Se estima que el 6% de la población colombiana, es decir, tres millones de habitantes, no saben leer ni escribir; una cifra que conmueve, pues en pleno siglo XXI registramos un sector de la población que bien podría ubicarse 200 años atrás.
Y con las implicaciones que eso tiene, pues ese grupo de compatriotas tendrán cerradas sus posibilidades para desarrollarse con el pleno uso de sus facultades, lo que se traduce en imposibilidad de aprendizaje, en impedimento de comunicación y en negación de un proyecto de desarrollo humano.
Y lo más grave es que existen zonas del territorio nacional en donde el problema es mucho más acentuado, tales como el departamento de la Guajira, en donde la cifra llega a un aterrador índice del 30,8%. Le siguen un grupo de regiones entre las que se encuentran Sucre, Chocó, Córdoba y Cesar, en donde todos rondan el 20%.
Ha hecho falta, sin duda, un programa de fondo para erradicar el analfabetismo, pues allí se ubica la pobreza extrema, lo más dramático del flagelo social, que no indica que se trate de las regiones más aisladas y de difícil acceso, pues un departamento como Cundinamarca, en donde está la capital del país, registra un 6,4% de analfabetismo.
Este gobierno se propuso extraer de ese sector a 800.000 colombianos dentro del cuatrienio respectivo; a casi un año y medio de concluir, vale la pena conocer un estado de avance del proyecto, pues es urgente reducir el fenómeno ojalá a cero, de tal manera que todo aquel que tenga capacidades para asimilar el conocimiento pueda tener el derecho de acceder a la lectura y la escritura como herramientas básicas para su verdadera formación, que lo lleve a proyectarse como individuo, a fortalecer su núcleo familiar y a contar con las condiciones para participar en la sociedad y de los beneficios que le ofrece.
Facilitar el acceso a la alfabetización significa trabajar sobre uno de los aspectos más importantes de la inclusión social, en donde se involucran otros conceptos como el de los derechos humanos y el de la justicia social.
Realmente, esta cifra de analfabetismo nos debe llenar de vergüenza y motivarnos para que, dentro de la priorización de los planes de desarrollo, esté el desarrollo humano como principal objetivo.
Todas las personas necesitan de habilidades y conocimiento para que puedan estar en capacidad de asegurar los ingresos para los mínimos vitales. No poderlo hacer es marginamiento, pobreza, frustración y negación de elementales derechos.
La erradicación del analfabetismo tiene que ser un propósito nacional al cual se deben vincular todas las fuerzas vivas del país; esos granos de arena sumados tienen que dar la respuesta efectiva para erradicar ese vergonzoso problema.