Opinión

Cuando las víctimas son los niños

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Según las mediciones sobre la Justicia en Colombia, la impunidad llega al 90%, en medio de una infinidad de factores que no ha sido posible superar a través del tiempo, lo que hace que el problema continúe vivo y que la sociedad tenga que padecer las tremendas consecuencias.

Hoy nos vamos a referir a los niños como víctimas, aquellos seres que poco pueden hablar y que no tienen medios para denunciar sus atropellos, en donde la mayoría pertenecen a sectores vulnerables que no tienen a su alcance ningún elemento para denunciar y hacer perseguir a sus victimarios criminales.

La Justicia Especial para la Paz ha decidido abrir el capítulo relacionado con la responsabilidad de los grupos alzados en armas y llamar a responder a los señalados de esos atroces crímenes, en donde encontramos reclutamiento forzado, utilización abusiva de niños que incluyen torturas y homicidios, violencias sexuales y reproductivas, todo en un mar de casos impunes hasta el momento.

La JEP ha dicho que tiene ya muchos casos documentados y que existe un expediente de más de 800 páginas que soportan la respectiva imputación, que reporta más de mil víctimas, dentro de un referente de 18.677 reclutamientos forzados, en donde se hace la aclaración de que se pretende actuar en un campo en el que no se actuó en los últimos 50 años, en el cual cabe destacar que si en general en la justicia la impunidad es del 90%, en este caso llega al 99,9%.

Lo que se pretende ahora es reconstruir la verdad para que haya justicia y llamar a los responsables, no solo para que declaren los crímenes, sino para que respondan. Estamos en un proceso de paz que implica también la reparación a las víctimas, y en este caso resulta lamentable y atroz que esa inmensa cantidad de niños y niñas hayan sido sacados de sus hogares, cuando la inocencia de su infancia les impedía advertir el peligro y la impotencia de sus seres prematuros les hacía estar en la presencia de una desgarradora realidad de sometimiento total, tratados muchas veces peor que los animales.

En el seno de las guerrillas fueron surgiendo depravados que a medida que adquirían poder, desataban sus miserias para someter a las víctimas a toda clase de vejámenes y atropellos, desconociendo la condición humana y haciendo de las víctimas unos condenados a la catástrofe de la vida, si es que llegaban a salir con vida después de semejantes atropellos.

Y se fue creando un ambiente de impunidad total, en donde todo el mundo guardaba silencio; una complicidad que seguramente permitió que el crimen se extendiera y siguiera penetrando las entrañas de los niños y niñas, hechos presa de la desgracia.

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