El cambio climático no da espera; el mundo entero padece catástrofes derivadas del exceso de lluvias devoradoras o de sequías prolongadas y asfixiantes; también la presencia de huracanes, terremotos, irrupciones volcánicas, todo traducido en el abuso del medio ambiente, en donde parece existir una patente de corso para destruir el planeta.
Las cifras de la disminución de los bosques (27% el año anterior, representado en 3,7 millones de hectáreas de bosque), de la contaminación de las aguas (el 80% de los residuos del mundo se vierten en las fuentes hídricas y cada año se depositan 6,2 millones de toneladas de nitrógeno a las aguas costeras), de la perturbación del aire (el 99% de la población mundial respira aire con algún grado de contaminación y cada año se producen 8,1 millones de muertes derivadas de este fenómeno) aterran y parecen ser una simple muestra para adornar discursos, para asustar a la gente o para presumir de liderazgo que no conlleva ninguna clase de acciones.
Esta semana el IDEAM en Colombia anunció que existen 600 municipios con serios problemas derivados de la ola invernal, y por otro lado las autoridades decretan racionamientos de agua porque no llueve en las zonas en donde están ubicados los embalses.
Todo eso nos hace pensar en que hay que cambiar la estrategia, pues los resultados nos están sepultando. La cumbre mundial del medio ambiente que se acaba de realizar en Cali dedujo que los países no están cumpliendo con sus compromisos, e hizo un llamado para generar hechos reales en las acciones gubernamentales.
Sería bueno que la ministra del Medio Ambiente, que fue además la presidenta de dicho evento, pensara en una cumbre de alcaldes y gobernadores para establecer esos compromisos que se requieren, comenzar por la base y sacudir la cima.
Es absolutamente indispensable que cada municipio tenga identificadas sus fuentes de agua, sus áreas de bosque, el grado de contaminación que padece, las cifras de destrucción de sus recursos ambientales, y sobre ellas trazara metas ambiciosas para recuperar el terreno perdido; sin cifras reales y compromisos medibles en el tiempo no hay nada que hacer, seguiremos en las lamentaciones, mientras los responsables de turno se lavan las manos, como Pilatos.
Lo que estamos observando es un crimen atroz, en el cual todos tenemos un grado de responsabilidad y por lo tanto es indispensable que cada uno tenga su compromiso de manera clara, medible, con la rendición de cuentas respectiva.
Si a este sombrío panorama no le ponemos seriedad y no le generamos la responsabilidad que se requiere, el resultado no será otro: la destrucción del planeta, lo estamos comprobando, esto se vuelve pedazos ante la impotencia del mundo entero.