El escritor colombiano Pablo Montoya, galardonado ya con varios premios internacionales, nos ha traído una obra del mayor interés literario, que sin duda será objeto de una favorable crítica en el ámbito internacional.
Se trata de una novela titulada “Marco Aurelio y los límites del imperio” en donde, después de un detenido estudio por varios años del personaje, nos presenta la narración de su vida: un emperador formado desde edad temprana entre los filósofos griegos y adoptado por su predecesor Adriano, quien fue considerado un sabio, y de quien se convirtió a la postre en su sucesor, iniciando un reinado en donde comienza a aplicar sus profundos conocimientos filosóficos en el arte de gobernar el imperio más grande de la época, con vastos territorios en Europa, Asia y África, pues Roma se concentró en una vocación expansionista que llevó a sus gobernantes a hacerse célebres por su capacidad de extender las fronteras del imperio.
En medio de sus responsabilidades para atender los requerimientos del gobierno, comienza a aplicar los criterios fundados en el estudio de la ética, la equidad, la justicia, el bien común, y comienza una lucha interna para tratar de sacar a Roma del sistema tradicional bárbaro, para sembrar los fundamentos de la civilización, producto del conocimiento, así como para frenar la ambición expansionista, a la que no le halla sentido, pues consumía los recursos del imperio e imponía cargas sucesivas a sus asociados, en aras de sostener la permanente guerra en todas las fronteras.
Dentro de sus reflexiones nos cuenta que “Los hombres añoran encontrar la verdad y jamás la hallan. Y si creen encontrarla, indican caminos que resultan tan escabrosos como inútiles”.
En la interesante narración de lo que fue la vida y la obra de Marco Aurelio, encontramos las más elaboradas descripciones, que hacen honor a una exquisita narrativa, que no solo sabe contar de manera agradable la historia, sino que ofrece a cada instante profundas reflexiones, que deben ser en todo caso, las del buen gobernante, las del prudente ser humano y las del buen padre de familia y conductor de una sociedad, la cual se le confió para ser centrada en el bien común, despojada de fundamentalismos, de doctrinas y de prevenciones, para ajustarla a la realidad de los acontecimientos y para procurar su permanente mejora y evolución.
Marco Aurelio era el gobernante prudente y reflexivo, que antes de hablar pensaba, sopesaba y escribía: “no es improvisar, sino medir las palabras, calcular sus sentidos, recoger los datos sobre el tema determinado, y luego escribir. Por eso mis discursos deben ser leídos, ya que es en la escritura donde halla la palabra su mejor acabamiento”. Y este método, se oponía a la oratoria pomposa e improvisada con “oraciones sonoras que terminan desvaneciéndose como una pompa de jabón”.