando en cada alma presente el deseo de elegir, de soñar y de buscar, más allá de toda duda.
Narrador (Off)
"Y así, entre sombras y luz, en cada elección, hay siempre una chispa de esperanza. Porque al final, cada caída puede ser el primer paso… hacia la eternidad."