El hallazgo fue realizado por investigadores de Alemania y el Reino Unido, quienes recuperaron núcleos de sedimento del fondo marino de la costa antártica. Los sedimentos fueron extraídos del sitio PS104_20, ubicado en la cuenca de Pine Island, en el Mar de Amundsen, a una profundidad de 946 metros.
Los análisis datan el ámbar encontrado entre 83 y 92 millones de años, lo que indica que el área, en ese entonces, era un bosque templado. Este mismo ámbar, de aproximadamente 70 micrómetros o 0.002 pulgadas, tiene inclusiones microscópicas de la corteza de árboles, sugiriendo que proviene de una especie similar a las coníferas actuales. Además, muestra signos de "flujo de resina patológico", un proceso utilizado por los árboles para sellar daños causados por parásitos o incendios forestales.
Durante el Cretácico, grandes extensiones de la Antártida estaban cubiertas por un bosque subtropical, similar a los bosques actuales de Nueva Zelanda. Este antiguo ecosistema estaba dominado por coníferas y tenía las condiciones adecuadas para la preservación de resinas. En el mismo sitio, se hallaron depósitos volcánicos que indican incendios forestales frecuentes durante ese periodo.
El descubrimiento no solo es significativo por ser el primer ámbar encontrado en la Antártida sino que también ofrece una visión de un pasado climático y ecológico del continente, hoy conocido por sus condiciones extremas y su capa de hielo. Este estudio, publicado el 12 de noviembre de 2024 en la revista Antarctic Science, representa un avance importante en la paleontología y en la comprensión de la historia climática de la Tierra.
El equipo de investigadores planea seguir analizando los fragmentos encontrados para desentrañar más detalles sobre este antiguo ecosistema y su biodiversidad. Los hallazgos iniciales ya han suscitado gran interés en la comunidad científica, pues abren nuevas líneas de investigación sobre cómo estas condiciones climáticas afectaron la evolución de la vida en la región. El ámbar tiene una larga historia de fascinación humana, ya que se ha utilizado en joyería y como agente medicinal desde la antigüedad. Pero más allá de su valor estético, el ámbar es una cápsula del tiempo que preserva restos de flora y fauna, ofreciendo una ventana única al pasado.