La Amazonía, conocida como el "pulmón del planeta", está enfrentando una crisis sin precedentes. La deforestación acelerada no solo está reduciendo su tamaño, sino que también está comprometiendo su capacidad para almacenar dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero. Un estudio liderado por el Dr. Edward Butt de la Universidad de Leeds ha arrojado luz sobre una consecuencia alarmante: la deforestación está calentando la superficie terrestre a distancias de hasta 100 kilómetros del sitio de deforestación.
Este fenómeno se debe a la disminución de la capacidad del bosque para realizar la fotosíntesis, el proceso natural mediante el cual las plantas absorben CO2 y liberan oxígeno. Al disminuir la fotosíntesis, menos CO2 es absorbido de la atmósfera, lo que contribuye al aumento de la concentración de este gas y, por ende, a un incremento en la temperatura global. Además, la deforestación libera el carbono previamente almacenado en la vegetación, exacerbando aún más el problema.
La investigación ha utilizado técnicas avanzadas de modelado para entender mejor las fuentes y sumideros de carbono. Los resultados son claros: la deforestación en la Amazonía no solo es un problema local, sino que tiene efectos climáticos que trascienden las fronteras nacionales. La pérdida de bosques no solo afecta la biodiversidad y los ecosistemas locales, sino que también tiene un impacto directo en el clima global.
El estudio subraya la importancia de los sumideros de carbono, como la Amazonía, que absorben aproximadamente la mitad de las emisiones de CO2 generadas por actividades humanas. Sin embargo, a medida que estos sumideros se debilitan debido a la deforestación, su capacidad para mitigar el cambio climático se reduce significativamente, lo que nos lleva a un ciclo vicioso de calentamiento global y pérdida de biodiversidad.