La NASA ha anunciado una inversión de 725,000 dólares en el desarrollo del Pulsed Plasma Rocket (PPR), un innovador sistema de propulsión que promete revolucionar los viajes espaciales. Financiado por el programa NASA Innovative Advanced Concepts (NIAC), el PPR tiene el potencial de reducir drásticamente el tiempo de ida y vuelta a Marte a solo dos meses, comparado con los casi dos años que se requieren con la tecnología actual.
Los viajes espaciales prolongados, como la misión a Marte con la tecnología existente, conllevan riesgos significativos para la salud de los astronautas. Los seis meses de exposición a radiación en el espacio son equivalentes a 1,000 radiografías de tórax, aumentando el riesgo de cáncer, daños al sistema nervioso, pérdida ósea y enfermedades cardíacas. Además, los astronautas enfrentan efectos negativos de la ingravidez y largos períodos de aislamiento.
El PPR funciona utilizando pulsos de plasma supercalentado, generando 10,000 newtons de empuje con un impulso específico de 5,000 segundos. Esto permitiría a una nave espacial equipada con este sistema, capaz de transportar de cuatro a seis pasajeros, alcanzar velocidades de aproximadamente 100,000 millas por hora. La fase actual de desarrollo se centrará en la optimización del diseño del motor, experimentos de prueba de concepto y el diseño de una nave espacial blindada para misiones humanas a Marte. Aun así, será necesario desarrollar métodos efectivos de desaceleración para que las naves espaciales puedan entrar en órbita y aterrizar de manera segura en Marte.
Aunque se estima que el PPR estará listo para vuelo espacial en aproximadamente 20 años, se anticipa que su disponibilidad ampliará significativamente el rango de exploración espacial humana, permitiendo misiones a destinos más lejanos como Plutón. Este avance reducirá notablemente los tiempos de viaje y los riesgos asociados, facilitando un futuro en el que las misiones interplanetarias sean más asequibles y seguras. La ingravidez en el espacio afecta tanto la estructura ósea como la masa muscular de los astronautas, lo que hace que los viajes prolongados requieran rigurosos regímenes de ejercicio para minimizar los efectos degenerativos.