PARTE I
Cinco temas que marcaran la agenda internacional
INTRODUCCION
El mundo ya voto en el año 2024, en las diferentes elecciones que se presentaron en varios países, y ahora con los resultados electorales en la mano, toca ver qué políticas nos esperan, por lo que presento a continuación tres interrogantes:
- ¿Qué impacto tendrán las nuevas agendas ganadoras?
- ¿Hasta dónde llegará la imprevisibilidad de Trump 2,0?
- ¿Estamos ante un Trump factor de cambio o ante aspavientos y fuegos de artificio político?
En el 2025 se hablará de tregua, pero no de paz, salvo contadas excepciones. La ofensiva diplomática ganará terreno en Ucrania y en Israel, mientras la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad abre una transición política incierta. El mundo se debate entre la gesticulación de los nuevos liderazgos, los escenarios cambiantes que están redibujando conflictos enquistados, y una rivalidad chino-estadounidense, que seguramente puede derivar en una guerra comercial y tecnológica. Más de 1.600 millones de personas pasaron por las urnas en 2024 y, en general, lo hicieron para castigar a los partidos en el poder. La lista de gobernantes derrotados es larga: demócratas estadounidenses, conservadores británicos, el macronismo en Francia, o la izquierda portuguesa. Incluso aquellos que han resistido han salido debilitados, como atestiguan el descalabro electoral del Gobierno de Ishiba Shigeru en Japón, o las coaliciones necesarias en la India de Narendra Modi y la Sudáfrica de Cyril Ramaphosa. Según el informe The Global State of Democracy 2024, cuatro de cada nueve estados están en peor situación democrática que antes y aproximadamente solo uno de cada cuatro ha mejorado en su calidad. Además el 2025 es el año del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y de una nueva andadura institucional en la Unión Europea (UE) cimentada en unos apoyos parlamentarios históricamente débiles. La volatilidad democrática de Occidente colisiona con la hiperactividad geopolítica del Sur Global y la virulencia de los focos de conflicto bélico.
Por eso, 2025 arranca con muchas más preguntas que respuestas.
Aunque Estados Unidos sea hoy una potencia en repliegue y el poder se haya dispersado hacia nuevos actores –públicos y privados– que desafían desde hace tiempo la hegemonía de Washington, el retorno de Donald Trump a la presidencia obliga al mundo a reubicarse. Los equilibrios geopolíticos globales y los diferentes conflictos abiertos –especialmente en Ucrania y Oriente Medio–, así como la lucha contra el cambio climático o los niveles de imprevisibilidad de un orden internacional en proceso de mutación, estarán pendientes del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Estamos también en un mundo todavía lastrado por el impacto de la COVID-19. Cinco años después de la pandemia del coronavirus, muchos países aún están luchando contra la deuda pública que asumieron para combatir el daño económico y social de aquella crisis sanitaria global. La pandemia nos dejó un mundo más endeudado, más digitalizado e individualista, donde han ido ganando terreno las respuestas discordantes entre los grandes poderes globales; donde los objetivos climáticos, económicos y geopolíticos son cada vez más divergentes. En este mundo no chocan únicamente las políticas, sino también los discursos. Las viejas fracturas sociales y culturales se han intensificado: desde las guerras culturales a la lucha por el control de la información y de las burbujas algorítmicamente construidas en las redes sociales. Las elecciones en Estados Unidos, Pakistán, India, Rumanía, Moldova o Georgia dieron buena cuenta del poder desestabilizador de los relatos alternativos.
DESARROLLO
1- EGOPOLÍTICA E INDIVIDUALISMO
2025 es el año de la gesticulación y los personalismos. No solo veremos la emergencia de nuevos liderazgos, sino también de nuevos actores políticos. La irrupción del magnate Elon Musk en la campaña y el nuevo Gobierno de Donald Trump, personifica este cambio en el ejercicio del poder. El hombre más rico del mundo, con el megáfono más potente de la sociedad digitalizada, entra en la Casa Blanca para ejercer de mano derecha del presidente. Musk es un poder global, detentor de una agenda política y unos intereses privados, que muchos gobiernos democráticos no saben cómo gestionar. La pasada legislatura –de 2020 a 2024– se caracterizó por el llamado «negacionismo electoral»: el resultado de una de cada cinco elecciones fue cuestionado por alguno de los candidatos o partidos perdedores. En 2025 este negacionismo ha llegado al despacho oval. El mito del triunfador narcisista ha salido reforzado por las urnas. Es la victoria del ego por encima del carisma. Algunos la llaman la «egopolítica». Cada vez más, abundan las voces que desafían el statu quo de unas democracias en crisis. La antipolítica se consolida ante unos partidos tradicionales cada vez más alejados de sus votantes históricos. El propio Trump se considera el líder de un «movimiento» (Make América Great Again o MAGA) que trasciende la realidad del Partido Republicano. Estas nuevas figuras antisistema han ido ganando espacios, aliados y referentes. Desde el fenómeno comunicacional y liberal del presidente argentino, Javier Milei –que en octubre tendrá su primera gran reválida con la celebración de elecciones parlamentarias–, a Calin Georgescu, el candidato ultraderechista a la presidencia de Rumanía que se hizo un hueco contra todo pronóstico, sin el apoyo de un partido detrás, y gracias a una campaña antisistema dirigida a los jóvenes a través de TikTok. Es el último ejemplo que nos ha dejado un 2024 que ha visto también la irrupción en el Parlamento Europeo del español Alvise Pérez y su “Se Acabó la Fiesta”, con más de 800.000 votos, o del youtuber chipriota, Fidias Panayiotou, cuyos logros hasta el momento incluyen haber pasado una semana en un ataúd y conseguido abrazar a un centenar de celebridades, incluido Elon Musk.
En las elecciones europeas de 2024, se produjo un descenso de la participación electoral entre los menores de 25 años. Solo el 36% de los votantes de este grupo de edad acudió a las urnas, lo que supone una disminución del 6% respecto de la participación en las elecciones de 2019. Entre los jóvenes que no votaron, un 28% adujo, como razón principal, la falta de interés en la política (porcentaje superior al 20% de la población adulta en general); un 14% mencionó la desconfianza en la política, y el 10% sintió que su voto no cambiaría nada. Además, según el Global Solidarity Report, la generación Z se siente menos ciudadana del mundo que las generaciones anteriores, lo que revierte una tendencia observada durante varias décadas. El propio informe señala también la percepción de fracaso de las instituciones internacionales a la hora de generar impactos positivos tangibles (como la reducción de las emisiones de carbono o las muertes relacionadas con los conflictos). Por todo ello, el desencanto se mezcla con una crisis profunda de solidaridad.
2- TREGUAS SIN PAZ
La convulsión geopolítica global cierra el año con el colapso inesperado del régimen sirio de Bashar al-Assad. Pero, también, con el encuentro a tres bandas entre Donald Trump, Vladimir Zelenski y Emmanuel Macron en París, en el marco de la reapertura de Notre Dame. Los compases diplomáticos y la aceleración bélica colisionan en las agendas políticas internacionales. Y Rusia, convertida en el hilo conductor que hilvana los últimos acontecimientos en Siria y Ucrania, se encarga de mandar el recordatorio de que cualquier movimiento diplomático deberá pasar también por Moscú. En este contexto, en 2025 se hablará de alto el fuego, pero no de paz. Los anuncios electorales de un Trump decidido a acabar con la guerra en Ucrania «en 24 horas» llevaron, de entrada, a una intensificación bélica sobre el terreno con varias acciones: la aparición en escena de soldados norcoreanos de apoyo a las tropas rusas; la autorización a Ucrania para utilizar misiles ATACMS estadounidenses para atacar territorio ruso; y el cierre temporal de algunas embajadas occidentales en Kíev por motivos de seguridad. Las especulaciones sobre una posible negociación han aumentado el riesgo de una escalada táctica para reforzar posiciones antes de empezar a hablar de treguas y concesiones. Si bien, en 2025, la ofensiva diplomática ganará terreno, está por ver cuál es el plan, quién se sentará a la mesa, y que disposición real de llegar a un acuerdo tendrán las partes. Ucrania se debate entre la fatiga de la guerra y la necesidad de unos apoyos militares y garantías de seguridad que la administración Trump puede dejar en suspenso. Aunque, ante el escenario de la imprevisibilidad trumpista, tampoco hay que excluir las eventuales consecuencias que podría tener para Vladimir Putin el hecho de no aceptar una negociación propuesta por la nueva administración estadounidense. Trump está decidido a dejar huella desde el minuto uno de su presidencia, y eso también podría significar, en un momento de enfado, mantener la apuesta militar por reforzar al ejército ucraniano. Por el lado del Oriente Medio, ha demostrado ya la fragilidad y el crédito limitado de esta estrategia de cese de hostilidades sin capacidad ni consensos suficientes para buscar soluciones duraderas. La tregua acordada en la guerra que Israel libra contra Hezbolá en Líbano tiene más de descanso bélico que de primer paso hacia la resolución del conflicto. Los bombardeos y ataques aéreos posteriores al alto el fuego indican la fragilidad, cuando no vacuidad, de un plan en el que las partes no creen. Entretanto, la guerra en Gaza, donde ya se cuentan más de 44.000 muertos, ha entrado en su segundo año de devastación, convertida en el telón de fondo de esta lucha por la recomposición de la influencia regional, pero con un Donald Trump decidido a impulsar un acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes incluso antes de tomar posesión del cargo el 20 de enero, aunque ya se logro un acuerdo de paz generado por Biden que se inicia el 19 de enero, antes de entregar el poder a su sucesor Donald Trump.
Con una Rusia desgastada en Ucrania, con Irán en plena debilidad económica y estratégica, y Hezbolá diezmada por los ataques de Israel, el presidente sirio se quedó sin los apoyos exteriores que habían sostenido una dictadura carcomida. La guerra civil enquistada desde las revueltas árabes de 2011 entra en un nuevo escenario, que cambia también el equilibrio de poderes en Oriente Medio. Entramos en unos meses de recomposición geopolítica profunda porque Siria lleva años convertida en un campo de batalla indirecto para las relaciones de Estados Unidos con Rusia, Irán y Arabia Saudí.
3-PROTECCIONISMO Y AUSTERIDAD
El retorno de Trump a la presidencia intensifica este desafío al orden global. Si en su primer mandato ya decidió retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo climático de París, ahora le precede el anuncio de una guerra comercial en ciernes. La fragmentación geoeconómica ya existente –en 2023 se impusieron cerca de 3.000 medidas de restricción del comercio, casi el triple que en 2019, según el FMI– tendrá que lidiar ahora con una aceleración de la espiral proteccionista si la nueva administración estadounidense cumple su promesa de elevar los aranceles hasta el 60% sobre los productos chinos; hasta un 25% para Canadá y México si no toman medidas drásticas contra el fentanilo o la llegada de migrantes a la frontera estadounidense; y entre el 10% a 20% para el resto de su aliados. En 2025 la Organización Mundial del Comercio (OMC) cumple 30 años desde su creación y lo hace con una amenaza de guerra comercial en el horizonte que refleja el estado de crisis institucional que bloquea al árbitro del comercio internacional. Por todo ello, los países buscan fortalecer sus posiciones a través de una pluralidad de alianzas. El mundo es cada vez más plurilateral. India expande sus acuerdos de libre comercio con el Reino Unido y en América Latina. La UE, por su parte, afrontará finalmente, en 2025, una difícil carrera de obstáculos para ratificar el largamente negociado acuerdo con Mercosur. Además, el trumpismo refuerza esta transaccionalidad: alimenta la posibilidad de alianzas más imprevisibles y la necesidad de adaptación. Entre los que ya han empezado a recalcular objetivos y aliados se encuentra la UE. Es de esperar que los países europeos realicen más compras de gas natural licuado y artículos de defensa a Estados Unidos para apaciguar a Trump. A pesar de que la presión estadounidense y el perfil de la nueva Comisión Europea parece anticipar una posición más dura de Bruselas respecto a China en el ámbito económico, tampoco es descartable que veamos nuevas tensiones entre socios comunitarios respecto al grado de flexibilidad de su estrategia de reducción de riesgos (de-risking). Una retirada estadounidense de los compromisos globales de lucha contra el cambio climático, por ejemplo, avivaría la necesidad de alianzas entre Bruselas y Beijing en este terreno. Asimismo, está por ver si la emergencia de unos países europeos más acomodaticios con esta dependencia geopolítica de China puede abrir una nueva línea de fractura entre los estados miembros. Ante tanta incertidumbre, vuelven también las recetas de disciplina fiscal. Brasil, con un Lula da Silva cada vez más delicado de salud, cierra el año anunciando recortes en el gasto público por valor de casi 12.000 millones de dólares; el argentino Javier Milei se enorgullece de liderar «la política de austeridad más dura del mundo»; y el nuevo secretario de Hacienda y Crédito Público mexicano, Rogelio Ramírez de la O, ha prometido una reducción del déficit fiscal en 2025 a partir de aplicar austeridad en la administración pública y recortar el gasto de Petróleos Mexicanos (Pemex). En el Reino Unido, el primer ministro, el laborista Keir Starmer, ha abrazado la «dura realidad fiscal» presupuestaria y prevé recaudar alrededor de 40.000 millones de libras aumentando impuestos y recortando gastos para abordar el déficit fiscal. Aunque en 2025 la inflación pierde protagonismo, todavía están por ver los efectos de lo que Trump llama «Maganomics». En Estados Unidos, la implantación de aranceles y la potencial merma de la fuerza laboral como consecuencia de «deportaciones masivas», unido a las rebajas de impuestos, podrían incrementar la inflación en el país y limitar la capacidad de la Reserva Federal de seguir bajando los tipos de interés. Si bien el control republicano de ambas cámaras legislativas y su mayoría en el Tribunal Supremo puede facilitar la adopción de estas medidas, llevar a cabo las deportaciones se antoja mucho más difícil a tenor de los desafíos legales y logísticos que comporta.
Por otro lado, a pesar de los ahorros generados por una posible reducción de la administración pública y los ingresos procedentes de los aranceles, la organización independiente Committee for a Responsible Federal Budget estima que las medidas de Trump podrían incrementar el déficit de manera significativa y situar la deuda en una senda que supere el 140% del PIB en 10 años, desde el 99% actual. Esto significa que los inversores serán más exigentes a la hora de comprar deuda estadounidense ante el riesgo de una crisis fiscal. También será clave observar si tienen éxito los intentos de socavar las agencias regulatorias independientes o la independencia del banco central.
La previsión del FMI de crecimiento global para 2025 es del 3,2%, una tasa muy similar a la estimada para 2024, pero inferior a la dinámica prepandémica. Sin embargo, esta cifra enmascara diferencias significativas por regiones, donde la fortaleza de Estados Unidos y algunas economías asiáticas emergentes contrastaría con la debilidad de Europa y China, así como el acelerado cambio que se está produciendo a nivel global del consumo de bienes al consumo de servicios. En Asia, la atención estará centrada en la renqueante economía China, lastrada por su sector inmobiliario, y cómo su liderazgo responderá ante las nuevas restricciones comerciales, de inversión y tecnológicas de Estados Unidos. De momento, las principales economías asiáticas cierran 2024 a contracorriente de las medidas de austeridad previstas en Europa y América. Tanto China como Japón han anunciado paquetes de estímulo económico, mientras que, en Seúl, la voluntad de recortar el presupuesto para 2025 por parte de la oposición ha llevado al caos político doméstico.
En este contexto, es de esperar un incremento de la inseguridad económica y una aceleración de la fragmentación de la economía global, donde ya es observable el mayor acercamiento entre países afines. Algunos estados clave en la reglobalización, como Vietnam o México, que hasta ahora habían actuado como intermediarios atrayendo importaciones e inversión chinas y aumentando sus exportaciones a Estados Unidos, verán comprometido su modelo ante la presión de la nueva administración estadounidense. Por otra parte, la bajada de los tipos de interés a nivel global permitirá a algunos países de bajos ingresos volver a acceder a los mercados financieros, si bien alrededor de un 15% de ellos se encuentran en situación crítica por sobreendeudamiento y otro 40% corre un gran riesgo de seguir el mismo camino.
¿Qué podemos esperar de los anuncios de TRUMP?
4- DESMANTELAMIENTO INSTITUCIONAL GLOBAL
Se acelera el desacomplejamiento de este mundo sin normas. La erosión de los compromisos y de los marcos de seguridad internacionales, así como el aumento de la impunidad. Incluso, en 2025 la crisis de la cooperación multilateral puede llegar a su punto más álgido si el personalismo toma la delantera y daña, todavía más, los espacios consensuados de resolución de conflictos, esto es, desde Naciones Unidas, a la Corte Penal Internacional (CPI) o la OMC. Está por ver si, a pesar de la rivalidad geopolítica, hay áreas dónde el acuerdo entre potencias es aún posible. Seguimos en un mundo marcado por la desigualdad, acrecentada por las cicatrices de la pandemia. Así, desde 2020, la distancia entre los países más y menos desarrollados aumenta de manera estable. En 2023, el 51% de los países con un índice de desarrollo humano (IDH) más bajo no habían recuperado el nivel previo a la COVID-19, versus el 100% de aquellos con un IDH elevado. En este contexto, será crucial observar los resultados de la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que tendrá lugar en Sevilla en 2025. Además, 2024 cerró con el intento de Brasil de buscar un acuerdo, en el marco del G-20, para gravar a las fortunas más grandes del mundo con un impuesto anual del 2% sobre el patrimonio neto total de los superricos, aquellos con un capital superior a los 1.000 millones de dólares. Pero la propuesta de Lula da Silva, de momento, ha quedado en un debate. Y, aunque Estados Unidos es, de lejos, el país de entre las naciones más industrializadas, donde una proporción mucho mayor de la riqueza y los ingresos nacionales va a parar al 1% más rico, la llegada de Trump y Elon Musk al poder en Washington dificultará, todavía más, las posibilidades de aprobar tal impuesto.
Igualmente, el desmantelamiento de las instituciones y las normas democráticas ha afectado a los espacios de protesta de la sociedad civil, ya sea en el propio Estados Unidos, en Georgia o en Azerbaiyán. Por su parte, la violencia política azotó México, donde se estima que hasta 30 candidatos fueron asesinados antes de las elecciones presidenciales de 2024, y se impuso la prohibición de manifestarse en Mozambique, 2024 siguió siendo un año tumultuoso a gran escala, marcado por la violencia en múltiples regiones: desde la lucha persistente contra Al Shabaab en África Oriental y la escalada bélica regional en Oriente Medio, a los más de 60.000 muertos que arroja ya la guerra en Sudán. Los niveles de conflictividad global se han duplicado desde 2020, con un aumento del 22% tan solo en el último año.
El espacio para la paz disminuye: en 2025, la UE finalizará diferentes misiones de capacitación o construcción de paz en Malí, la República Centroafricana o Kosovo, mientras que el número de misiones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas también se reducirá en África. Asimismo, de no prorrogarse, el 31 de agosto terminará el mandato extendido de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas para Líbano (UNIFIL), integrada por unos 10.000 cascos azules de 50 países distintos desplegados en el sur del país y que fueron objeto de ataques israelíes durante la incursión contra Hezbolá. Todos estos movimientos reflejan tanto los cambios más amplios que se están produciendo en el sistema de seguridad internacional como la crisis de legitimidad que sufren las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas. Aun así, en mayo de 2025, se celebrará el VIII Foro Interministerial para el futuro de estas operaciones y la revisión quinquenal de la arquitectura internacional para el futuro de estas operaciones y la revisión quinquenal de la arquitectura internacional para la construcción de paz, en un momento en que la organización trata de recuperar parte de su relevancia en países presos por la violencia como Haití o Myanmar.
¿Qué países sabrán navegar mejor en este desmantelamiento gradual del orden global? En 2025 seguiremos con un Sur Global geopolíticamente muy movilizado, y en pleno refuerzo de una institucionalización alternativa, que se amplía y gana voz y presencia global, aunque sin un consenso sobre un nuevo orden reformado o revisionista. En este marco, Brasil se prepara para presidir otros dos foros internacionales estratégicos en 2025: el BRICS+ y la COP 30. En cuanto a África, el continente se ha convertido en un laboratorio de un mundo multialineado, con el aterrizaje de actores como India, los países del Golfo o Turquía, que ahora compiten con y complementan a potencias tradicionales, como Rusia y China.
5- CHOQUE TECNOLÓGICO Y PRESIÓN (DES)REGULADORA
En 2025, la competición tecnológica entre Estados Unidos y China se acelerará aún más. Las últimas semanas de la presidencia de Joe Biden han contribuido a reforzar el escenario de choque entre Beijing y Washington, lo que marcará el nuevo ciclo político. El 2 de diciembre de 2024, la implementación de una tercera ronda de control de exportaciones hacia China, con la colaboración de aliados estadounidenses como Japón o Corea del Sur, redujo, todavía más, la posibilidad de adquirir diferentes tipos de equipamiento y software para la fabricación de semiconductores. China, por su parte, respondió con un veto a la exportación de galio, germanio y antimonio, componentes clave para la producción de semiconductores, y con un mayor control sobre el grafito, imprescindible para las baterías de litio.
Más allá de esta confrontación bipolar, en 2025 veremos como el proteccionismo tecnológico irá ganando adeptos. Países del Sur Global han empezado a introducir aranceles contra la industria tecnológica china, aunque con otros objetivos. Mientras países como México y Turquía instrumentalizan los aranceles para tratar de forzar nuevas inversiones chinas en su territorio –especialmente en el ámbito de los vehículos eléctricos–, otros, como Sudáfrica, lo hacen para proteger a sus productores locales. Canadá también anunció un arancel del 100% a las importaciones de automóviles eléctricos chinos, siguiendo el ejemplo de la UE y Estados Unidos, a pesar de no tener ningún fabricante de vehículos eléctricos propio al que proteger.
En este escenario, para Xi Jinping, 2025 será un año para reevaluar la estrategia que ha permitido a China conseguir el liderazgo en cinco de las 13 áreas de tecnologías emergentes, según Bloomberg: drones, paneles solares, baterías de litio, refinamiento de grafeno y la alta velocidad ferroviaria. No obstante, una década después del inicio del plan Made in China 2025 –su hoja de ruta hacia la autosuficiencia–, el desarrollo y la innovación del sector de los semiconductores en China se ha visto ralentizado, debido a su incapacidad de acceder tanto a chips más avanzados como a la maquinaria para producirlos o a softwares más punteros. Con el retorno de Trump al poder, ¿puede escalar la guerra por los semiconductores? En campaña, el presidente electo acusó a Taiwán de «robar el negocio de los chips» a Estados Unidos. Sin embargo, en 2025, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (SMC) empezará la producción a gran escala de circuitos integrados en su fábrica del país norteamericano. Además, la influencia de Elon Musk en la Casa Blanca también promete una mayor simbiosis entre Silicon Valley y el Pentágono. La competición tecnológica y el aumento de los conflictos en el mundo han despertado de nuevo el apetito de las Big Tech por los contratos públicos en el ámbito de la defensa, por lo que, con el retorno de Trump, sus líderes esperan recoger los beneficios de sus inversiones en la campaña presidencial. Apenas dos días después de las elecciones de noviembre de 2024, Amazon y dos compañías punteras en IA, como son Anthropic y Palantir, firmaron una colaboración para desarrollar y proveer a los servicios de inteligencia y de defensa estadounidenses con nuevas aplicaciones y modelos de IA. Así, es posible que el consenso alcanzado en abril de 2024 entre Biden y Xi Jinping de «desarrollar la IA en el sector militar de forma prudente y responsable» quede obsoleto bajo la nueva administración Trump. Finalmente, Naciones Unidas proclamó el 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y Tecnología Cuántica (IYQ, por sus siglas en inglés). La computación cuántica es una rama de la informática que permitirá desarrollar ordenadores más potentes que podrán manejar algoritmos más complejos, lo que ayudará a dar un salto de gigante en la investigación científica, la sanidad, la ciencia del clima, el sector energético o las finanzas. Microsoft y la empresa tecnológica Atom Computing han anunciado que empezarán a comercializar en 2025 su primer ordenador cuántico. Y, a su vez, Google ha presentado también Willow, un chip cuántico que resuelve en cinco minutos una tarea que un superordenador tardaría cuatrillones de años en completar. Esta nueva generación de superordenadores aprovecha el conocimiento de la mecánica cuántica –la parte de la física que estudia las partículas atómicas y subatómicas– para superar las limitaciones de la informática clásica, permitiendo realizar multitud de operaciones simultáneas.
FIN de la PARTE I Cinco temas que marcaran la agenda internacional
Rafael Quiceno Pulido
COLGLOBAL NEWS
Domingo 19 de enero de 2025
Santiago de Chile