Sí, hace 70 años la mujer en Colombia era desigual. Se le negaban elementales derechos y se señalaba por ley que esas prerrogativas estaban en cabeza de los hombres. Una injusticia por siglos tolerada en donde, al negársele derechos fundamentales como el de poder votar, estudiar, ocupar cargos públicos, no existían para ellas.
Esta situación conducía al marginamiento, al sometimiento y a la inferioridad. Si no se le permitía estudiar, no estaba en condiciones de acceder a responsabilidades que requirieran de la práctica del conocimiento y a desarrollarse como personas. Esa inferioridad las hacía convertirse en un elemento secundario, siempre al margen de las decisiones.
La campaña que emprendieron mujeres valerosas y visionarias como Esmeralda Arboleda, Josefina Valencia y Ofelia Uribe abrió el espacio y fue posible que el voto, o sufragio universal, también fuera un derecho en cabeza de las mujeres. De ahí en adelante, esa otra mitad de los ciudadanos de Colombia podría también expresar sus sentimientos en las urnas y, de esta manera, estaba en condiciones de contribuir a los intereses del país, a los asuntos públicos y estaría también en condiciones de acceder a los cargos de representación popular y a las responsabilidades dentro del Estado.
Desde este trascendental suceso, les correspondió dar la pelea para que las recibieran en las universidades, para no dejarse sacar de los machos y para resistir toda clase de asechos que querían impedirles el ejercicio de los derechos. Una lucha ardua, llena de situaciones penosas y vergonzantes para el sexo opuesto que quiso no aceptar la realidad, que persiguió los intentos de materializar los derechos de la mujer y que, en muchos sectores, hoy lamentablemente persiste.
Pero gracias a ese hecho, comenzamos a tener mujeres concejales, diputadas, parlamentarias, ministras, gobernadoras, alcaldesas y profesionales en todas las disciplinas del conocimiento.
La conmemoración de esta fecha debe servir para hacer el balance y para establecer el recorrido que falta por registrar. La mujer ha demostrado enormes capacidades que igualan y superan a sus congéneres masculinos, y gracias a ellas, el país ha crecido, ha sido más grande, igualitario y civilizado.
Más allá de lo que puede representar una ley de cuotas, como la que se aprobó recientemente, es la asimilación de un derecho que corresponde a las capacidades y a los esfuerzos realizados; que el derecho no sea una imposición, sino un elemental reconocimiento a lo que representa cada ser.
La mujer, entonces, debe sentirse orgullosa de lo que ha alcanzado, de lo que ha sabido demostrar y de lo que puede aportar por encima de cualquier circunstancia. Colombia entera debe entonces festejar esta fecha y exaltar la contribución de la mujer a todo lo que ha significado nuestra razón de ser.