David Manzur es el pintor vivo más sobresaliente de nuestro país. Su obra se extiende por todos los espacios del mundo que ven en su estilo figurativo un manejo de formas y volúmenes en donde el empleo del color es verdaderamente admirable, situación que hace de sus obras piezas únicas y de gran valor artístico.
Pero queremos referirnos a lo que constituye su personalidad: un hombre de 94 años, que parece un adolescente, a quien le rondan mil ideas al mismo tiempo y quien lucha contra el transcurrir de las horas para poder convertir en arte su gigantesca imaginación.
No es un artista convencional, lo asiste una disciplina que contempla los espacios requeridos de sueño, un régimen alimenticio equilibrado, los segmentos para pensar y ejercitarse, y el rigor muy definido para el trabajo.
Y todo lo hace dentro de una regulación calculada, pues dice que cada idea da paso de inmediato a otra, pero, además, es consciente de que tiene que aprender del pasado para no repetir lo que se pueda considerar un error, pues admite que siempre habrá errores, ya que la perfección nunca es posible alcanzarla.
Ese aprendizaje es lo que marca el éxito de su vida; no tiene la pretensión de un ser superior, sino que de manera tranquila y equilibrada entiende un modelo de aprendizaje que le permite superarse a sí mismo y asimilar todo lo que el entorno le enseña, y recalca que el trabajo mental es mucho más importante que el físico.
Todo eso le hace pensar que su edad no es una limitante, sabe asumirla todos los días, y lo que es más importante, sabe proyectarla, siempre contemplando espacios futuros y la presencia de otras dimensiones que le permitan tener siempre un horizonte de por medio.
Desde su residencia de Barichara es capaz de contemplar el mundo entero, y además, de posicionarse como el mejor en su género en Colombia, sin tener que recurrir a fantasías publicitarias ni a travesuras del mercadeo. Allí, desde su estudio en un ambiente pueblerino, va surgiendo una obra que cada vez es más grande y que hace de ese talento algo excepcional.
Este hombre, bajo de estatura, pero con un cerebro de infinita dimensión, nos está dando una lección de vida y un aliento ejemplarizante, para todos aquellos que desean triunfar y no saben cómo hacerlo; pero además, nos está demostrando que la edad no tiene límites, que el cerebro es capaz de ir hasta donde lo queramos llevar y que las fuerzas no se dan por sí mismas, sino que hay que fabricarlas todos los días y estimularlas con el correr de las horas. Es el desafío presente y nunca amilanado por el paso del tiempo o por desventuras temporales.
Manzur es en verdad grande, y su ejemplo de grandeza nos invita a atraer la luminosidad y la motivación.