¿Qué nos regala el año nuevo? Es una pregunta que debemos hacernos por estos días. Muchos pensarán en cosas materiales, en un nuevo aparato que nos distraiga la vida o en un elemento para nuestro confort; pero ¿por qué no pensamos en el conocimiento? y más allá ¿por qué no pensamos en robustecer el potencial para el juicio?
Las dinámicas que hoy exige el mundo, apuntan a que los seres humanos, más allá del conocimiento, tienen que afinar la capacidad de juicio, pues de nada sirve el primero, sino no es en función de aplicarlo a través de una deducción razonable que nos permita la reflexión y que nos lleve a una conclusión deductiva en donde el conocimiento encuentre una real y útil aplicación.
Si partimos de la base de que no existe la perfección y de que la verdad que se nos impone es susceptible de ser controvertida, debemos entender que nuestra función como seres razonables tiene que estar apuntando de manera permanente a apalancar el elemento de la transformación; pues todo fluye, todo debe pasar a otros estados y a otras dimensiones, y quien no aporta a ese proceso, simplemente vejeta o se queda parqueado en un estacionamiento, mientras la realidad lo golpea y el futuro lo sepulta.
Cuando acudimos a la escuela, muchas veces lo hacemos sobre una premisa equivocada, pues creemos que debemos aprender para el profesor, para alcanzar la buena nota, más no para la vida, para aplicar lo aprendido, para transformar con base en el cúmulo de las enseñanzas.
Pero muchas veces el error no es sólo del alumno, sino también del profesor, que se siente muy satisfecho con apreciar una buena memoria, pero no ausculta la capacidad de raciocinio a partir de lo aprendido. La memoria suele ser efímera, y dentro de lo poco que queda, a veces nuestro propio cerebro la distorsiona, la hace voluble, de tal manera que la mente no puede ser solo un almacén, a veces lleno de datos inútiles, de contenidos insoportables y de elementos que terminan no sirviendo para los fines de la vida.
La invitación para este nuevo año, es a robustecer la lectura, en función de descubrir el conocimiento, pero también en despertar el ánimo para transformarlo, para controvertirlo, para aplicarlo hacia nuevas formas que nos enriquezcan y que beneficien a nuestro entorno.
Qué bueno sería que a través de todos los círculos que nos rodean, el familiar, el del trabajo, el del grupo social, nos dedicáramos a promover el abordaje del conocimiento, y también al ejercicio crítico de lo aprendido, para que sea posible proyectarlo en el universo de nuestras vidas y nuestros quehaceres.
¡Feliz Año Nuevo!