La Cumbre del Clima COP29, llevada a cabo en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de noviembre de 2024, está siendo objeto de severas críticas por la falta de avances significativos en la lucha contra el cambio climático. Expertos internacionales como el exsecretario general de la ONU Ban Ki-moon y la exjefa de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Christiana Figueres, han manifestado su preocupación por el estado actual de las negociaciones, calificándolas de inadecuadas y urgentes de una reforma profunda.
Un dato alarmante provisto por estos expertos es el continuo aumento de las emisiones globales, con proyecciones que indican que la temperatura global podría subir más de 2.9°C para el año 2100. La falta de progreso ha sido un punto de preocupación mayor durante la primera semana de la cumbre, con Mohamed Adow, director de Power Shift Africa, describiendo la situación como la peor que ha presenciado en sus 15 años de asistencia a estos eventos.
Otra crítica relevante se centra en la ausencia de avances en el financiamiento destinado a los países en desarrollo, necesarios para que estas naciones puedan adaptarse al calentamiento global. Este problema se complica aún más por la creciente presencia de lobbistas de combustibles fósiles en las cumbres, un factor que, según los expertos, dificulta enormemente las negociaciones y en ocasiones las sabotea.
El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ha salido en defensa del uso de gas natural, calificándolo como un "regalo de Dios" y argumentando que los países no deberían ser culpados por explotar estos recursos. Esta postura ha generado polémica y ha sido fuertemente criticada por quienes piden una mayor responsabilidad climática.
Para mejorar la efectividad de estas cumbres, Ban Ki-moon y Christiana Figueres han propuesto algunas reformas clave. Entre ellas, la exclusión de países que no apoyen la eliminación de los combustibles fósiles, la realización de cumbres más pequeñas y frecuentes centradas en problemas climáticos específicos y la introducción de mecanismos de responsabilidad para asegurar que las naciones cumplan con sus objetivos climáticos.
Las consecuencias de no actuar son graves. Si el calentamiento global supera los 2°C, se podrían alcanzar puntos de inflexión críticos, como la destrucción de arrecifes de coral tropicales, la inestabilidad de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, y el deshielo abrupto del permafrost. Estos cambios drásticos podrían desencadenar un aumento en la frecuencia de inundaciones, sequías y tormentas, dejando a cientos de millones de personas, especialmente en países en desarrollo, en situación de vulnerabilidad extrema.
La situación actual en la COP29 subraya la urgencia de tomar medidas efectivas y decisivas para abordar la crisis climática. Con el panorama actual, es imperioso que las negociaciones mejoren para evitar escenarios catastróficos y asegurar un futuro sostenible para todos.